Si estáis un poco cansados de tanta belleza, tanto monumento y tanta gente un buen sitio para escaparse, es a orillas del río Tiber, aunque no lo parezca hay un lugar que parece desconectado del mundo, es la Isla Tiberina, en medio del río, con apenas 270 metros de largo por unos 67 de ancho, es un lugar de paz para los romanos. En verano, en las
orillas de la isla con el río se sitúan bares, restaurantes, un pequeño
mercado y hasta un cine de verano. Es un sitio ideal para salir de noche
y tomar una copa en un entorno maravilloso.
Aunque hace muchísimos siglos, esta isla estaba considerada como maldita, a la que solo iban los condenados, todo cambió, según narra una leyenda, La Isola Tiberina se habría formado de
una manera un tanto peculiar: los ciudadanos romanos, tras haber
exiliado al Rey Tarquinio el Superbio, para demostrar su odio hacia él
lanzaron todo su grano y ganancias al Tíber y al acumularse el barro
depositado en los objetos, se empezó a formar la Isla.
En realidad es un bloque compacto de toba, parecido al de la cercana
colina del Capitolio, constituye el elemento geológico sobre cuya base
se ha sedimentado la arena y todo el material arrastrado por la
corriente del río.
Otra antigua tradición explica la conexión que siempre ha existido
entre esta isla y la actividad de asistencia a los enfermos, que ayuda
a comprender el significado de una de las denominaciones que la
identifican: la nave de piedra. En el año 291 a.C. la ciudad de Roma
había sido víctima de una plaga de peste que se había cobrado muchísimas
víctimas y los sacerdotes, tras haber consultado los textos sibilinos,
enviaron una delegación hasta Epidauro, lugar de culto de Esculapio,
dios de la Medicina. Los embajadores regresaron a Roma trayendo en la
nave una serpiente, animal protegido por el mencionado dios. En las
cercanías de la Isla Tiberina, según narra Ovidio en sus “Metamorfosis”,
la serpiente saltó de la nave y en el lugar donde se refugió se erigió
un templo al dios Esculapio. La isla, de hecho, parece una nave, además los romanos para evitar la erosión de la isla, contribuyeron a darle forma de barco, y para más inri le colocaron en el centro de la misma un obelisco como mástil, hecho que contribuía a aumentar el efecto de nave. La serpiente, símbolo de la medicina, fue colocada en el fregio del templo dedicado a Esculapio. Este fue el primer edificio importante de la isla, pasando a ser luego el actual hospital de San Giovanni di Dio.
Sobre las ruinas del templo se construyó más tarde la iglesia de San Bartolomé en la Isola, cuenta con un campanario románico del siglo XII, en las escaleras del transepto hay un pozo, y está considerado como uno de los tesoros de la iglesia. En la Capilla de los Orsini, además de los bellos frescos que podemos contemplar, en la pared de la izquierda hay una bala de cañón, de unos 14 cm de diámetro, recuerdo del asedio francés de 1849. No hubo heridos y eso se consideró un milagro, y decidieron dejarla encastada en el muro.
Sobre las ruinas del templo se construyó más tarde la iglesia de San Bartolomé en la Isola, cuenta con un campanario románico del siglo XII, en las escaleras del transepto hay un pozo, y está considerado como uno de los tesoros de la iglesia. En la Capilla de los Orsini, además de los bellos frescos que podemos contemplar, en la pared de la izquierda hay una bala de cañón, de unos 14 cm de diámetro, recuerdo del asedio francés de 1849. No hubo heridos y eso se consideró un milagro, y decidieron dejarla encastada en el muro.
En 1582 los frailes españoles de la Iglesia de San Juan Calibita
construyeron su hospital en la isla, el mismo que aún sigue funcionando y
que debe su nombre de “Fatebenefratelli” (haced-el-bien-hermanos) a la
plegaria que los religiosos murmuraban cuando salían al anochecer para
pedir limosnas. Es famoso por las curas odontológicas y de la
cavidad oral, admirable fue el hallazgo de la caja con más de 2.000.000
(dos millones) de dientes que el fraile Giovanni Battista Orsenigo
extrajo a sus pacientes sin utilizar tenazas, más bien a manos vacías
para no infundirles temor.
La isla
fue consagrada a la medicina en el 62 a.C. y está unida a las orillas del
Tíber con el "Ponte Fabricio" y el "Ponte Cestio". Desde la "popa",
además, se pueden admirar todavía los restos de otro puente que unía la
Urbe con el Trastevere, el "Pons Aemilius", actualmente conocido como
"Ponte Rotto".
El puente Cestio toma su nombre de Lucio Cestio,
hermano de Caio -el que hizo construir la Pirámide Cestia destinada a
ser su tumba- y fue construido entorno al 46 a.C. cuando César parte
para su campaña en España. Fue reconstruido en el 370 d.C. por Simmaco,
Prefecto de Roma, con materiales provenientes del Teatro de Marcello y
sucesivamente por Graziano que lo rebautizó según dice la inscripción:
"pontem felicis nominis Gratiani". En 1193, según nos cuenta el epígrafe
del parapeto izquierdo, fue restaurado por "Benedetto sommo senatore
dell’alma Urbe". En 1892 se concluyó el puente actual
dándole su primitivo nombre.
El puente Fabricio toma su nombre del
supervisor de las vías L.Fabricio que en el 62 a.C. decidió su
construcción en sustitución del puente de madera que existía desde el
192 a.C. Tiene una inscripción en la que se lee
"probaverunt" (me gustó), colocada sobre el arco que se apoya en la orilla
izquierda del río, nos indica que en el 21 a.C. los cónsules Marco
Lollio y Quinto Lepido aseguraron su solidez. Un dato curioso de la
administración romana: los encargados de la construcción de un puente
tenían que garantizar durante 40 años la solidez de su obra y sólo tras
este período de tiempo podían recuperar el depósito cautelar que habían
entregado. El hecho de que el puente haya sobrevivido hasta nuestros
días demuestra la eficacia de tal medida. El puente que une la isla al barrio judío (el Ghetto) está perfectamente conservado que después del Puente Milvio (II siglo a.J.C.) es el más antiguo de Roma dado que fue inaugurado por el arquitecto romano Lucio Fabricio en el 62 a.J.C. La denominación de"ponte dei
quattro capi" se debe, en cambio, a la columna rematada en cuatro
cabezas que se encuentra en el balaustre inicial del puente. Si queréis sabe cómo debía ser la isla en tiempos romanos: templos de la isla Tiberina
Si nos dirigimos por el puente al barrio Judío de Roma, la verdad es que en los primeros siglos de la
Edad Media, los judíos romanos no tenían problemas de convivencia con la
población cristiana local, su actividad principal era el comercio. Pero
los tiempos difíciles llegaron a finales del Renacimiento, cuando la
Iglesia de Roma, después del cisma protestante y el posterior del
Consejo de Trento, agrió su actitud hacia la población no cristiana. Así que el papa de turno decidió que tenían que agruparlos en un mismo lugar, y donde por casi 315 años fueron obligados a vivir todos los judíos de la ciudad, y todo por la bula papal de 1555 "Cum nimis absurdum", del papa Pablo IV Carafa, que consideraba que era absurdo que se pudieran considerar iguales a los católicos y que pudieran vivir en la misma ciudad. El barrio judío fue desarrollándose de una forma insana, no era un
barrio higiénico y primaba la oscuridad.
Muy poco espacio para tanta gente, eran 3000 judíos los que vivían en
Roma por aquel entonces, que tenían que convivir en 3 hectáreas. De ahí
la estructura apiñada de las casas.
Con esta bula el papa obligaba a
los mismos judíos a pagar cada uno una parte de los trabajos necesarios
para la erección de una muralla y de sus cinco puertas que así asilaban la zona entera del resto de la ciudad.
Fue establecido que cada uno estaba obligado a llevar algo de color amarillo para
ser reconocido, que no podían casarse con los cristianos, que
no podían hacer otro trabajo sino lo de recoger ropa usada, vender el
pescado y, por ultimo, que tenían que salir por la mañana y regresar por
la tarde, bajo pena de flagelación publica.
La comunidad durante varios siglos creció rápidamente hasta llegar a los 5000 habitantes tanto que empezaron a erigir edificios de cinco, seis pisos de altura. Las condiciones higienices eran tremendas faltando totalmente en las casas los servicios básicos.
La comunidad durante varios siglos creció rápidamente hasta llegar a los 5000 habitantes tanto que empezaron a erigir edificios de cinco, seis pisos de altura. Las condiciones higienices eran tremendas faltando totalmente en las casas los servicios básicos.
A pesar de todo eso la comunidad orgullosa de su historia y de sus tradiciones, siguió viviendo y respetando las reglas impuestas por el Vaticano.
Las cosas cambiaron por fin solo con la
llegada de las tropas de Garibaldi en el 1870, cuando al papa Pio IX fue
exiliado y Roma fue nombrada capital del nuevo Reino de Italia.
A partir de ese momento se tomó la importante decisión de modificar para siempre el aspecto de “ruina” que tenia el barrio y fueron derribados muchos edificios sobre
todo los que ocupaban las orillas del río y que no permitían realizar
la nueva obra del “lungotevere” (altas murallas erigidas para proteger
la ciudad de la desastrosas inundaciones del Tiber que enseguida fueron
utilizadas también para la creaciones de grandes avenidas).
A principios del siglo XX (1904) quedó inaugurada en la nueva área, la Sinagoga más grande de Italia. Construida entre
los años 1901 y 1904, puede presumir de ser un edificio único. Diseñado
bajo la corriente del eclecticismo por parte de Vincenzo Costa y Osvaldo
Armanni, su cúpula se hace visible desde cualquier punto panorámico de
la ciudad, formando parte del particular skyline de la capital
italiana. En la actualidad, además de ser lugar de culto, alberga en su
interior el Museo del Judaísmo. Para mas información acerca del museo,
horarios de visita, historia, etc, está disponible la página web www.museoebraico.roma.it (en italiano, ingles y hebreo).
Durante la Segunda Guerra Mundial, los judíos romanos soportaron la tremenda humillación de ser deportados a los campos de concentración nazis, de los 2091 que fueron deportados, tan sólo regresaron 16. En el suelo de muchas de las puertas de las casas del barrio, se pueden
ver unas placas cuadradas doradas con el nombre de las personas que se
llevaron de cada casa hacia el campo de concentración. Pone los pelos de
punta.
En abril de 1986, concretamente un día 13, un importante
hecho histórico cambió para siempre las relaciones entre
los hebreos y el Vaticano, y fue la visita que hizo el papa Juan Pablo II a la Sinagoga. Era la primera vez que un papa
entraba en el templo, y fue también la primera vez que en su
discurso pidió perdón por todos los sufrimientos que sus
predecesores habían provocado a esta comunidad.
Si bien es verdad que una buena parte
del Ghetto ha desaparecido hay que decir que afortunadamente, para los
aficionados a las cosas “viejas” o “abandonadas”, quedan todavía intactos muchos rincones maravillosos pertenecientes
a épocas muy remotas, que están perfectamente escondidas entre las
callejuelas (vicoli), las plazas, las iglesias y, claro, los edificios
romanos de este barrio.
Es increíble que a tan solos pocos minutos de camino de la Plaza Venecia, con todo su trafico y ruido, aquí se pueda pasear en total silencio, descubrir casas medievales, y la hermosa Fontana delle Tartarughe,
o lo que es lo mismo, la Fuente de las Tortugas. Una fuente cuyo origen
se remonta a finales del 1500, basada en un proyecto de Giacomo della
Porta y realizada por Taddeo Landini, pero que debe su nombre y aspecto
final a las tortugas que se añadieron a mediados del 1600 obra de Gian
Lorenzo Bernini
Fue construida en 1581 bajo proyecto de Giacomo della Porta y los trabajos fueron dirigidos por el escultor Taddeo Landini.
Las tortugas que los efebos parecen empujar para abrevar en la bañera superior, y que dan el nombre a la fuente, fueron añadidas en una restauración de 1658 por voluntad del Papa Alejandro VII y son atribuidas a Gian Lorenzo Bernini. En la misma podemos observar como cuatro efebos, apoyados sobre sendos delfines intentan ayudar a las tortugas a llegar al cuenco superior de la fuente. No es seguramente la mas espectacular de Roma, pero está considerada como una de las mas bonitas y merece la pena acercarse a observarla. Lastima que el entorno la haga pasar un tanto desapercibida. Si es posible hay que entrar en varios patios donde el tiempo parece que se ha parado (no dejéis de ver el del Palacio Mattei), admirar algunas tiendas judías y probar los dulces y sus celebres platos como las típicas "alcachofas a la judía".
Fue construida en 1581 bajo proyecto de Giacomo della Porta y los trabajos fueron dirigidos por el escultor Taddeo Landini.
Las tortugas que los efebos parecen empujar para abrevar en la bañera superior, y que dan el nombre a la fuente, fueron añadidas en una restauración de 1658 por voluntad del Papa Alejandro VII y son atribuidas a Gian Lorenzo Bernini. En la misma podemos observar como cuatro efebos, apoyados sobre sendos delfines intentan ayudar a las tortugas a llegar al cuenco superior de la fuente. No es seguramente la mas espectacular de Roma, pero está considerada como una de las mas bonitas y merece la pena acercarse a observarla. Lastima que el entorno la haga pasar un tanto desapercibida. Si es posible hay que entrar en varios patios donde el tiempo parece que se ha parado (no dejéis de ver el del Palacio Mattei), admirar algunas tiendas judías y probar los dulces y sus celebres platos como las típicas "alcachofas a la judía".
Otro de los lugares de visita obligada que encontramos en el Ghetto, es sin duda el Teatro di Marcello.
De apariencia similar, aunque con evidentes diferencias con el Coliseo
(entre ellas su tamaño), el Teatro di Marcello mantiene en pie su vieja
estructura siendo su historia la que nos hace darnos cuenta de la
grandeza del mismo. Y es que a pesar de ser el Coliseo uno de los
mayores atractivos de la ciudad, el Teatro di Marcello tiene el honor de
ser el mas antiguo de los dos, siendo sus obras acabadas en el siglo 11
a.C. Su nombre lo debe a Marco Claudio Marcelo, sobrino del emperador
Augusto, a quien éste dedicó el teatro tras su muerte prematura en el 23
a. C. En la actualidad, el teatro se mantiene activo gracias a los
conciertos que se programan dentro del mismo, así como a las visitas guiadas que se pueden realizar para conocer el interior.
Si estáis agobiados por el “sole romano”, que cuando cae, lo hace sin piedad. Podréis tomar para remediarlo, mientras vais paseando, un GRATTA CHECCA inventado por el general Quinto Fabio Maximo y adorado por Neron, consta de granizado con sirope de fruta y pináculo de fruta fresca en la inigualable SORA MIRELLA. Pero no es la única, en este artículo podéis ver las 10 mejores de la ciudad.
Excelente publicacion. Muy explicativo y completo. Felicito a su autora
ResponderEliminar