Vitré se encuentra a tan solo 50 minutos de Rennes, asentada sobre un peñasco, el castillo domina toda la campiña. Construido en el siglo XI, fue reformado en el XIII, XIV y XV. Punto estratégico como bastión defensivo ante los ataques normandos que asolaron la región. Pero Vitré ha sido habitada desde el Neolitico (pues a 1 km en Pocés-les-Bains hay un menhir de piedra blanca), luego hubo un asentamiento galo-romano, tal es así que había una calzada romana que unía Rennes con Le Mans, las excavaciones en la plaza del castillo descubrieron un centenar de tumbas merovingias y carolingias, con sarcófagos y bóvedas de mampostería incluidas, y en la plaza de la Iglesia de Nôtre Dame una colegiata. Para acceder al castillo se puede hacer ha través de un puente levadizo flanqueado por dos torres con almenas, en la esquina sur está la Torre del Homenaje (o Torre de San Lorenzo), en la esquina noreste está la Torre de la Madeleine, para ser una antigua ciudad amurallada sólo podemos contemplar los muros de la zona norte de la ciudad, pues los lienzos de muralla de la zona sur se destruyeron para ampliar la ciudad y darle más visibilidad en el siglo XIX, justo cuando hicieron la linea de ferocarril.
Bajo la sombra del castillo, que originalmente fue una fortaleza y después la residencia de los Vitré y de los Laval, las casas con entramado de madera visto y las mansiones nos sirven como testimonio de la riqueza generada a partir de la Edad Media y hasta la segunda mitad del siglo XVII, por el comercio de telas de cáñamo, conocidas como "canevas", que se utilizaban para el embalaje de mercancías e incluso para confeccionar las velas de los barcos. La calle de Embas y la calle Baudrairie Esta calle, que debe su nombre a la antigua cofradía de los "baudroyeurs" o artesanos de cuero, es la más curiosa y la más típica de Vitré. con numerosas casas con entramado de madera visto que fueron construidas durante los siglos XV, XVI y XVII. Dichas edificaciones constituyen un ejemplo del tipo de división urbana medieval denominada "laniéré", y que se caracterizaba por que las casas eran largas y estrechas y se construían generalmente alrededor de un patio trasero. Estas casas se distribuían de la siguiente manera, en la planta baja se ubicaba el comercio, lugar donde se elaboraban y vendían los diferentes artículos, y al que se accedía desde un puesto que daba a la calle. La primera planta, la planta "noble" era para las habitaciones, en la segunda planta estaban los aposentos más lujosos y en las buhardillas se almacenaban todo tipo de artículos.
Estas casas son el reflejo en piedra de la riqueza de una ciudad con una floreciente actividad comercial durante los siglos XV y XVI, centrada fundamentalmente en la fabricación y la exportación de tela de cáñamo. Fueron construidas por propietarios adinerados que pertenecían a la Confederación de Comerciantes de Ultramar, que dejaron sus marcas de identidad grabadas en la piedra.La calle de la Poterie es la única calle de Vitré que conserva un número considerable de casas con entramado de madera visto y soportales.
Los soportales cubiertos de la planta baja se yuxtaponen a lo largo de toda la calle formando una zona comercial cubierta muy apropiada para disponer todo tipo de artículos. Podríamos considerarlos los antecesores de las galerías comerciales de la época clásica.
Además, los soportales permitían ampliar la superficie habitable de las plantas superiores sin que esto repercutiese en el pago de impuestos ya que el cálculo del impuesto se efectuaba en base a la superficie de la planta baja. La Poterna de Saint-Pierre, ubicada al Norte, es una de las cuatro puertas que daba acceso a la ciudad amurallada. Data de los siglos XIII-XV y es la única que se conserva de las cinco que existían. Las otras cuatro eran la puerta de Embas (al Oeste), la de Gâtesel (al Sur) y la puerta de En-Haut, que se encontraba al Este. Una poterna es una puerta construida en un lugar poco visible, en una de las partes menos expuestas de la muralla de la ciudad. Por esta puerta podían pasar peatones y personas a caballo, pero no carruajes.Muy cerca del castillo y en pleno centro del casco viejo encontramos la iglesia de Notre-Dame, una construcción con aires de catedral que constituye una de las joyas de la arquitectura gótica y renacentista de Vitré. Adormecida durante casi dos siglos, la ciudad de Vitré dejó atrás su letargo durante el Segundo Imperio, dinamizándose en torno a tres edificios: la Estación de Ferrocarriles del Oeste, de estilo neogótico, el cuartel de Trémoïlle y la iglesia de Saint-Martin, de estilo neorrománico.
El aspecto actual de la iglesia de Notre-Dame, que fue reconstruyéndose gradualmente de 1440 a 1580, es el de los siglos XV y XVI. Se trata de una construcción que sirve de puente entre el final de la Edad Media y el principio del renacimiento, adaptándose a la evolución de las preferencias estéticas: en la decoración del gótico flamígero pueden apreciarse motivos ornamentales renacentistas (en la parte izquierda de la fachada sur).
La fachada principal, orientada al Oeste, está menos recargada que la fachada sur. De hecho quedaba prácticamente oculta por el Gran Mercado de telas, una construcción de madera, que fue sustituida después del incendio de 1886 por un mercado de mantequilla construido en hierro colado y ladrillo (edificación destruida en los años 60). La zona de Vitré está íntimamente vinculada a la marquesa de Sévigné. Fue una ilustre escritora del siglo XVII que vivió y escribió a pocos kilómetros de la ciudad: en el magnífico castillo de Rochers-Sévigné (Argentré-du-Plessis). Si os gustan los jardines de estilo francés no deberíais perdéroslos
En frente de la catedral está el hôtel Ringues de la Troussannais. La construcción de este palacete del Renacimiento temprano, ordenada por Monsieur de la Troussannais, data probablemente de los años 1530-1550, época durante la que este estilo se introdujo plenamente en la Bretaña.
La planta con forma de “L” está compuesta por dos alas dispuestas en ángulo recto y unidas por una torrecilla exterior de planta cuadrada con una escalera. La torrecilla se eleva hasta la parte más alta de las alas principales. El aparejo, de esquisto de la zona, está decorado con arenisca de Vitré a la altura de los vanos.
Alejada de la calle gracias a un patio interior bordeado por un muro, esta vivienda es el ejemplo perfecto del novedoso tipo de arquitectura que apareció en la época medieval y que conocerá su apogeo durante la época clásica: el palacete urbano.
Otro palacete interesante es la residencia construida por la familia Hay des Nétumières, data de la primera mitad del siglo XVIII. Se encuentra en el mismo lugar que ocupaba la casa de Madame de Sévigné en el XVII: “El Palacete de la Torre de Sévigné", llamado así porque se le había anexionado una de las torres de la muralla de la ciudad. El nuevo palacete del XVIII se construyó sobre la antigua muralla del sur de la ciudad, que sirvió de basamento del edificio. La torre que formaba parte de la muralla fue rebajada para poder utilizarse como terraza y como acceso a los jardines de estilo francés proyectados en el foso de la parte sur de la ciudad (actualmente no se conserva ni la torre, ni los fosos). En la parte norte del patio existe un acceso que da a la calle de Sévigné. Se trata de un palacete en el que se aplica un estilo arquitectónico que apareció a lo largo del siglo XVII en París (un concepto utilizado por arquitectos como Mansart o Le Vau) y que consiste en ubicar la construcción entre el patío y el jardín. Las fachadas, sobrias, están delimitadas por las bandas que marcan las diferentes plantas. Solo las cornisas, los marcos de los ventanales y la mampostería de las esquinas están hechos con piedra tallada. Los muros están construidos con mampostería de esquisto encalado, algo habitual en Bretaña (como es el caso de las Malouinières, un tipo de construcción de la zona). El museo desde 1990, ocupa parte de la casa, retratos y exhibe diversos objetos, evocando el famoso autor de la carta de la época del rey Luis XIV.Otro lugar que frecuentó Madame de Sévigné fue el palacio de Rochers-Sévigné durante sus numerosos viajes entre 1644 y 1690, data de los años 1500. Existe un plano de 1763 que nos permite hacernos una idea de cómo era la edificación.
En el museo, que ocupa parte del edificio desde 1990, se exhiben retratos y diferentes objetos que recuerdan a la conocida escritora de la época de Luis XIV.
También se puede visitar la capilla de planta octogonal (1671-1675), el jardín de estilo francés creado en 1689 por el hijo de Madame de Sévigné, Charles, e inspirado en un diseño de Le Nôtre (el jardín fue reconstruido íntegramente en 1982 gracias a la colaboración de la Asociación de Amigos de Rochers-Sévigné), y el parque original, que se conserva prácticamente en su totalidad.
Hablemos un poco de la marquesa de Sévigné, de soltera Marie de Rabutin-Chantal, había nacido en París en 1626, de familia noble. A los 18 años se casó con Henri de Sévigné, con quién tendría a su hija Françoise-Marguerite y a su hijo Charles. Al morir su marido -en duelo por una mujer (oh, y no era ella!!)-, Madame de Sévigné tenía 25 años y era una mujer inteligente, amiga de Madame de la Fayette y de Madame de Maintenon. Frecuentaba la corte y las gentes de letras, era una gran anfitriona y se movía en los salones como pez en el agua. Muy independiente y adelantada a su tiempo, rehusó tomar otro marido y, tras casar a su hija, se dedicó a escribir cartas, elevando el género epistolar al nivel de obra maestra. Las cartas de Madame de Sévigné a su hija Françoise-Marguerite, condesa de Grignan, figuran entre las obras cumbres del siglo XVII francés. Su pluma es preciosista cuando recrea la vida cortesana, son interesantes sus relatos de cotilleos de la época de Luis XIV. De ella, Voltaire dijo que era la primera persona en su siglo “en cuanto al estilo epistolar”.
Hablemos un poco de la marquesa de Sévigné, de soltera Marie de Rabutin-Chantal, había nacido en París en 1626, de familia noble. A los 18 años se casó con Henri de Sévigné, con quién tendría a su hija Françoise-Marguerite y a su hijo Charles. Al morir su marido -en duelo por una mujer (oh, y no era ella!!)-, Madame de Sévigné tenía 25 años y era una mujer inteligente, amiga de Madame de la Fayette y de Madame de Maintenon. Frecuentaba la corte y las gentes de letras, era una gran anfitriona y se movía en los salones como pez en el agua. Muy independiente y adelantada a su tiempo, rehusó tomar otro marido y, tras casar a su hija, se dedicó a escribir cartas, elevando el género epistolar al nivel de obra maestra. Las cartas de Madame de Sévigné a su hija Françoise-Marguerite, condesa de Grignan, figuran entre las obras cumbres del siglo XVII francés. Su pluma es preciosista cuando recrea la vida cortesana, son interesantes sus relatos de cotilleos de la época de Luis XIV. De ella, Voltaire dijo que era la primera persona en su siglo “en cuanto al estilo epistolar”.
De Vitré nos vamos a otra ciudad medieval yendo hacia el norte, Fougères fue una ciudad clave en la lucha por las fronteras de Bretaña. Pasear por las calles del casco antiguo, el barrio más antiguo de la ciudad, es muy agradable por sus terrazas de bares y cafés, sus casas medievales de entramado de madera que recuerdan la riqueza de la ciudad. Un espectáculo de luz y sonido ilustra la visita del castillo y narra la historia desde el año 1000 al 1500. Realmente te transporta a esa época. Erguida sobre un peñasco, es un complejo defensivo edificado entre los siglos XII y XV, que impresiona e intimida al mas pintado. Sobre todo si la primera impresión es desde la base de la muralla, justo donde está el parquing gratuito por cierto.
Erguida sobre un peñasco de esquisto, este vasto complejo defensivo edificado entre los siglos XII y XV intimida al más incrédulo. Con sus trece torres cubre una superficie de dos hectáreas y sus fortificaciones, antaño rodeadas de agua, han sido restauradas por completo. Un buen paseo (apenas hora y media) es seguir el camino de ronda y disfrutar de unas bonitas vistas a las murallas y a los jardines de la ciudad. Justo enfrente del castillo se encuentra la iglesia gótica de Saint Sulpice, que está ligada al nacimiento de la ciudad, aunque no se sabe a ciencia cierta el año preciso de su construcción, se estima que se fundó sobre el siglo X. Para la construcción de la iglesia actual tardaron casi cuatro siglos, desde 1380 a 1760. La verdad el exterior es bonito, pero el interior es magnífico, con retablos en granito muy curiosos, y vitrales coloridos con leyendas incluidas.
Rodeando las murallas se llega al puente levadizo por el que se puede entrar tranquilamente, a nuestra izquierda oiremos correr el agua, y podremos observar tres grandes ruedas de molino que aún siguen funcionando. El castillo se puede visitar, una recomendación, en un bar con terraza que da justo delante del castillo, podéis tomaros un megabocadillo con bebida por sólo 5 euros, (el bocadillo consiste en media baguette, para una persona, ya te digo que cuesta acabárselo y si queréis podéis acompañarlo de Panach' (se pronuncia panashé, es decir una clara o shandy pero con Limonade, una especie de Sprite super suave). El Barrio Medieval, está cercano al parquing y no cuesta nada visitarlo, se le conoce como la ciudad baja o el casco histórico, es el barrio más antiguo de Fougères, el único que conservó sus casas de lienzos de pared de madera del siglo XVII. Era el barrio de los artesanos: curtidores, pañeros y tintoreros que sacaban agua del Nançon para sus actividades. Aquí está la Casa de Savigny al lado del lavadero,
Si seguimos paseando podremos ver el museo del pintor Emmanuel de la Villéon, un artista local nacido en 1858, uno de los últimos impresionistas. Al final de la calle está la Iglesia de St. Leonard fundada en el siglo XII y modificada entre los siglos XV y XVI, siendo posteriormente ampliada en el siglo XIX. El templo es de estilo gótico flamígero, del cual destaca un magnífico rosetón. Saliendo de la iglesia, a la derecha hay una pequeña verja que da paso a los jardines públicos desde los cuales se tiene una vista magnífica del castillo en todo su esplendor.
En Fougères podemos ver arte callejero muy especial, en la Calle del Tribunal, hay un mural con efectos ópticos, cada detalle de la pared está extraído del paisaje arquitectural y del patrimonio de Fougères : las cristaleras, son réplicas de las de la plaza Jean Guéhenno, las fachadas, la casa de lienzo de pared de madera de la calle Nacional- el museo de La Villéon- las molduras de la fuente « copiadas » en la ventana del ayuntamiento... hasta el paisaje en lo alto del fresco, reprodución de un cuadro de Emmanuel de la Villéon. En la calle de los Prados: una ventana se abre a la selva, firmada por una artista nativa de Fougères Nathalie Serre-Combe.
En este link podéis ver el artículo que le hicieron.
En este link podéis ver el artículo que le hicieron.
O encontrar una puerta sin destino particular, en la calle de Verdun así como 23 frescos que adornan los armarios urbanos de la ciudad. Detrás del cine Le Club, en la Plaza de la Répública, se puede admirar el fresco monumental de 169 m2, de Nathalie Serre-Combe. Un guiño a la estación que se encontraba en ese sitio hace años.
Un visitante habitual de Fougères era el gran Victor Hugo, pues su amante Juliette Drouet había nacido aquí. En una carta destinada a Adèle Hugo (su hija) en 1836 le escribe: "J'ai vu cela au soleil, je l'ai vu au crépuscule, je l'ai revu au claire de lune, et je ne m'en lasse pass, c'est admirable!" (lo vi bajo el sol, lo vi en el crepúsculo, lo he vuelto a ver bajo el claro de luna, y no me cansa, es admirable!). Otros grandes personajes que pasaron por aquí fueron Honoré de Balzac, Chateaubriand,
Un visitante habitual de Fougères era el gran Victor Hugo, pues su amante Juliette Drouet había nacido aquí. En una carta destinada a Adèle Hugo (su hija) en 1836 le escribe: "J'ai vu cela au soleil, je l'ai vu au crépuscule, je l'ai revu au claire de lune, et je ne m'en lasse pass, c'est admirable!" (lo vi bajo el sol, lo vi en el crepúsculo, lo he vuelto a ver bajo el claro de luna, y no me cansa, es admirable!). Otros grandes personajes que pasaron por aquí fueron Honoré de Balzac, Chateaubriand,
La siguiente parada de la ruta es el Mont Saint Michel, durante años formó parte de Bretaña, actualmente está considerado como Normandía (cosa no muy del agrado de los Bretone) aunque no está muy clara por donde va la frontera entre estas dos regiones.
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