De Saint-Malo cruzamos el Rance para llegar a Dinard, esta ciudad-balneario conserva un aire británico en sus villas y mansiones del siglo XIX, y todo es debido a que en el siglo XIX muchos británicos decidieron establecer en ella su lugar de vacaciones, construyeron grandes mansiones, empezaron a proliferar los hoteles para alojar a los cada vez más numerosos visitantes, en esos primeros años Dinard era un pequeño pueblo de pescadores cercano a la ciudad de Saint-Enogat. A mitad del siglo XIX con la llegada de las familias británicas y de los primeros "bañistas" empiezan a crecer las villas, los hoteles, los casinos y los centros turísticos. Cerca de 1889 ya se había convertido en el lugar de encuentro de la alta sociedad nacional e internacional. Era la "primera ciudad balnearia de Francia". Con la afluencia de turistas ricos y de la nobleza, Dinard se convierte en una de las ciudades más modernas de Francia, y la que mejor dotada está en cuanto a instalaciones: en 1888 ya tienen agua corriente, en 1891 se abre un hospital, en 1898 disponen de las primeras líneas de teléfono y la electricidad llega en 1902. Hasta la crisis de 1929, Dinard será la sede de la créme de la créme de toda la nobleza y personalidades importantes, ya fueran políticos, familias reales, artistas y escritores. Era un lugar de reunión de la intelectualidad del momento: Debussy, Jules Verne, Lawrence de Arabia, Churchill, Felix Faure, Picasso...
La verdad es que no teníamos previsto visitar Dinard, pero de camino al Fort La Latte y el Cap Fréhel hicimos una pequeña parada para estirar un poco las piernas y pisar la playa. Tuvimos suerte, aparcamos el coche justo delante de la playa, y la marea estaba bajando por eso pudimos ver una playa inmensa. Toda la playa está rodeada con pequeñas cabinas que se utilizan como cambiadores, me da la impresión de que no son de uso público, pues en muchas cerraduras de las cabinas habían enormes telarañas, como si hiciera tiempo de que nadie las había utilizado, una pena, lo chic que debía ser a principios del siglo XX venir aquí a disfrutar de los baños, con esos bañadores tan "ponibles", donde los hombres y mujeres se bañaban separados... cómo ha cambiado el mundo, ha ido evolucionando tanto, como el tamaño menguante de los trajes de baño de las mujeres. Para ver un poco las "pequeñas" villas de la Belle Epoque que sabíamos que había, nos recorrimos toda la playa hacia el oeste, ahí empieza un camino de ronda (es el antiguo camino de los aduaneros, por donde controlaban el contrabando de sal. Antes de 1865 la punta de la Malouine (originalmente se llamaba Pointe du Grouin) era sólo un promontorio al lado de la Plage de l'Écluse donde sólo había la cabaña de los aduaneros. En Agosto de ese año el Duque Audiffret Pasquier seducido por el entorno, después de una partida de caza, decide comprar 6 hectáreas de terreno, casualmente los de la punta, y construye su castillo al que llamará La Malouine. En 1879 Auguste Poussineau le compra al Duque el castillo y los terrenos, los recalifica y los divide en parcelas más pequeñas que irá vendiendo a lo largo de 30 años a familias importantes que quieren un lugar de veraneo exclusivo. A lo largo del camino (estrecho y que cae al mar) que bordea la Punta de la Malouine se llega a la Plage de Saint-Enogat, y que da acceso a algunas de las mansiones. La primera mansión que se ve es la Kerozar, del 1880, la siguiente es Belle Assise (1888), y así le siguen la Roche Plate (1890), Vélox et Ker Annick (1895), Villa Cézembre (1892) que lleva el mismo nombre de la isla que tiene delante, Bel Esbat (1892) donde Edmond de Rostand escribió Cyrano de Bergerac en 1898, y así sucesivamente hasta llegar a la que está en la punta, Les Roches Brunes, para mí una de las más bonitas pues desde ellas puedes ver Saint Malo en frente mismo y a la derecha Dinard y a la izquierda Saint-Enogat, en 2007 su antiguo propietario la legó a la ciudad, sirve para exposiciones, aunque de momento sólo se puede acceder a la planta baja y a los jardines, el resto del edificio está en restauración para abrirlo todo al público.
Nosotros no pudimos hacer todo el recorrido si queríamos llegar a nuestro siguiente destino, así que dimos la vuelta y volvimos sobre nuestros pasos, después de pasear por la playa al ir a coger el coche vimos una estatua cuya fisonomía es inconfundible, el gran maestro del suspense, Hitchcock, que contemplaba la lejanía del mar con un par de cuervos sobre sus hombros. Mucho en Dinard dicen que Alfred Hitchcock tuvo como referencia para la casa de Psicosis, una villa que se encontraba en la Plage de l'Écluse.
Otros famosos que veranearon en la zona fueron Lawrence de Arabia que vivió en Dinard cuando apenas era un niño pequeño, mucho antes de sus hazañas árabes, y Picasso, que pintó aquí, "Los bañistas jugando a la pelota", "Bañista abriendo una cabaña", "Madre e hijo" (Olga su mujer y Paulo su hijo), "El beso "," Mujer acostada en la playa", la verdad es que Picasso hubiera preferido ir por el Mediterráneo, pero su mujer se impuso ya que les recomendaron que el clima bretón mejoraría la frágil salud de su hijo, primero se hospedaron en el Grand Hotel, luego alquilarían la villa Beauregard. El gran Claude Debussy se supone que tuvo la idea de "La Mer" durante una visita a Saint-Enogat en 1902, bueno más bien cuando iba en barco y le pilló una tormenta. En 1996 Éric Rohmer filmó parte de la película "Conte d'été" en Dinard. Oscar Wilde también visitó el lugar durante una larga temporada junto a su mujer y sus hijos, y lo menciona en su obra De Profundis. Agatha Christie también fue una cliente habitual de sus hoteles, Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, las grandes familias reales de media Europa, Buffalo Bill también llegó a la ciudad con su circo, y alquiló toda una planta del Grand Hotel Royal.
De aquí nos fuimos hacia el Fort La Latte y al Cap Fréhel estamos en plena Costa Esmeralda, una belleza llena de acantilados, esta costa se extiende a lo largo de 90 kilómetros, desde la punta de Grouin hasta el cabo Fréhel, y pasas por numerosos pueblos de pescadores como Saint-Brieuc, Paimpol, Trébeurden, pero si hay un lugar interesante desde el siglo X ese es el Fort La Latte. Se encuentra a 4 km del Cap Fréhel al que se puede acceder andando a través de un sendero a lo largo de los acantilados, pues por un lado la pendiente baja hasta 70 metros hacia el mar, y en el lado que da a tierra estas acompañado por enormes zarzales (hay que tomárselo con calma, aproximadamente una hora para hacer el recorrido sin percances). Estamos a tan sólo 35 km de Saint-Malo, así que es una buena excursión desde allí. Este impresionante castillo se encuentra solitario sobre una pequeña lengua de tierra en la Baye de Fresnaye, donde la familia Goyon-Matignon construyeron un castillo en el siglo XIII. En 1379 fue conquistado por Bertrand du Guesclin, en 1490 estuvo sitiado por los ingleses, y fue en el siglo XVI, bajo el reinado de Luis XIV se convirtió en una auténtica fortaleza, a cargo del insigne Vauban. Cuando los ataques ingleses y holandeses caían sobre Saint-Malo, desde el Fort La Latte defendían la ciudad, utilizando las balas de cañón que el mismo horno del castillo iba produciendo. Sirvió como prisión para albergar a algunos sospechosos contrarevolucionarios durante la Revolución Francesa. El último ataque sucedió en 1815 durante los Cien Días (cuando Napoleón regresó al poder del 20 de marzo al 28 de junio, justo la Campaña de Waterloo) cuando unos "malouins" atacaron sin éxito el castillo. El castillo se ha utilizado como escenario para diferentes rodajes, como "Los tres mosqueteros" (de 1948, con Gene Kelly y Lana Turner), Los Vikingos.(con Kirk Douglas y Tony Curtis, en 1958)... Una curiosidad más, hay una placa conmemorativa de la visita en 2012 de uno de los descendientes de la familia fundadora, los Goyon de Matignon, y que resulta ser Alberto de Mónaco, (curioso que este castillo se asiente en una roca, y él también tenga el suyo en otra...)
Para llegar hay que recorrer una carretera al final de la cual hay una caseta en la que si quieres seguir hasta el faro debes pagar una entrada de 2 euros por coche para acceder al aparcamiento, hay gente que prefiere dejarlo en la carretera, o en la cuneta, pero hay que tener en cuenta que la carretera es estrecha, que dos coches al mismo tiempo no pasan, y si es un autocar o auto caravana puedes acabar con algún arañazo en la carrocería, si te lo cubre el seguro tu sabrás, pero si el coche es de alquiler, no lo dudes, paga los eurillos de cabeza. En la explanada hay dos faros, uno del siglo XVII construido por Vauban y el otro es de 1950, se pueden visitar pero hay que tener en cuenta los horarios franceses.
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