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miércoles, 4 de junio de 2014

Luis XV, el amante real de todo lo que llevase faldas, la reina, las "maitresse en titre", las doncellas, las cocineras, ninguna escapaba...de sus garras.


Con Luís XV se diseña la Place Royale, que más tarde se convertirá en la Plaza de la Concordia. Pero los disturbios políticos arrasan la capital, la entrada de Francia en la Guerra de los 30 Años provoca que la ciudad se vea asolada por epidemias y hambre.

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Palais Royale
Hacia finales de agosto de 1715, Luis XIV se estaba muriendo de gangrena. El 26 de agosto llamó a su bisnieto de cinco años, Luis, a su lado, y le dijo estas palabras que pasarían a la historia: «Hijo mío, vas a ser un gran rey. No imites mis gustos por construcciones y guerras. Al contrario, trata de tener paz con tus vecinos. Vuelve a Dios lo que le pertenece; reconócele las obligaciones bajo las que te encuentras; haz que tus súbditos lo honren. Sigue siempre buenos consejos. Trata de solventar el sufrimiento de tu pueblo, que me aflige no poder solucionar. (...)». Seis días después, el hombre que había gobernado Francia durante más de 70 años murió, y Luis XV fue proclamado como el nuevo rey.
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Versalles
Pronto el duque de Orleans asumió la Regencia en sus manos. Una de sus primeras decisiones fue ordenar el traslado de la corte del palacio de Versalles al Palais Royal, un pequeño palacete en el centro de París, donde podría controlar mejor la Regencia y al propio príncipe. A pesar de la gran responsabilidad que recayó sobre el duque, Felipe de Orleans no abandonó su vida licenciosa. Los escándalos tiñeron la regencia, con la organización de continuas orgías y fiestas desenfrenadas en los salones del Palacio.
Luis XV vivió su infancia marcado por las bacanales del duque, pero también por el terror a la muerte. En 1719, su tía la duquesa de Berry, celebre protagonista de las orgías del Regente, fallece a los 23 años, víctima del exceso de comida y alcohol y de sus embarazos clandestinos. Habiendo perdido a la mayoría de sus parientes a la edad de dos años, el príncipe desarrolló una personalidad reservada, tímida, caracterizada por ataques de melancolía y cambios bruscos de humor. Durante su adolescencia vivió en aquel palacio, desprovisto del cariño familiar del que dependía. Uno de sus importantes apoyos en aquellos años fue la princesa española Mariana Victoria de Borbón, hija del rey Felipe V de España, traída a Francia cuando era una niña para convertirse en la futura esposa del rey-niño. A pesar de los deseos de ambos reinos, la niña era demasiado joven para poder pensar en un matrimonio y no había herederos directos que asumiesen el trono francés en caso de que Luis XV muriese. Por el propio miedo a que los siguientes en la línea sucesoria, los Orleans, asumiesen el trono, el consejo de Regencia presionó al Regente para que devolviese a la princesa a España.
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María Leszczynska
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Madame de Pompadour
Cuando Luis XV asume por fin el poder, la corte decide que ya es momento de concertar el matrimonio del rey. Así comienza una carrera a contrarreloj para elegir a la candidata más adecuada entre las jóvenes casaderas de Europa. Pronto fueron descartándose princesas por ser demasiado mayores o demasiado jóvenes para un rey de tan sólo veintidós años. Entre las candidatas se hallaba la futura emperatriz Isabel I de Rusia, que recibió un duro golpe al ser rechazada. Finalmente, la elegida fue la princesa polaca María Leszczynska. A pesar de que María vivía en una familia con pocos recursos económicos y no aportaba beneficios estratégicos, fue elegida principalmente para que cumpliese la función esencial de las reinas del momento: dar un heredero a la corona. Así, el 5 de septiembre de 1725, los reyes contrajeron matrimonio en la catedral de Reims. En un primer momento, la pareja gozó de muy buenos momentos juntos. Se compenetraban bien y el rey empezó a confiar enormemente en su esposa. Al pasar el tiempo, el rey comenzó a alejarse de María, sustituyéndola en el gozo por un gran número de amantes.
María vivió hasta su muerte atada a continuos embarazos (le dio al rey 10 hijos) y dedicada a la religión. Pero el rey ya no volvió a apoyarse en ella y únicamente visitaba su lecho para cumplir los deberes matrimoniales. Después del décimo parto, María  se plantó y ya no quiso volver a quedarse embarazada, considerando que había cumplido con creces sus deberes hacia la corona. Mientras el rey disfrutaba de sus amantes, como  Madame de Pompadour, la más conocida. Otras tantas fueron, Pauline Félicité de Mailly-Nesle, Marie-Louise O'Murphy, Françoise de Châlus.
Si queréis saber más cosas de la Pompadour, y de todo lo que hizo por la cultura clickar aquí.

Los amores extramatrimoniales reales no suponían un escándalo para nadie en esa época, eran públicos y el ser aceptados o rechazados por los cortesanos era cuestión de partidismo: si la favorita les era propicia, todo marchaba bien, pero si afectaba a los intereses de alguien, se convertía automáticamente en una prostituta a la que había que reemplazar.
El hecho de conseguir una favorita para el rey, suponía un suculento negocio a los miembros de la Corte y os aseguro que en la búsqueda de dicho status, entraban a formar parte los familiares directos, amigos cercanos y que decir tiene la propia aspirante a favorita, que sobrellevaba con altruismo tan honorable quehacer, en espera de la elección y retribución correspondiente. Ser pariente o benefactor de una de estas amantes significaba obtener tierras, dinero, títulos…y había que darse prisa en conseguir todo esto antes que apareciera una nueva sucesora que la desplazara.

Alguna de estas mujeres llegaron a ser más importantes e influyentes que la propia reina, cuya única misión era aportar herederos a la corona y satisfacer las necesidades reales. Mientras que las favoritas, si eran lo suficientemente inteligentes y sabían como manipular la voluntad del rey, arrebataban a la reina el puesto que le correspondía en el mundo que rodeaba al monarca, pasando la reina a un segundo término. En Francia se les llegó a crear un título para las favoritas:” maitresse en trite” (favorita real) con la finalidad de elevarla a un rango oficial.
A las soberanas, no les quedaba más remedio que tolerar la situación. Si tenían alguna influencia sobre el heredero, una vez muerto el rey, su venganza hacía la privada era tremenda. A pesar de todo, si querían seguir siendo respetadas en su categoría de esposa real, tenían que soportar la cercanía de las favoritas, e incluso admitirlas en el su séquito personal. 

Al no estar interesado en la política, el rey, adoptó la costumbre de ausentarse de las reuniones, haciéndose cargo los principales ministros. Debido a su desconocimiento político y aquejado de apatía, misantropía y aburrimiento por los asuntos de estado, conduce a Francia a una situación política difícil de encauzar. Poseía una sexualidad de superhombre, ya que además de atender a su esposa hasta la extenuación, amén de satisfacer a sus favoritas, operaba en serie con las muchachas que los cortesanos le preparaban en su palacio de Versalles. Este nutrido gineceo fue conocido en la corte como “Le parc aux cerfs” o “Parque de los ciervos”. Estuvo siempre bien servido de jovencitas que al cumplir los 18 años, eran recompensadas casándolas con un caballero de la corte. Siendo casi sexagenario, abandona por completo sus obligaciones como Monarca de los franceses, dejando la nación en manos extrañas y permitiendo que las concubinas participen en asuntos de gobierno, consagrando los últimos años de su vida a su pasatiempo preferido: los placeres carnales. 
Madame du Barry
Cuando Madame de Pompadour muere, el rey le encuentra un recambio, y aparece en escena Madame du Barry, una joven hija de una costurera y un monje, que tras el escandalo que supuso el embarazó llegó a París para encontrar marido y que se hiciera cargo de ella y de su hija, Jeanne. La niña creció interna en un colegio, pero la ambición que tenía la hizo abandonar el colegio, a los 15 años y empezó a trabajar como lectora de una tal madame Legardère, cuya nuera escandalizaba al París bienpensante por sus inclinaciones lésbicas. La dama, al percatarse de los encantos de la asistente de su suegra, intentó seducirla, pero Jeanne la rechazó y prefirió caer en brazos del marido. Fue despedida y tras el escándalo ni su madre ni su padrastro quisieron hacerse cargo de ella, por lo que tuvo que buscarse la vida trabajando en distintos oficios. Fue bordadora, modista y sombrerera al tiempo que seducía a militares, financieros y cortesanos, y posó como modelo de pintores y escultores. Entonces conoció a Du Barry, un personaje que se dedicaba a hacer de mediador entre hermosas jóvenes y altos cargos de la corte. Así la Du Barry llegó a oídos del monarca. Durante largo tiempo fue la amante real, hasta que en la primavera de 1774 Luis XV cayó víctima de la viruela. Como solía hacer cuando el monarca enfermaba, Jeanne se dispuso a permanecer junto a la cabecera de la cama del enfermo. Sin embargo, para su sorpresa, se le impidió el paso a las habitaciones reales. Lo que había sucedido era muy simple. Cuando el rey comprendió que su vida llegaba a su fin, sin consideración alguna hacia la persona que le había amenizado sus últimos años, dio órdenes de que no se le permitiera el paso a la alcoba. Sin pensar que con ello la humillaba públicamente, el soberano se confesó, comulgó y pidió perdón por lo que calificó de “conducta escandalosa” ante la corte en pleno. Tres días después murió.

El gobierno de la Nación va pasando a manos de privados y favoritas, que van dejando las arcas del Estado vacías. Las guerras, la mala administración, el lujo de la corte, la agitación parlamentaria y la mala política exterior, influyen de tal manera en el pueblo, que ahora la insatisfacción y el hambre hace que se levante contra el tirano, desembocando en la Revolución Francesa y sus trágicas consecuencias. 
Tras la muerte del rey, a este le sucederá su nieto Luis XVI, que casado con Maria Antonieta seguirán viviendo en Versalles una vida de lujo y despreocupaciones al principio, pero al ver la situación de la ciudad intentaran arreglarla, pero a pesar de su juventud no tendrán tiempo para ello, la Revolución Francesa está a la vuelta de la esquina.

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