Londres, el verano de 1666 está siendo duro, muy duro para los que han perdido a su familia por culpa de la peste que a asolado la ciudad, y el país. El clima está siendo extremadamente seco y caluroso, aunque la primavera y el invierno también lo han sido . Las casas están más secas de lo habitual, se echa en falta la humedad y las lluvias de Londres.
Es sábado, 1 de septiembre, en un pequeño callejón de nombre Pudding Lane, tan pequeño que apenas cabe una carretilla, y que nos lleva a la populosa Thames Street, centro de la actividad comercial. En este callejón está la panadería de Thomas Farynor, el panadero del rey Carlos II. No se sabe bien por qué pero esta vez el panadero se olvida de apagar el horno de su panadería, como siempre suele hacer. Sobre las dos de la madrugada del domingo día 2 los criados del panadero le despiertan alarmados, el horno ha prendido el piso inferior de la casa, están atrapados. Para poder escapar del fuego deben salir por la ventana y subirse a la azotea, lo consiguen el panadero, su hija y un criado. La pobre doncella no se atreve a caminar por el tejado, y muere en el incendio. Ella fue la primera víctima del incendio, que ya ha devorado la casa del panadero y amenaza con extenderse sobre las casas vecinas. Las construcciones están todas amontonadas, todas muy pegadas unas con otras. El fuerte viento que empieza a soplar desde el este, comienza a empujar las llamas en dirección al oeste, en apenas dos horas de haber comenzado el incendio, este ya se ha descontrolado.
Los alguaciles van corriendo a informar al Lord Major de Londres, se trata de Thomas Bludworth, y la respuesta que da pasará a la historia como un gran ejemplo de irresponsabilidad de un gran incompetente, sólo se le ocurrió decir "¡Mead! ¡Una mujer podría acabar con él de una meada! y se volvió tranquilamente a la cama. Por suerte estaba Samuel Pepys, que más tarde se haría famosos por los diarios que escribió sobre la vide en Londres entre 1660 y 1669. Por aquel entonces era oficial de la Armada, decidió subirse a la Torre de Londres para poder ver lo que ocurría con el incendio. Y lo que vio le heló la sangre, el incendio ha arrasado Pudding Lane, la cercana Fish Street Hill está reducida a cenizas, incluidos los almacenes llenos de carbón, leña, aceite y brandy, lo que hace que las llamas se hayan avivado considerablemente. El fuego ha alcanzado el Puente de Londres, cuya construcción se había iniciado en 1176 bajo el reinado de Enrique II de Inglaterra y fue completado durante el reinado de Juan Sin Tierra. Lo malo de que haya llegado hasta el puente, es que sobre el mismo hay una estructura con hasta siete pisos de casas, llenas de comercios y pegadas unas a otras. Apenas hay una estrecha callejuela que separa las casas a ambos lados del puente.
Todos los que vivían en el puente estaban intentando salvar sus bienes, los arrojaban al río o utilizaban barcas a las que lanzarse para poder huir. Este no era el caso de los más pobres, que esperaban hasta que el incendio llegaba hasta la puerta de su casa, para saltar al río. Por aquel entonces no existía el cuerpo de bomberos, sino que las parroquias o algunos particulares disponían de carros con bombas de agua montadas sobre ellos, pero primero había que localizarlos y reunirlos para que pudieran actuar. Todo ese tiempo que se perdía hacía que el incendio tuviese alas. Cuando consiguieron organizar las brigadas, el problema era la gente que huía del incendio y los arrastraba impidiendo que llegasen a la zona del fuego. Cuando lo consiguieron se dispusieron a seguir con la táctica de crear cortafuegos dentro de la ciudad, para ello había que derribar una linea de edificios para que sirviera de barrera. El Lord Major, a esas alturas ya se había dado cuenta de que con una simple meada no conseguirían nada, había dado la orden de formar los cortafuegos demasiado tarde, el fuego estaba sin control.
Mientras Pepys, viendo que ya hay más de trescientas casas destruidas, y al ver como está ardiendo el Puente de Londres, solicita audiencia al Rey Carlos II en su calidad de oficial de la Armada Inglesa. Cuando le explica al rey cómo está la situación, el rey le ordena que contacte con el Lord Major y le ordene que demuela todas las casas que sean necesarias con tal de cortar el fuego. Cuando Pepys se encuentra con Bludworth se lo encuentra que está sufriendo una crisis nerviosa y es incapaz de hacer nada más que desmayarse.
Las llamas se extienden hacia el oeste y el norte de la ciudad , sus dimensiones son tan grandes que parece el Juicio Final. Hacia el mediodía del domingo se abandonan los intentos de extinción y control del fuego, la gente trata de huir y ponerse a salvo con lo poco que tienen como pertenencias.
El rey se encuentra en un barco en el Támesis, desde ahí contempla la ineptitud del Lord Major, decide relevarle del cargo y ordena que se sigan derribando casas para formar otro cortafuego, pero ya es demasiado tarde. El aire que se encuentra sobre el incendio se calienta mucho por el efecto del fuego, y va subiendo a gran velocidad creando un vacío que es ocupado por corrientes de aire más frío que se encuentra a ras del suelo, lo que sirve para alimentar de oxígeno a las llamas que se hacen aún más virulentas, es lo que se conoce como tormenta ígnea.
El fuego seguirá ardiendo toda la madrugada hasta el lunes tres de septiembre, cuando amanece un fuerte viento del este, ayudado por el clima cálido y seco, hará que el fuego recorra la ciudad, arrasando todo lo que encuentra a su paso. El señor Bludworth ha desaparecido, ni está ni se le espera, por lo que el rey decide poner al mando a su hermano el duque de York, que tratará de abrir nuevos cortafuegos en distintos puntos de la ciudad. La verdad es que con poco éxito, pues el fuego iba demasiado veloz. Tan veloz como lo hacía el monarca que recorría la ciudad acompañado de una pequeña escolta para animar a los que combatían las llamas.
El mismo Puente de Londres hizo de cortafuego, así que el fuego no llegó a la otra orilla del Támesis, en cambio las llamas se dirigen hacia el norte, al corazón de Londres. La Catedral de Saint Paul cae pasto de las llamas, al igual que el distrito comercial y de negocios de la ciudad. Los ricos salen a las calles entregando dinero a los ciudadanos que encontraban para que les ayudasen a salvar sus pertenencias.
La ciudad seguirá quemando todo el lunes, y su noche, continuará el martes pero ya su fuerza será menor. El pueblo lleva días buscando culpables, y como no, empiezan los rumores de que ha sido provocado por los holandeses y francese, justo con los que Inglaterra mantenía una larga enemistad. Empiezan a producirse ataques a extranjeros hasta que el rey decide enviar al ejército para protegerles.
Después de cuatro días de incendio el miércoles 5 de septiembre el viento amaina y las llamas se extinguen, dejando un panorama desolador. Se habían destruido trece mil viviendas, la catedral de Saint Paul, el Custom House, todas la prisiones, la Oficina General de Correos, la Bolsa, la Royal Exchange. Hay más de doscientos mil londinenses sin hogar, sin nada... pero sólo se han contabilizado cuatro muertos, oficialmente claro. Ahora sabemos que pudieron morir miles de ellos, y si los cuerpos no se encontraron fue porque el intenso calor había provocado que hasta los huesos se desintegrasen, como había pasado con las cerraduras de la ciudad, que quedaron fundidas por el calor. Más del 75 % de la ciudad que estaba dentro de las murallas había desaparecido, y fuera de ella había suburbios que también habían sido afectados.
Como muchos dicen, no hay mal que por bien no venga, el incendio a pesar de que nos cueste imaginarlo, tuvo dos efectos beneficiosos. Por un lado supuso el final de la epidemia de peste de 1665, y por el otro la renovación total de la ciudad.
Como muchos dicen, no hay mal que por bien no venga, el incendio a pesar de que nos cueste imaginarlo, tuvo dos efectos beneficiosos. Por un lado supuso el final de la epidemia de peste de 1665, y por el otro la renovación total de la ciudad.
A finales de septiembre, una comisión parlamentaria fue nombrada para la investigación del incendio. Durante la investigación un relojero protestante francés, un tal Robert Hubert, confesó haber provocado deliberadamente el incendio en la panadería, ayudado por otros conspiradores. Sus colegas dijeron que estaba desequilibrado, además los detalles de su confesión iban cambiando según lo interrogaban, el Conde de Clarendon comentó que "ni los jueces, ni nadie presente en el juicio creyeron que fuera culpable, pero consideraron que era un pobre desgraciado, cansado de la vida y no dudaron en ahorcarlo en Tyburn."
El comité parlamentario informó en enero de 1667, que no habían encontrado nada que pudiera argumentar que el fuego había sido provocado. Sólo sería años más tarde en 1678, durante un complot papista, Titus Oates declaró que "la ciudad de Londres fue quemada en el año 1666 por los papistas... para introducir el poder arbitrario y papista en este reino" debido a estas declaraciones en el monumento conmemorativo colocaron una placa en la que se decía "la traición y la malicia de la facción papista", retirada en 1831.
El comité parlamentario informó en enero de 1667, que no habían encontrado nada que pudiera argumentar que el fuego había sido provocado. Sólo sería años más tarde en 1678, durante un complot papista, Titus Oates declaró que "la ciudad de Londres fue quemada en el año 1666 por los papistas... para introducir el poder arbitrario y papista en este reino" debido a estas declaraciones en el monumento conmemorativo colocaron una placa en la que se decía "la traición y la malicia de la facción papista", retirada en 1831.
Tan sólo un año después se aprobaría la Ley de Reconstrucción, que permitirá en apenas ocho años que se construyan diez mil casas, todas ellas en ladrillo o piedra para evitar que se repitieran nuevos incendios. Las calles serán más anchas, se construirá un nuevo alcantarillado subterráneo que sustituirá las que había a cielo abierto, eso hará que la ciudad sea más limpia y menos olorosa. Se instauraron las aceras en las calles, se amplió el ancho de las mismas para permitir que entrara la luz en las casas, y éstas fueran más ventiladas. El renacimiento de este nuevo Londres se lo debemos al arquitecto Cristopher Wren, que dirigirá la construcción de cuarenta y nueve iglesias, y como no la nueva Catedral de Saint Paul. Será el encargado de planificar las amplias avenidas, las plazas y los parques, estableciendo las bases del Londres moderno.
Por iniciativa del rey, Carlos II, Cristopher Wren y Robert Hooke construyeron un monumento cerca de Pudding Lane, se encuentra a unos 61 metros de donde se sabe que comenzó el incendio. A su vez su altura de 200 pies (corresponderían a 61 metros) recuerda la distancia del foco del fuego. Se le conoce como "The Monument". En 1668 se añadieron las acusaciones contra los católicos en una inscripción del monumento, que según algunos los hacían culpables del suceso: " Aquí, con permiso del cielo, el infierno se desató sobre esta ciudad protestante... iniciado y llevado a cabo por la traición y la malicia de la facción papista..." Esta inscripción a pesar de que lo que relata no fue cierto, se mantuvo hasta 1830.
Hay otro monumento que nos recuerda este gran incendio, se trata del Golden Boy de Pye Corner en Smithfield, marca el lugar donde el fuego se detuvo. También hay una inscripción en la que se constata que el hecho de que el fuego se iniciara en Pudding Lane y se detuviera en Pye Corner era un indicio claro de que el fuego era una evidencia de la ira de Dios en la ciudad de Londres, por el pecado de la gula...
El Golden Boy, es un querubín de casi dos metros metido en una hornacina, es una figura de madera recubierta de oro, en sus inicios estaba incrustada en la parte delantera de un pub en Pye Corner, y que era conocido como "La fortuna de la guerra". Está situado en la esquina de la calle Giltspur y Cock Lane, en Smithfield, en el centro de Londres, cerca del Hospital de San Bartolomé.
Su proximidad al hospital nos lleva a contaros una historia bastante macabra, sobre los Body Snatchers, o sea ladrones de cuerpos...
En los siglos XVIII y XIX digamos que hubo cierta escasez de cadáveres para que los médicos pudieran diseccionar, y a raíz de esto se creo un negocio que movía bastante dinero. Los ladrones de cuerpos por una buena suma se acercaban a los cementerios y desenterraban a los que acababan de morir, o sino asesinaban a cualquier menesteroso que se encontrasen por la calle y vendían su cuerpo. La gente temía el robo de órganos de sus difuntos, tanto, que solían pagar a guardias para que vigilasen al muerto hasta que este se hubiera descompuesto y ya no fuera útil para su disección. Se dice que la iglesia del Santo Sepulcro que está cerca de Pye Corner se construyó para disuadir a los Body Snatchers. Lo más fuerte de todo es que en el pub "La fortuna de la guerra" donde estaba el rollizo querubín, era el lugar macabro donde traían los cuerpos para que los médicos del hospital cercano los evaluasen y dieran el visto y así poder realizar el correspondiente cobro de los servicios.
Aún estaba la ciudad en ascuas, cuando el rey dictó los primeros decretos de emergencia, primero ordenó distribuir pan y otros alimentos en los barrios del norte y de levante, que eran los más castigados. Se habilitaron las iglesias y escuelas que aún estaban en pie, para albergar a los que habían perdido sus casas. Al mismo tiempo se lanzó una campaña nacional para conseguir fondos para ayudar a las víctimas. Cumplidas estas primeras medidas, y restablecida en mayor o menor medida la normalidad en la ciudad, Carlos II se enfrentó a la dura tarea de reconstruir Londres. Para ello solicito la ayuda de sus amigos científicos, como Christopher Wren, arquitecto y astrónomo, o el matemático y físico Robert Hooke, así como el escritor y estadista John Evelyn que le propusieron ambiciosos planes inspirados en el urbanismo barroco que por aquel entonces hacía furor en el continente. La cosa fue muy lenta, pues no habían suficientes fondos, además ya sabemos como de tradicionales son los londinenses como para cambiarles de arriba a abajo la ciudad. De modo que la reconstrucción se llevó a cabo según las posibilidades del Reino, el Ayuntamiento y los propios vecinos. Cinco años después, aún quedaban unos 20.000 habitantes que no habían regresado a la ciudad, pese que se habían construido ya casi 10.000 viviendas y edificios.
La Rebuilding Act, o sea, la Ley de Reconstrucción de 1667, establecía una serie de normas para que la nueva ciudad fuera más sólida, habitable y segura. No todos cumplieron dichas normas, pero la ciudad cambió realmente de aspecto y no sufrió incendios de tal magnitud. Desaparecieron las casas de madera, las callejas y callejones, las fachadas de las casas ya no eran escalonadas, sino rectas, eso facilitaba el paso del aire y del sol. De esta época vienen las manzanas de casas iguales, con los tejados de pizarra y las típicas chimeneas londinenses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario