Durante el reinado Isabelino, la cultura y las artes florecieron sin medida, al igual que la ciudad de Londres.
El Londres Isabelino lo encontramos por distintas partes de la ciudad. Tal vez lo que más nos recuerde esa época sea el teatro The Globe. Situado en la zona de Bankside, al otro lado del río. El que ahora podemos visitar no es ni mucho menos el original, pero podría serlo por la exactitud con la que se hizo.
El Globe original fue construido en 1599 para la compañía de teatro "Chamberlain's men", de la que formaba parte el mismísimo William Shakespeare. Se encontraba situado en el extraradio de la ciudad, fuera de las murallas, tal y como hemos dicho al otro lado del Támesis, a no más de 500 metros de donde está hoy el London Eye. Se trataba de una zona poco recomendable de borrachos y delincuentes, que está fuera del control de los consejeros de Londres, estos consejeros consideran a los actores unos vagabundos que esparcían enfermedades, ruido y desorden. A pesar de esta opinión los actores cuentan con el beneplácito de la ya anciana Isabel I, que adora el teatro y apoya la compañía de Shakespeare.
Pero el Globe no fue el primer teatro construido en la ciudad, sino que lo fue el Rose, construido entre 1586 y 1587. Ambos teatros competían por el público, un público que estaba dispuesto a pagar por ver una obra de teatro. La entrada tenía un coste de un penique, si querías sentarte había que pagar dos, y por tres conseguías un cojín donde descansar tus posaderas.
El Globe era de madera en su mayor parte, descubierto por el centro, y con techumbre de paja, los materiales con los que se ha construido proceden de otro teatro desmantelado al norte de Londres. En torno al escenario habían dispuestas unas galerías en las que se sentaban los que tenían más dinero, los más pudientes se situaban en los palcos integrados en el escenario, y el pueblo llano se situaba en el patio, justo en frente del escenario, a éstos últimos los llamaban "pisatierras" o "apestosos" La estructura circula daba a todo el mundo un buen punto de vista, al estar descubierto, en el suelo había cáscaras de avellana para evitar que el suelo quedase embarrado si llovía. La primera representación fue en 1602, y la obra escogida fue "Noche de Reyes", junto al escenario se encuentra un sonriente caballero, es el autor, está contento, el teatro tiene el aforo completo, parece que esto promete.
Desgraciadamente en una representación de Enrique VIII la paja del tejado se prendió y el techo ardió, el edificio quedó totalmente en ruinas era el año 1613. Se reconstruyó, pero acabó cerrando en 1642 gracias al puritanismo que se había extendido por Inglaterra. El Globe acabó cerrándose por imperativo de la llamada Administración Puritana. Dos años más tarde lo demolieron.
Tres siglos más tarde, un hombre llamado Sam Wanamaker había llegado a Londres para conocer lo que el consideraba la cuna del teatro, buscaba la meca de los actores teatrales y del famoso W. Shakespeare. Pero sólo encontró una triste y mísera placa en la pared de una vieja fábrica de cerveza que se alzaba en el antiguo solar del teatro.
Wanamaker decidió que no podía ser, así que creó un fideicomiso con la intención de instaurar la memoria de Shakespeare a través de sus obras. En 1949 comenzó la reconstrucción, que estaría a 100 metros de donde estaba el original. Por desgracia Wanamaker murió tres años antes de su inauguración que fue en 1997.
Isabel I, murió en 1603 sin dejar herederos, le sucedió al trono su primo segundo, hijo de María Estuardo que a su vez era el rey de Escocia, Jacobo VI. En Londres no les hizo mucha gracia que el nuevo soberano de Inglaterra fuera un rey escocés. Si la idea de coronarlo no había caído bien, su llegada a Londres en persona produjo una atónita decepción. El monarca mantuvo una expresión severa, y ni miró ni saludó a los numerosos curiosos que presenciaban su desfile de entrada a la ciudad. Las autoridades que lo esperaban a las puertas de Whitehall, comprobaron el fuerte acento escocés que tenía, a pesar de que sus palabras fueron escasas.
Con este rey la ciudad se vuelve diversa y a su vez intolerante, los barrios y distritos se dividen por oficios, y también por nacionalidades. A los prestamistas los encontramos en Long Lane, los dentistas y ópticos ofrecen sus servicios en Ludgate, y los libreros en los alrededores de Saint Paul. Para distinguirse cuelgan carteles metálicos tallados, con una muela, unas gafas, una tetera o un yelmo según sea el carácter del comercio.
Los artesanos se dividen en parroquias, los tejedores de encajes los encontramos en Saint Martin, los caldereros en Saint George, a los carpinteros en Lamberth y a los pintores y decoradores en el santo Sepulcro.
Estos barrios estarán formados por inmigrantes del norte del país, así como tejedores de paño de los Países Bajos, los cerveceros de Alemania, los encuadernadores de Bélgica, y los Italianos que se dedican a ser armeros.
Esta creciente aglomeración de gente de nacionalidades diversas despertó prejuicios y enfrentamientos. Lo que era sana competencia, se convierte de la noche a la mañana en intolerancia, y la diferencia en xenofobia.
El rey seguía ausente, no se enteraba de los problemas de sus súbditos, bastante tenía con aguantar a la nobleza anglosajona que cada vez le exigía más lugar y poder en la corte, hasta el punto de tener que enviar a sus consejeros escoceses de vuelta a su casa. Harto de las disputas, decidió que a partir de ese momento debían llamarlo "rey de Gran Bretaña" en lugar de ostentar el título de rey de Escocia y Rey de Inglaterra.
Un rasgo curioso de Jacobo I, si lo comparamos con otros monarcas de Inglaterra, fue su escaso interés por los asuntos sentimentales. Al año de ceñir la corona de Escocia, se casó con Ana de Dinamarca, con la que tuvo un único hijo. La reina era una joven alegre, que organizaba fiestas y bailes para intentar distraer y animar a su esposo. Al principio el rey aceptaba sus frivolidades, pero cuando se instaló en Whitehall la apartó de su lado, con la excusa de disimular que Ana profesaba el catolicismo.
A Jacobo I le sucederá en la corona su segundo hijo, Carlos I, que reinará sin pena ni gloria, su reinado será totalmente absolutista, no tendrá en cuenta el Parlamento ni a sus consejeros. Acabará siendo juzgado y ejecutado a instancias de Oliver Cromwell.
Londres se regía a través del Consejo de Estado, en un principio era un órgano provisional, hasta que el Parlamento decidiera qué régimen de gobierno definitivo convenía a Inglaterra. Unos querían traerse a Carlos II, hijo del antiguo rey, que vivía en Escocia. Otros optaban por el sufragio universal de todos los ciudadanos mayores de edad. Era tal la discusión entre los lores y diputados, que un buen día Cromwell decidió que así no se podía seguir. Disolvió el Parlamento de un plumazo contando con el beneplácito del ejército, por supuesto. Es el mismo ejército el que le ofreció a Oliver Cromwell el título y cargo de Lord Protector en 1653, con amplios poderes para que pudiese gobernar. Es decir lo que consideraríamos actualmente como una dictadura. Otra vez Cromwell pensó que tal ofrecimiento era un designio divino, que lo había escogido para salvar Inglaterra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario