En el blog de hoy hablaremos de la comunidad Cátara, o de los "Bons Hommes" que era como se les conocía por el Languedoc francés, e incluso por tierras catalanas. Este grupo bastante numeroso de mujeres y hombres, no hicieron otra cosa que seguir las enseñanzas del Maestro, en una época en que la religión cristiana, sufría una profunda crisis, tanto en las altas esferas religiosas de Roma, como en el pueblo llano. La religión cristiana se había desvirtuando en gran manera, por lo que estos cátaros, precisamente querían restituir al pensamiento religioso de la Edad Media.
Su pensamiento se basa en los dos principios que existen entre el Cielo y la Tierra, el Bien y el Mal para ello debían practicar la Virtud, y la Piedad con el fin de ejercitar buenas obras por medio de la bondad, la verdad, los buenos pensamientos, y la tolerancia hacia el prójimo, requisitos estos imprescindibles, para obtener los “Inmortales Beneficios” tras estas prácticas indispensables, los cátaros salvaban el alma para la vida eterna.
Pero he aquí el problema, tales doctrinas chocaban frontalmente con la ortodoxia del cristianismo,
tan apegado a los bienes temporales o el poder de decisión sobre todas
las gentes, reyes, y gobernantes del estamento religioso; arraigando ya
desde la época de Carlomagno, como poder teocrático hasta tiempos bien
recientes. La vida de los cátaros era sencilla, sin bienes
terrenales mas que los necesarios para la subsistencia; la oración y el
trabajo, eran sus armas para poder llegar al final con absoluta paz,
preparándose toda la vida para la muerte a la cual no temían; con este
sencillo bagaje los cátaros podían redimirse accediendo así a la vida eterna, como felicidad que toda alma debía alcanzar.
En diversos burgos de Occitania,
aparecieron en los momentos de máxima esplendor cátara, unas casas o
residencias, para acoger a los creyentes que estaban de paso en sus
largos viajes, pero que también disponían de habitantes estables. Eran
las llamadas “casas cátaras”. No debemos imaginarnos en ningún momento
estas residencias como una especie de convento o monasterio, al más puro
estilo católico medieval y hasta cierto punto, oscurantista y cerrado
en sí mismo. Las casas cátaras estaban abiertas y se
convertían en un lugar de paso, como hostales. Sus habitantes regulares
se dedicaban a algún tipo de oficio, de forma que la casa era también un
taller de producción, muy habitualmente de tejedores, oficio muy
arraigado entre la comunidad cátara, aunque también se crearon también
tallares artesanales de todo tipo de objetos cotidianos. De esta manera,
los habitantes mantenían también su propósito de vivir de su propio
trabajo y no de las “aportaciones” impositivas como hacía el clero
católico.
Hubieron más casas femeninas que
masculinas, ya que los buenos hombres acostumbraban a viajar más,
mientras que las buenas mujeres eran más sedentarias, y por tanto,
arraigaban mucho más en los núcleos habitados. Las casas femeninas
acogían muy a menudo, mujeres jóvenes para aprender la doctrina cátara,
mujeres que no disponían de recursos y eran ayudadas a mantenerse en el
recinto, niños huérfanos… A todos ellos se les adoctrinaba en el
catarismo, pero sin obligar ni coaccionar sus voluntades. Por otro lado,
cada día se efectuaban en el interior de la casa los rituales del
catarismo para afianzar la fe y mantener los vínculos de unión de la
comunidad.
Los cátaros y su doctrina fueron en general bien
acogidos, tanto por la nobleza como el pueblo llano, que veían en las
formas de vida de los cátaros, un acercamiento espiritual hacia los primeros siglos del cristianismo, por la pureza de sus costumbres cátaras
en comparación a la vida austera de los primitivos cristianos,
admirando su pacifismo, su tolerancia y el trato hacia el prójimo,
frente a las convulsiones de una época tan belicosa como fue la Edad
Media.
Los cátaros no eran guerreros. La suya era una fe basada en
una absoluta renovación moral: el mundo estaba dividido entre los dos
principios fundamentales, el Bien y el Mal. Dios es el creador del
espíritu; Satanás, de la materia. Los cátaros compartían pacíficamente sus
tierras y sus vidas con los habitantes católicos de la región. ¿Por qué,
pues, fueron sometidos a una persecución tan furiosa? Básicamente,
podría decirse que la causa era que los “herejes” cátaros eran mucho
mejores cristianos que los propios católicos.
Eran muy populares y
también muy respetados por los habitantes de las poblaciones locales,
que se convertían en multitudes simplemente por el ejemplo de la forma
cátara de vida. Así que ya tenemos un par de motivos, resulta que los cátaros son mejores cristianos que los propios cristianos, y encima consiguen ampliar cuota de seguidores a costa de los "cristianos de pura cepa", es normal de que el Papa se pusiera de los nervios y quisiera borrarlos del mapa, pues las conversiones eran abundantes mientras que él iba perdiendo adeptos, y los consideraba “los apóstoles de Satanás”. Al
extenderse
y reforzarse cada vez el catarismo en el Languedoc, aumentaron las
preocupaciones del Papa Inocencio III, que en esta
herejía advertía una posible amenaza a la unidad cristiana. La muerte
del legado papal Pierre de Castelnau, acaecida en 1208 en Saint-Guilles
en circunstancias misteriosas, fue el pretexto para desencadenar la
represión armada contra los herejes cátaros y todos aquellos que, por
motivos religiosos o por intereses políticos, los apoyaban. La
Inquisición tenía sus maneras para descubrir cátaros, todos aquellos que
fueran delgados y pálidos, eran catalogados como tal (la razón, siempre
estaban encerrados trabajando en sus talleres sin ver la luz del sol, y
además sus dieta era muy frugal y vegetariana) otra manera de
reconocerlos era si iban limpios pues esta comunidad tenía costumbre de
lavarse cada día, algo inconcebible para la época, donde un caballero
llevaba las mismas ropas durante toda una campaña bélica, el ir limpio
era cosa de judíos y árabes. Fueron
largos años de lucha feroz, caracterizados por asedios y batallas,
matanzas y represalias, masacres y torturas; largos años iluminados tan
sólo por los oscuros resplandores de las hogueras en las que quemaban a
los herejes.
Montségur, Peyrepertuse, Quéribus, Carcasona, Termes,
Puivert, Puilaurens…
Los cátaros buscaron refugio en estas fortalezas, sufrieron y
perecieron en ellas y, de un modo real o imaginario, sus espíritus aún
rondan por allí. La mayoría de estos castillos son sólo ruinas, pero no
cuesta imaginarlos en su papel de celosos guardianes celestiales de lo
que ocurría en la tierra, y a los cátaros viviendo en ellos según sus
estrictas normas, tocando el cielo con las manos y con los pies
separados del suelo.
Los cátaros fueron borrados de la faz de la tierra hace unos setecientos años, más o menos. El último clérigo o perfecto cátaro, Guilhem Belibaste,
consiguió escapar a Torroella de Montgrí, en Cataluña, donde vivió en
compañía de una pequeña comunidad de creyentes exiliados, y más tarde se
trasladó a Morella.
Después de toda esta perorata vayamos a lo que nos interesa, la visita de los diferentes lugares donde ocurrió toda la historia.
Si nos alojamos en Carcassonne, podemos ir haciendo excursiones a los diferentes puntos de la Ruta Cátara. En este post nos fijaremos en los castillos del sur, los que estarían por debajo de Carcassona yendo hacia los Pirineos. Hay que tomar la carretera que nos lleve a Limoux de este pueblo quiero destacar el Carnaval de Limoux, pues es uno de los más largos que se celebran, del 6 de enero al 17 de marzo, los sábados y domingos y el Martes
Grande, las arcadas de la Place de la Republique de Limoux resuenan con
el sonido de la música tradicional precedida por las bandas del
carnaval, más que un desfile es una especie de danza, cuyas normas han pasado de padres a hijos durante los últimos 400 años.
Las bandas de enmascarados se confunden entre la multitud, uniéndose a espectadores y músicos para ofrecer actuaciones improvisadas. Acompañado por varios músicos, una centena de "bandas", animan el
Carnaval. De tres en tres, los miembros del grupo tienen el privilegio
de dirigir la música. Entre los participantes están: el Pierrot, típico
de Carnaval de Limoux, el goudil (del más noble al más normal, con un
toque de parodia), y el dominó (negro, decorado con bandas satinadas con
colores tornasolados).
De Limoux nos dirigiremos hacia Mirepoix, a través de la carretera D-626.
"De forma totalmente nítida divisé a mis pies, a más de mil metros
de profundidad, la pequeña ciudad de Mirepoix. Sé que en tiempos
anteriores a Cristo se llamó Beli Cartha. Significa ciudad luminosa, ya
que Belis y Abellio, en enta región, fueron los nombres de esta divinidad.” Antes del cristianismo, Mirepoix se llamo Beli Cartha, es decir, Ciudad
Luminosa. Concretamente fue fundada por los fenicios,
que la denominaban Beli Cartha (Ciudad de la Luna). Fue la ciudad
cátara por excelencia, la mayor parte de la población eran "bons hommes"
que era como se les conocía. Según escritos de la época: Mirepoix es el centro de la herejía: todos los caballeros que participan
de la vida de la villa son cátaros, empezando por su señor, Peire Roger. Beli es también el dios pirenaico Abellio, y este es, en
palabras de Otto Rhan, uno de los avatares del Apolo luminoso. En esta
tierra vivió Pierre Roger de Mirepoix, del linaje de los Belissen,
ultimo defensor de Montsegur. Estamos pues en una plaza de primer orden
de la iglesia catara.
Cincuenta años antes de que ardiera la pira de Montsegur, los enviados
del papa ya tenían la convicción de que la nobleza de Mirepoix apoyaba
-y no precisamente de forma velada- al catarismo. En 1206 tuvo lugar un
concilio cátaro que reunió a varios cientos de -perfectos-; por entonces
la nobleza caballeresca de la ciudad, empezando por sus mujeres, ya
había recaído la iniciación catara. Esta nobleza aporto a la herejía no
solo a sus mejores hombres y mujeres, sino además una riada de fondos
que les permitieron abrir cierto numero de establecimientos en la villa.
Esta implantación hizo que cuando la ciudad se entrego a Montfort sin
resistencia, la ocupación fuera tan fácil como ficticia. En 1223, poco
antes de que entraran en la ciudad Raymond Roger de Foix y sus
caballeros occitanos, los habitantes de Mirepoix se sublevaron y
expulsaron a los francos. Las represalias que siguieron cuando la ciudad
fue reconquistada por los señores del norte fue terrible. La ultima
catara nacida en esta mirra fue condenada en 1318
La ciudad conserva casi intacto su aspecto medieval de finales del
siglo XIII
cuando fue reconstruida, pues la ciudad anterior resultó inundada por
la crecida del río Hers. Se encuentra envuelta dentro de una muralla en
la que se puede encontrar una magnífica puerta de entrada a la ciudad
del siglo XIII. La gran plaza central (Place des Couverts popularmente) se
encuentra rodeada por porches y soportales de madera tallados con
esculturas y entramados, de los siglos XIII al XV. Los travesaños la
antigua casa de los cónsules son los mejor conservados, observándose en
la madera tallada cabezas de monstruos y humanas.
La catedral del románico tardío y gótico, fue consagrada a Saint Maurice en el siglo XIII. La nave central, de estilo gótico, es la más ancha entre las catedrales francesas góticas y una de las más amplias de Europa. A mi me gustó mucho, parecía que por cualquier esquina iban a llegar
los guardias del Cardenal Richelieu, persiguiendo a d'Artagnan, si, ya
sé que no es el lugar, pero como decorado para películas de
espadachines, duelos y persecuciones sería perfecta.
Después de un buen "café au lait" acompañado de una maravillosa tarta, seguimos camino hacia Lavelanet, para llegar hasta Montségur. El pog de Montségur es
un pico calcáreo coronado por las ruinas del castillo del mismo nombre,
que con 1208 mt de altura, se encuentra en el corazón de los Pirineos
del Ariège, en el macizo de Tabe. Tal vez sea el menos espectacular de los castillos de nuestra ruta, pero
también es el más famoso debido a los trágicos acontecimientos de marzo de
1244. En la fortaleza se atrincheraron setecientas personas, entre las
que había un grupo de 200 cátaros notables, que resistieron heroicamente
el asedio de un ejército al mando de Raymond VII, conde de Tolouse,
durante casi un año, y, una vez rendidos, ardieron en una inmensa pira
en el Camp dels Cremats, situado a los pies del castillo. Su historia
está tristemente marcada por la muerte de 225 cátaros, sacrificados en
la hoguera, por no abjurar de su fe en el año 1244. Para llegar al castillo tenemos que hacerlo desde el Prat dels Cremats (Prado de los Quemados)
donde una estela recuerda la tragedia. Su acceso es bastante duro, pero
las vistas que se obtienen valen la pena el sufrimiento.
montsegur |
En el solsticio de primavera, se puede asistir al nacimiento del Sol.
Sus primeros rayos penetran por una saetera y salen por la del lado
opuesto atravesando el castillo. ¿Es simple casualidad o medió la arcana
intención del constructor que la trazó desviada de su posición lógica
que sería la estrictamente simétrica respecto al eje de la construcción?
¿Es el castillo un formulario secreto, inscrito en piedra, que
transmite los misterios de sus constructores?. Según el estudioso F.Niel, Montségur fue reconstruido por
los cátaros como templo solar o calendario y a ello se debe que las
coordenadas de sus muros y saeteras se ordenen de forma peculiar, para
que el edificio actúe como una especie de condensador de energías
telúricas que confluyen en aquella montaña, que ya era sagrada antes del
cristianismo.
Este símbolo cristiano fue adoptado por las tierras
occitanas de Languedoc y Provença, donde ya en muchas sepulturas
pre-cristianas aparecía. La región de los cátaros, el
Languedoc-Roussillon, adoptó para su bandera las cuatro barras catalanas
y la Cruz d’Oc o Cruz Occitana. Los cátaros renunciaron a
símbolos de idolatría pero esta cruz tiene una asociación con el mundo
solar y con los doce símbolos del horóscopo occidental. Los Condes de
Tolosa o Toulouse adoptaron este símbolo como parte de su escudo
heráldico en el siglo XIII. Con el paso de los tiempos fue aceptado como
símbolo heráldico-nobiliario. En 1211 los condes ya la llevaron durante
la invasión francesa en sus territorios para acabar con el catarismo.
Los puntos mas notables de la edificación constituyen puntos de
referencia que permiten la precisa observación de los ortos, no solo en
los cuatro puntos del año (lo que permitió, sin duda, a sus últimos
defensores celebrar la Bema), sino también el momento de la entrada del
sol en cada sector zodiacal, lo que implica muy notables conocimientos
astronómicos, y nos lleva a antiguos edificios poligonales, utilizados
como observatorios, tanto en Europa como en Asia.”Así, en el solsticio
de verano (21 de Junio), se puede observar en la
repisa de una de las aspilleras de la fachada sudoeste del torreón,
salir el sol por el hueco de la aspillera que tenemos enfrente, con
desplazamiento de 10º a la derecha que corresponde exactamente al debido
a la precisión de los equinoccios, en 720 años”.
Aparentemente, Montségur no parece diferente a otras fortalezas de la
misma época y lugar . “Demasiado exiguo (en el asedio final se calcula
que albergó a unas 1000 personas, con sus correspondientes víveres,
armas, animales vivos, mobiliario, efectos personales, cacharros,
cocinas, letrinas, leñeras, despensas, etc., que no se debían hallar muy
a gusto en sólo 700 m2), escasamente acondicionado, muy poco
confortable.
Hacia 1204 la Iglesia catara asentada en
esta zona, presintió que un gran peligro les acechaba. El Papa
Inocencio-III acababa de nombrar al mando de su delegación en el Languedoc, a Arnau Amalric, abad de Cîteaux, al tiempo que solicitaba al rey de Francia, Felipe Augusto, que interviniera militarmente. Seiscientos Perfectos cátaros se reunieron en un Concilio en Mirepoix y pidieron al señor de Lavelanet, Raimundo de Péreille, que reconstruyera el Castillo.
Desde ese momento Montsegur fue frecuentado por muchos cátaros venidos de todas partes de forma que en 1232 se estableció allí “la cabeza y sede” de la iglesia cátara. Para asegurar su defensa, Pedro Roger de Mirepoix
creó una guarnición de caballeros y escuderos, y de unos cincuenta
hombres armados, todos acompañados de sus familias. Un total de
quinientas personas que se establecieron en Montsegur (entre el castillo y el pueblo a sus pies) aunados por la creencia de los Perfectos.
El 20 de mayo de 1242 sucede un hecho que aceleró los acontecimientos. En Avignonet
resultan asesinados los inquisidores del Papa (recordemos que
participaron los señores de Congost, del castillo de Puivert), lo que
hizo que en el Concilio de Béziers del año siguiente, se encargara al
senescal Hugo de Arcis la dirección militar del sitio de Montsegur y a Pedro Amiel, Arzobispo de Narbona, la dirección espiritual. Montsegur
resistió hasta poco antes de la navidad de 1243, cuando un grupo de
vascones escaló, de noche, el Roc de la Tour y los asediadores pudieron
instalar allí sus trabucos.
En estos momentos, el Perfecto Pedro Bonnet y un creyente, abandonan el castillo con el tesoro de la iglesia cátara que, según se cuenta, escondieron en la spoulga fortificada de Bounan,
una cueva de las inmediaciones. La situación de los asediados era
insostenible cuando el 2 de marzo de 1244 se vieron obligados a
capitular. Montsegur había resistido un sitio de 10 meses.Al
cabo de una tregua de 15 días, los cátaros que habían rechazado abjurar
de su fe fueron condenados y, el 16 de marzo, más de 200 de ellos
murieron en una hoguera que se había alzado al pie del pog (en el llamado “Prat dels cremats”,
donde se alza una estela conmemorativa). El día anterior a la hoguera,
cuatro cátaros pudieron huir y llegar al Castillo de Usson, donde
recuperaron el tesoro de la iglesia cátara. Luis-IX entregó Montsegur a Guy de Lévis y
se convirtió en una fortaleza real. Estuvo habitado hasta el siglo XVI
(gran parte de la geometría actual del castillo es de esta época) y
después fue abandonado.
De Montsegur cogeremos de nuevo la carretera para llegar al siguiente castillo a visitar, y que es el Château de Puivert.
El Castillo de Puivert es uno de los mejores conservados. Tiene unos 35 metros de altura, con seis torres de defensa que dominan el pueblo de Puivert
instalado en una colina a 600 mt. de altura sobre un antiguo lago
glaciar. Su torre recién restaurada domina la llanura de Quercorb al
norte, y vigila el inmenso patio del castillo que recuerda a los
recintos de las justas y torneos. El salón de los músicos representa a
los más famosos trovadores de los siglos XII al XIV. En 1170 se reunió
en este pueblo la elite de los trovadores del País d’Oc. Con ocasión de
este evento, Pere d’Auvernia compuso un famoso poema satírico occitano.
El castillo pasó a manos de los señores de Congost (Bernat de Congost y su esposa Alpaïs), adeptos a la religión cátara, quienes tuvieron que refugiarse en Montsegur tras el asedio del castillo por las tropas de Simont de Monfort, en 1210, dirigidas por Pons de Bruyères, quien tomó el castillo. Los Señores de Congost murieron en Montsegur en 1232, pero sus sucesores participaron en la masacre de los inquisidores en Avignonet y defendieron Montsegur en 1244. Ya en 1310 Thomas de Bruyéres al contraer matrimonio con Isabelle de Melun reconstruye y amplia el castillo tal y como puede verse hoy en día. Probablemente fue en memoria de esos trovadores que Thomas de Bruyères, dedicara los adornos de la habitación a los instrumentos musicales.
Además en este Castillo se filmaron algunas de las escenas de la película “La Novena Puerta” (1999) de Roman Polanski, basada en la obra “El Club Dumas”
de Pérez Reverte. Se tomó este castillo como la localización física en
el mundo real del castillo que aparece dibujado en el Grabado nº 9 del
libro de Aristide Torchia “De mbrarvmregninovemportis”.
Al final el castillo cayó
en manos de los cruzados tras tres días de asedio.En el pueblo de Puivert se encuentra un famoso museo de usos y costumbres del país, así como un “Instrumentarium”,
un museo de instrumentos musicales medievales reconstruidos a partir de
los capiteles esculpidos en una de las salas del Castillo.
Y seguimos con la visita, lo que viene a continuación es el reconstruido Castillo de Puilaurens, es la fortaleza más meridional de Francia durante cuatro siglos, fue
uno de los enclaves más importantes de la resistencia cátara. Durante el
camino de subida, diferentes carteles nos informan de la flora local,
haciendo más llevadero el camino de ascenso. Esta fortaleza se encuentra encaramada a un espolón rocoso que domina el valle del río Boulzane desde
sus 697 metros de altura. Bloqueaba el acceso al Fenouillèdes y formaba
parte de los llamados cinco hijos de la ciudad de Carcasona.
Fue
reconstruido en 1310 tras la caída de los cátaros. Caracterizado por una
hermosa muralla almenada interrumpida por torres redondas, el castillo
de Puilaurens pertenecía a Chabert de Barbaira,
un cátaro de sólidas convicciones religiosas, que lo defendió
denodadamente hasta que le obligaron a capitular en 1256. El castillo
desempeñó después una función de protección en los confines de Francia y
España, y sufrió numerosas remodelaciones. Pero la fascinación de sus
poderosas ruinas se mantiene intacta: se dice que merodea por él el
fantasma de una Dama Blanca…
Nos acercamos a Quillan este pueblo está situado en el centro de un circo
inmenso, por lo que disfruta de un clima particularmente bueno. Es
famoso por la fabricación de sombreros de fieltro, hecho que se anuncia
por todas partes, con un inmenso sombrero presidiendo hasta los carteles
publicitarios. Es un pueblo industrial, se ve muy grande, con fábricas y
naves, y una estación con movimiento. Aquí lo interesante para mí, al menos, es llegar hasta Rennes-le-Chateau, para ello cogemos la D118 hacia Couiza, donde en un giro casi imposible, entramos en la D52 hacia Rennes-le-Chateau . Aquí transcurre parte del libro de Dan Brown, el Código Da Vinci, y su misteriosa leyenda
Rennes-le-Château |
La iglesia es pequeñita, y lo que más sorprende es que dentro de la misma, en la puerta de entrada o de salida, según se mire, hay la figura de un demonio! En este blog está super bien explicado, os animo a leerlo: http://lamochiladelaura.wordpress.com/2013/05/01/rennes-le-chateau-parte-1/
Después de Rennes-le-Chateau nos dirigimos hacia Cucugnan, allí primero nos desviaremos para ver el castillo de Peyrepertuse, para luego acercarnos al de Queribús. El Castillo de Peyrepertuse , al que se
llega tras cruzar las impresionantes Gargantas de Galamús , es posiblemente el más bello de todos los castillos cátaros. Casi inaccesible, a
800 metros de altura, Peyrepertuse es el baluarte feudal más vasto de
toda la región y el que mejor se conserva. Se trata de una impresionante construcción militar del siglo XII,
que se extiende a lo largo de 300 metros de cornisa rocosa. El acceso
se realiza a través de un camino boscoso y, a menudo, el clima nos
regala una niebla que hace la visita más especial, al final del cual hay unas escaleritas un poco empinadas. Al contrario de otras
fortificaciones, no fue asediado, sino que prefirió rendirse al rey de
Francia en 1240. Dentro de su doble
cerco de murallas, el castillo de
San Jordi parece casi una fortaleza dentro de otra fortaleza, con su
increíble escalinata tallada en la roca, como suspendida en el vacío.
Peyrepertuse se ve mejor desde abajo, desde el pueblo de
Rouffiac-des-Corbières, pero hay que subir. Es una experiencia muy
recomedable. Lo cierto es que cuando uno se encuentra allí dentro se
pregunta qué clase de determinación hizo que esas gentes construyeran
algo tan colosal a esta altitud. Penetrar en este silencioso mundo es
algo difícil de olvidar.
Sigamos hacia el siguiente y último castillo que se encuentra emplazado a 730 metros de altura, en el corazón de la Corbières,
Quéribus parece una prolongación natural de la masa rocosa de la que
emerge a viva fuerza con su imponente torreón. El interior no tiene
desperdicio: ofrece la llamada “sala del pilar”, de estilo gótico. Es
una maravilla. Último bastión de la resistencia cátara, Quéribus se
rindió en el año 1255, once años después de que el legendario castillo
de Montségur fuera conquistado. Acogió a gran número de cátaros tras la caída de Montségur.
Queribus |
La visión del Castillo de Quéribus impresiona, sin duda. Hay que subir
una pequeña cuesta –no más de diez minutos- y de inmediato se encuentra
uno en el interior de una inmensa e inquietante masa rocosa. Si el
interior parece estar lleno de extraños fantasmas occitanos, cargado
con una atmósfera misteriosa y espectral, la visión que se disfruta
desde la parte más alta del mismo es de una belleza pasmosa. A tus pies
se extienden las verdes y doradas llanuras del Rosellón. Más allá, a lo
lejos, la superficie azul del Mediterráneo. También se contemplan,
imponentes, las cumbres nevadas de los Pirineos. Hay un audiovisual muy logrado, que te enseña todo lo que se vivió en el castillo.
De regreso al pueblo de Cucugnan podemos ver que en la Iglesia de Cucugnan se guarda una imagen de la Virgen encinta, (la Wikipedia dice que cuenta
con una exposición de vírgenes embarazadas ¡¡que cosas!!).
Aún quedan castillos por ver, en el próximo post hablaremos de ellos, no vemos!
Buenas tardes:
ResponderEliminarHermosa historia.
Buscando el orígen de mi apellido Batalla, descubrí esta página, y continúo leyendo la historia apasionante.
Muchas gracias.
Saludos cordiales