A caballo entre los siglos XVIII y XIX llegó a Madrid un montañés apellidado Pombo, era de Santander, y en la calle de Carretas abrió un ancho local poniendo sobre el dintel las palabras: "Café y Botillería de Pombo". El rey José Bonaparte estuvo en él, y alguna que otra noche se tomó un buen "grog". Parece ser que era un local más bien modesto, que solía servir leche merengada, y el sorbete de arroz. Para ser sinceros era uno de los cafés más cutres de la ciudad, era un local sombrío donde en sus primeras épocas, cuando era más bien una botillería, acogió entre sus paredes los arrumacos que se hacían Espronceda y Teresa Mancha, o a la señora Dolores Armijo, reprochándole a Larra su despendolada vida. También se pasaron por él Bécquer y Casta Esteban, escondiéndose en sus veladores.

Tal es así que le pusieron el sobrenombre del café de los cagones porque servía un sorbete de arroz que neutralizaba los efectos de la gastroenteritis, aunque las malas lenguas aseguraban que eran los que tomaban el famoso sorbete los que tenían que salir por piernas hacia el retrete.