Lisboa ha sufrido en sus carnes varias desgracias algunas de ellas en un mismo día, como fue el terremoto de 1755, al que siguió el Tsunami y posteriormente los incendios que asolaron la ciudad. Tras ello, Pombal, empezó la reconstrucción de la misma. Lisboa renacía de sus cenizas cual Ave Fénix. Los años y los siglos fueron pasando más o menos en calma, hasta una calurosa noche de verano de 1988.
Nos encontramos en la zona del Chiado, y para llegar a él debemos hacerlo desde la Baixa, subiendo por sus arterias principales, la Rua do Carmo y la Rua Garrett, las calles más comerciales. Se trata del barrio más cosmopolita e intelectual de toda Lisboa, lleno de cafés, librerías, comercios emblemáticos y teatros. Este barrio se encuentra asentado sobre una de las siete colinas de la ciudad, tiene el encanto burgués del siglo XIX, un lugar donde asistir a la Ópera de San Carlos, o bien a las representaciones teatrales de los Teatros de San Luís y de la Trindade; o perderse en las librerías los más cultos, o en los grandes almacenes de inspiración francesa, lugar al que acudían las damas, mientras los caballeros debatían en el café A Brasileira mientras las esperaban.
Esta zona solía ser una de las salidas de la ciudad hacia las fincas y conventos que había en los alrededores. En la plaza donde están las iglesias del Loreto y de la Encarnación, aún se señala la situación donde se encontraba la puerta de las antiguas murallas. El curiosos nombre del Chiado proviene del siglo XVI, unos dicen que es en recuerdo del poeta Antonio Ribeiro, natural de Évora, que paseó y vivió por estas calles, y debido a la mordacidad de sus obras entre sus contemporáneos era conocido como “Chiado” (chirrido). Otros dicen que el nombre del Chiado proviene del chiar, (es decir chirriar en portugués), del ruido que hacían las ruedas de los carros cuando subían por la actual rua Almeida Garret. La verdad es que no sé cuál de las dos podría ser más veraz, pues en el Largo do Chiado está la estatua del poeta verificando su existencia, y a su alrededor se oye el chirriar de los tranvías que pasan rodeándola. Así que al final creo que las dos se complementan en cuanto al “chiar”.
En Lisboa, las noches de agosto suelen ser calurosas, pero la noche del 25 de agosto aún lo fue mucho más, y no por el tiempo que hacía, sino porque se declaró un incendio en los Grandes Almacenes Grandella. Estos grandes almacenes eran un maravilloso modelo de construcción de principios del siglo XX, había sido proyectado por los arquitectos franceses G. Demay autor de los almacenes Printemps de París. Desde 1891 los Armazéns Grandella llevan el nombre de su propietario, don Francisco de Almeida Grandella, un comerciante adinerado que llegó a la ciudad siendo jóven e hizo fortuna gracias a sus esfuerzos trabajando honestamente y a su gran perspicacia para los negocios. Tras comprar el primer edificio un año antes, Grandella adquirió en 1903 el edificio de la rua do Carmo, situado detrás de su establecimiento, para construir tras demolerlo un nuevo edificio y ampliar su tienda. El empresario Joao Pedro dos SAntos, junto con el ingeniero Angelo Sárrea Prado, construyó un majestuoso edificio en base al proyecto de G. Demay. Cuatro años más tarde se inauguró finalmente y Lisboa tenía los “grandes almacenes más grandes y hermosos de toda la península ibérica”. Estos grandes almacenes de estilo “Art Noveau” se mezclaba con decoraciones portuguesas, y competían con otro gran almacén el Armazén do Chiado.
Ahora de aquel majestuoso edificio sólo queda la fachada, que estaba rematada por un magnífico reloj en el que dos herreros daban las horas, al lado de las míticas figuras de la Verdad y del Comercio, las cuales se salvaron del incendio. En la fachada también se pueden ver unos medallones, esculpidos sobre las columnas situadas entre las puertas el lema de su propietario “Siempre en el camino recto y continuo” y que rodea una estrella de cinco puntas. Se trata de la estrella masónica que Grandella adoptó como emblema personal. Grandella era masón, y se inició en la masonería con el nombre simbólico de Pilatos, y en 1910 se afilió a la Logia José Estevao de Lisboa. Si queréis visitarlo sólo tenéis que buscar las siglas de H&M, tal como podéis ver en este enlace.
Volvamos a esa noche del 25 de agosto de 1988. Más de 25 años después, aún se ignora si fue accidental o provocado, lo que sí es cierto es que comenzó sobre las tres de la madrugada. Las llamas se extendieron con gran rapidez y los equipos de bomberos asistieron, impotentes, a su imparable propagación, por suerte el mismo incendio se limitó a arder dentro del cuadrilátero formado por las calles Do Ouro, Do carmo, Garrett, Sacramento, Ivens y Nova Almada. Las llamas desmesuradamente altas, se avivaban con la fuerte brisa que venía del Tajo, y hacían retroceder a lo bomberos. El calor intenso iba provocando explosiones que desmoronaban muros y paredes, transformando cada edificio antiguo, en chimeneas que aspiraban y proyectaban hacia el aire pedazos de material ardiendo. Un millar de hombres, decenas de vehículos, motobombas y escaleras se utilizaron en la lucha contra el fuego, pero el caos y la confusión impedían que la lucha fuera eficaz. Casi toda Lisboa sabía que el centro viejo era un lugar de alto riesgo ante la concentración de edificios antiguos, tiendas y oficinas repletas de material fácilmente combustible, si a eso añadimos las calles estrechas que no permitían a los coches de bomberos maniobrar la cosa tenía difícil solución, a pesar de más de 1500 bomberos, 300 vehículos y más de 15 horas de esfuerzo luchando contra las llamas, no fueron suficientes para evitar la destrucción de parte de uno de los barrios con más encanto de la ciudad.
El resultado del incendio fueron decenas de edificios, comercios y pequeñas empresas destruidos, más de 2.000 trabajadores sin empleo; unos 3.000 vecinos debieron ser evacuados, hubo 42 heridos y tan sólo dos muertos. Los afectados eran gente humilde de edad avanzada, muchas de esas casas no tenían el gas canalizado porque la compañía se negaba a instalar contadores en los edificios demasiado viejos y sin condiciones de seguridad, de ahí la presencia de numerosas bombonas de gas, que eran las que iban explotando a medida que iba avanzando el incendio. Gracias al ruido de esas explosiones muchos vecinos se despertaron y pudieron huir refugiándose en la calle.
El plan para su recuperación se confió al arquitecto Álvaro Siza Viera, que se empeñó pese a la oposición de otros arquitectos, a mantener y respetar el ambiente histórico y arquitectónico de la zona, manteniendo la fisonomía pombalina de finales del siglo XVIII en el exterior de los edificios, mientras que su interior los dotó de instalaciones modernas y seguras. Gracias a este proyecto, premiado con el Premio Europa de Arquitectura, la ciudad pudo ver con satisfacción como el Chiado había sido recuperado.
A parte de los Almacenes Grandela, el fuego también acabó con las tiendas de ropa Chiado y Eduardo Martins, las más grandes de la ciudad. Y con los Grandes Almacenes del Chiado.
Estos almacenes estaban situados al lado de los de Grandela, incluso se comunicaban a través de un patio lo que hizo que también acabaran incendiados. En el terreno donde estaban estos almacenes anteriormente estaba el Convento Espírito Santo da Pedreira, y pertenecía a la orden de los oratorianos de San Felipe Neri. Este edificio fundado en el siglo XIII vivió los más agitados avatares hasta que se constituyó en la sede de los Grandes Almacenes do Chiado. En su compleja historia, de pasar una tranquila vida monacal, pasó a tener diferentes usos durante el terremoto de 1755, tras ser reconstruido por José Joaquim Ludovice, fue el Palacio de Barcelinhos, residencia de Manuel José de Oliveira, un rico negociante de Madeira a quien la reina María II le concedió el título de Barón de Barcelinhos. Después de la muerte del Barón, el edificio albergó varios hoteles. El primero fue el Hotel Embaixador, luego el Hotel Europa o Hotel de l’Europe, donde Sarah Bernhardt se alojó cuando visitó la ciudad el 1 de abril de 1888. Más tarde se convirtió en el Hotel Gibraltar, en sus ventanas se experimentó con la primera iluminación eléctrica del Chiado, era la noche del 31 de octubre de 1878. Sin embargo el más famoso de todos los hoteles allí instalados fue el Hotel Universal, donde se representaba ópera y se hospedó Elisa Hensler, la futura condesa de Edla, segunda esposa del rey Fernando de Saxe-Coburgo, además fue en este hotel donde Eça de Queirós situó algunas escenas de su obra “A Capital”.
El hotel actual es un cuatro estrellas con encanto, en el link os dejo su dirección por si interesa. Si no tenéis intención de alojaros en él, lo mejor que se puede hacer es subir a la séptima planta, donde se encuentra el bar, y allí en su terraza contemplar una de las mejores vistas de Lisboa acompañados de buena compañía.
También acabaron destruidas Valentim de Carvalho, el almacén de discos más importante del país, al igual que el salón de té Ferrari, famoso por el novelista Eça de Queirós, y por Fernando Pessoa, que había escrito muchos de sus poemas en el papel timbrado de Ferrari. Este salón de té y pastelería había sido fundada en 1821, y mantenía aún la arquitectura y la decoración originales. Otros locales que perecieron fueron la Casa Batalha, una tienda de joyería que contaba con 354 años de historia, que se salvó del terremoto de 1755, pero cayó pasto de las llamas en 1988.
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