Los romanos abandonaron Britania, y en Londres empezaron a recibir nuevas visitas, unas visitas que resultaron un poco peligrosas. Y las visitas se quedaron, en Londres, concretamente se establecieron los Sajones. A mediados del siglo V Londres ya no es una “civitas” romana, se encuentra dominada por los sajones. Se sabe que donde hoy se encuentra Wood Street y Aldermanbury había una catedral y un castillo junto al antiguo cuartel legionario. En el antiguo anfiteatro se levantaba una especie de foro, donde se reunían los jefes de los distintos clanes para debatir los asuntos de la ciudad. Es curioso que en ese mismo sitio, el Guildhall, cumpliera históricamente una función similar a la que ahora ocupa el Ayuntamiento. Pero hay que reconocer que buena parte de los londinenses y sus actividades se habían trasladado al otro lado de la muralla, allí se instaló un próspero mercado que era prácticamente una ciudad paralela y que durante un tiempo llegó a ser más importante que la misma capital.
Los sajones la llamaron Lundewic, une la raíz del nombre de Londres con el vocablo sajón Wic, y que significa mercado. Y de nuevo una nueva coincidencia, pues este mercado se encontraba en el lugar donde más tarde se abriría el Covent Garden, que fue durante más de tres siglos la principal plaza de frutas y verduras de la ciudad.
La ciudad de Lundewic se extendía desde el Covent Garden hasta el Támesis, es este área había talleres, huertos, molinos, comercios, bodegas, almacenes y tenderetes. En Trafalgar Square se han encontrado restos de varias casas de granja, y en Exeter Street las ruinas de un matadero y una carnicería. En esta época de paz y tranquilidad la tribu de los anglos se unió a la de los sajones. Su primer rey fue Aello de Sussex, fueron pasando los años y los reyes anglo sajones uno detrás de otro, vivían en relativa paz y tranquilidad hasta que los vikingos decidieron acercarse peligrosamente a las costas británicas. Los londinenses consiguieron rechazarlos varias veces, hasta el año 842, el año de la “gran invasión” cuando consiguieron entrar en la ciudad e iniciar su saqueo, pero gracias a la unión y ayuda de tribus cercanas lograron repelerlos.
Pero los vikingos (los llamaremos así, pero en realidad serían los Jutos, situados en la península Danesa actual) suelen ser perseverantes, y en el 851 volvieron más preparados, con una flota de 350 naves llenitas de vikingos con ganas de guerrear. La marea alta los lleva Támesis arriba. Una enorme flota de barcos con altos y aterradores guerreros a los remo llegan a la orilla atacando como lobos hambrientos.La ciudad resistió heroicamente tras sus murallas, pero no les sirvió de nada. Los invasores entraron a sangre y fuego, y pasaron por la espada a todos aquellos que no pudieron huir por las puertas más alejadas del río.
Los que lograron huir regresaron para reconstruir sus casas incendiadas, y a reinstalar sus talleres y comercios. Durante la década siguiente sufrían una invasión vikinga cada verano, esta situación era difícil de aguantar para los londinenses. Es por ello que la ciudad fue perdiendo habitantes, la gente se cansó de defenderse o de huir corriendo para volver después y tener que volver a empezar de nuevo.
Pero es en el año 871 cuando encaran la invasión en toda regla, con un poderoso ejército que arrasa hacia Londres. Cuando llegan a Londres la encuentran casi desierta, y consiguen un pequeño botín que los que han huido no se han podido llevar. Por primera vez en años, deciden quedarse a pasar el invierno, se convertirán en ocupantes estables durante 14 años. Los vikingos llegaron a acuerdos con los vecinos de la ciudad, e incluso con algunos reyes y señores de los contornos, como Alfredo de Wessex.
Alfredo de Wessex no estaba predestinado a ser rey, más que nada por que a pesar de ser hijo de rey, tenía a cuatro hermanos por delante que debían suceder a su padre. Al ser el quinto hijo, lo instruyeron en asuntos como el latín, la poesía, incluso se dedicó a viajar llegando hasta Roma.
En el 833 habiendo heredado el reino decidió recuperar Londres, tras largos y numerosos combates contra los "the dreaded Norsemen" es decir los terribles Vikingos, y lo consigue. Se preocupó personalmente de que la ciudad recuperara su vigor comercial. Se trazó su camino real o calle mayor entre Aldgate y Ludgate, se refuerzan las murallas, se construyen los nuevos muelles de Billingsgate y Queenshithe, al mismo tiempo que se levantaron varias iglesias fortificadas en piedra o adobe. Estas parroquias concentraban barrios de artesanos, sastres, comerciantes, herreros… El monarca tuvo buen cuidado de rehabilitar la ciudad dentro de la muralla, para así garantizar la seguridad de su gente y de su corte. La antigua Lundenwic, sin sus comercios y ferias, quedó prácticamente vacía y pasó a llamarse “ald wic” (antiguo mercado) o lo recuerda la calle Aldwych. Alfredo de Wessex fue un buen gobernante, propició el desarrollo de la cultura anglosajona, la educación de sus súbditos y elaboró una legislación amplia y precisa. Acabó siendo santificado por la iglesia y su pueblo lo conoce como Alfredo el Grande.
Parece ser que los vikingos se olvidaron de ellos pues encontraron cosas que hacer en Noruega. Pese al periodo de calma y florecimiento vuelven a sufrir otra catástrofe, en el 961 un funesto incendio arrasa media ciudad y destruye la primera catedral de Saint Paul. Como remate y aún cuando no se habían repuesto de ello, llega una epidemia de peste que se lleva por delante a gran parte de la población.
El siguiente incendio se desata en el 982, y también trae cola, en la figura de una inesperada invasión de una escuadra de daneses despistados. La ciudad resiste, pero los invasores están obsesionados con las montañas de plata acumulada en la Casa de la Moneda para acuñar el dinero de toda Inglaterra y parte del extranjero. En una primera incursión no consiguen nada, entonces se les unen los noruegos (ya se sabe si no puedes con tu enemigo únete a él) y deciden atacar Londres de nuevo. Por suerte Londres ya tenía un poderoso y eficiente ejército, y Sven y Olaf resultan vencidos. Pero los londinenses para no tener que repetir cada año lo mismo con los invasores deciden pactar con ellos, les ofrecen pagarles un “impuesto de protección” a cambio de que dejen en paz su Casa de la Moneda.
En la City, cerca del cerca del Puente de Londres. Esta en la intersección de Monument Street y Fish Street Hill, justo a una sesentena de metros de donde se inició otro gran incendio, este en 1666. Con un monumento, bueno una columna dórica de piedra de Portland, a la que le colocaron en lo alto una urna dorada con forma de fuego recuerda a los dos incendios. Los 61 metros de altura simbolizan la distancia que hay del monumento a la panadería del Rey en Pudding Lane, Thomas Farynor, lugar donde empezó el incendio. Podéis subir hasta la cima del mismo a través de una escalera de caracol de 311 escalones, durante mucho tiempo los barrotes que protegen al visitante no estaban, los pusieron cuando la gente empezó en 1788 a suicidarse desde la misma.
Durante unos años conseguirán estar tranquilos, hasta que en una nueva invasión hace que el nuevo rey sea un extranjero, concretamente un danés de nombre Knud que se proclamará rey de Inglaterra en 1017.
No será hasta el año 1042 cuando un anglosajón ocupe de nuevo el reino de Inglaterra, se trata del príncipe Eduardo. Es un hombre de temperamento débil e indeciso, más inclinado a la devoción que a guerrear. Lleva a cabo una política de buena administración, impuestos razonables que se cobraban, y unas cortes de justicia equitativas en los conflictos laborales y familiares. Su profunda devoción religioso hizo que sus súbditos lo apoderasen Eduardo el Confesor. Durante su reinado Londres vive una época de prosperidad y crecimiento, su proyecto más importante es la rehabilitación y refundación de la Abadía de Westminster, que iniciada en 1050 será terminada y consagrada 15 años más tarde.
El rey instala su corte en lo que ya por entonces se llamaba “la City”, centro del monopolio comercial y la ciudad más importante de Inglaterra, seguida por Worcester. Pese a ser la sede del reino, Londres mantiene su condición y privilegios de ciudad independiente, tiene sus propios órganos de gobierno y un ejército propio que más de una vez resolverá los problemas de sus soberanos. Al final de su reinado Eduardo decide trasladarse a Westminster, allí constituye un distrito autónomo que resultará ser más extenso que el propio Londres, al abarcar lo actuales barrios de Holborn, Bloomsbury, Covent Garden, el Soho, Saint James, Mayfair, Pimlico y Belgravia. Pero aunque Westminster adquirió una importancia política y eclesiástica notable, la City siguió siendo el centro del comercio y los negocios, casi como ocurre en la actualidad.
Eduardo el Confesor murió en 1066 sin cumplir su promesa de nombrar heredero a Guillermo de Normandía (un pariente por parte de madre que le había sacado de algún apuro bélico con anterioridad)sino que nombró heredero a Haroldo de Wessex. Guillermo no está muy de acuerdo con la decisión e invade la isla, cuando consigue llegar a Londres después de ganar en la batalla de Hastings y se hace coronar solemnemente en la Abadía de Westminster. A este Guillermo se le conoce como Guillermo el Conquistador, y será el fundador de la dinastía de los reyes Normandos. Listo como un zorro procuró gobernar con el apoyo de los nobles anglosajones, pero como no se fiaba mucho de ello se rodeó de numerosos consejeros normandos. Durante su reinado rechazó invasiones de galeses y escoceses, y estableció un reinado basado en un rígido sistema feudal para consolidar el poder de la monarquía.
Convirtió Londres en la capital de Inglaterra. Durante su reinado se construyó la Torre Blanca, la primera construcción de lo que luego sería la Torre de Londres. Londres está creciendo con nuevas calles y casas que ocupan los espacios abiertos. Ahora viven aquí nada más y nada menos que unas 15.000 personas. Guillermo también construirá el Palacio de Westminster allí donde habían vivido los anteriores reyes ingleses.
Guillermo el conquistador, murió en 1087, y su sucesor fue su hijo Guillermo II, el Rojo, el apodo le venía del color de su barba y su pelo, rojo como el fuego. A éste le siguió Enrique I, cuya sucesión desató una larga y controvertida guerra entre familiares que duró 20 años. Después de sufrir de nuevo un incendio en 1136, los londinenses no estaban por decidir quien querían que los gobernase, hasta que no tuvieron la ciudad de nuevo en pie y en funcionamiento, no escogieron como líder a Esteban de Blois, sobrino de Enrique I, aclamándolo como rey de Inglaterra. La que no está muy de acuerdo con la decisión es la viuda de Enrique I, y tía de Esteban, Matilde, que no dejaba de ser legalmente la sucesora de la dinastía normanda. El problema que tenía la pobre mujer para poder reinar era que se había casado en segundas nupcias con el poderoso conde de la Normandía francesa Godofredo de Anjou, al que llamaban Plantagenet. Y ya se sabe que ni a los normandos, ni a los anglosajones los franceses les caían muy bien.
Empieza la guerra entre tía y sobrino, Matilde se alía con su hermano Roberto de Gloucester, que acabara prisionero de las tropas de Esteban. Pero el lío no acaba aquí, pues el mismo Esteban acabará siendo prisionero de su tía Matilde. Es decir que si querían resolver el problema y seguir guerreando intercambiaron prisioneros. Al final Esteban designa sucesor a Enrique Plantagenet, el hijo de Matilde. Con esta decisión, la dinastía normanda acabará su reinado.
Enrique Plantagenet es duque de Anjou, aún no reina, está a la espera de hacerlo. Y mientras espera, se le presenta la oportunidad de casarse con una gran mujer, recientemente divorciada del rey Luis VII. Cuando Luis Capeto era aún el Delfín de Francia se encaprichó de una princesa del reino del Midi Francés. Era una joven alta y espigada, muy hermosa, con un talante alegre y desenvuelto. Su nombre era Leonor de Aquitania. Estuvieron unos 15 años casados, hasta que estando en la corte de Raymond de Poitiers, en Antioquía, al rey le da un ataque de celos inmenso y decide acabar con su matrimonio.
Leonor no pierde el tiempo, y ese mismo año se casa con el conde de Anjou, el que poco después se convertirá en Enrique II de Inglaterra.
A Enrique no le parece mal la boda, se lleva a una mujer impresionante, a la que le acompaña una dote del mismo calibre: todas sus posesiones en Francia. Un buen pellizco que conllevará a su vez más de cuatro siglos de guerras entre Francia e Inglaterra. La nueva reina se lleva once años con su marido, y cuando éste se va de Cruzadas por el mundo está completamente muerta de celos, pero no por ello deja de gobernar el reino de su marido con mano firme. De esta unión nació un personaje que sería idealizado por todos, estamos hablando de Ricardo I, Corazón de León. Si muchos lo han idealizado a raíz de la fábula de Robin Hood, o Robin de los Bosques. Los ingleses lo veneran como un soberano ejemplar, honrado, valiente y generoso. No tienen en cuenta que se levantó contra su padre dos veces en su vida, una con apenas 16 años y la otra cuando ya contaba la treintena. Siempre amparado bajo las faldas de su madre, y aliándose con el rey francés Felipe Augusto. Al final sucedió a su padre por medio naturales, tras la muerte del mismo.
Hay que recordar que a Ricardo I, Corazón de León, empeñado en emprender la Tercera Cruzada junto a su gran amigo Felipe Augusto, no dudó en declarar: "no dudaría en vender Londres, si encontrara comprador" para así conseguir los fondos suficientes para poder irse de cruzadas. Por suerte no fue necesario la venta, reunió los fondos y se marcho a recuperar el Santo Sepulcro, una empresa que le llevará media vida. La otra mitad se la pasará en las posesiones que tenía en el sur de Francia. Y quién estaba entonces reinando en Inglaterra, si el rey titular se encontraba por ahí luchando, pues el Príncipe Juan, su hermano; eso sí en calidad de regente. El pobre Juan es el que aparece como villano en los relatos de Robin Hood, es el que conocemos como Juan "sin Tierra" y en su honor debemos decir que no fue un mal monarca respecto a Londres. Respetó escrupulosamente la autonomía de la ciudad, aunque en otros asuntos no fue tan afortunado. Cuando por fin Ricardo decide recoger sus bártulos y considera de que ya es tiempo de volver a sus reinos, y dedicarse a gobernar. Es hecho prisionero del emperador alemán Enrique VI, esta situación la aprovecha Juan para hacerse con el poder. Al final Ricardo consigue huir y llegar a Inglaterra, perdonando a su hermano Juan el asalto al poder. Aquí es posiblemente donde empieza su leyenda. Al final Juan sucederá a su hermano, tras la muerte de éste. Reinará durante 17 años, pero su peor error será enfrentarse a Felipe Augusto, se enzarzarán en un larga guerra que lo llevará a la derrota, perderá los pocos territorios que les quedaban en Francia, será excomulgado por el Papa, se le rebelarán los nobles ingleses que le exigirán la firma de la célebre carta Magna (que recortará los poderes del soberano ante la nobleza, está considerada como el germen histórico de la democracia británica).
El impopular rey Juan de Inglaterra, como también se le conoce está en guerra con sus poderosos barones, que hartos de su desastroso liderazgo, han invitado al rey de Francia, Luis VIII, a tomar el lugar de Juan como gobernante. El rey francés no lo duda y se planta en Londres, concretamente entrará a la ciudad a través del antiguo puente de piedra que será el antecesor del Puente de Londres. El primer alcalde de Londres, Henry Fitz-Ailwyn lo recibirá en una puerta de piedra en el extremo sur del puente (el la orilla de Southwark). El nuevo rey atravesará el puente con su séquito de caballeros franceses, en el puente, entre las casas y tiendas que se alzan a ambos lados del mismo, se apiña una ruidosa multitud que le da la bienvenida. La hermosa catedral de Londres, San Pablo, será la encargada de albergar la ceremonia de bienvenida al rey francés.
La dinastía Plantagenet y sus ramas de Lancaster y York reinaran durante doscientos años, marcando la última etapa de la Inglaterra Medieval, y dando abundante tema para que William Shakespeare se luciese en sus obras literarias.
De los once reyes que siguieron a Juan Sin Tierra, tal vez el primero de los Lancaster, Enrique III, fue el que más poder cedió a la nobleza. Su hijo y su nieto intentaron sin suerte anexionarse Escocia, al igual que Eduardo III. Éste quiso también la corona de Francia, con lo que desató la Guerra de los Cien Años. Durante este periodo la Peste Negra asoló el país, se redujo a la mitad la población de Londres, se cree que hubo por lo menos 50,000 víctimas y la ciudad permaneció casi vacía durante más de una década.
Los siguientes reyes fueron Enrique IV que destronó a su primo Ricardo II en el 1400, su hijo Enrique V también tuvo un reinado difícil y desgraciado, su sucesor Enrique VI acabó siendo proclamado rey de Francia gracias a la complicidad de los borgoñones, asunto que resolvió Juana de Arco colocando en el trono francés al delfín, y acabando así la guerra de los Cien Años.