Antes de que aparecieran los Médici en escena, el emblema de Florencia, el estandarte de la ciudad solía ser una lirio blanco sobre un fondo rojo, hasta que un buen día la obsesión que tenían por la sangre de las batallas la familia Médici decidió que era hora de cambiar el emblema, bueno más que cambiarlo lo que hizo fue invertir los colores. Originariamente el emblema de la ciudad tal y como hemos dichos lirio blanco sobre fondo rojo, se transformó en un lirio rojo sangre y bajo el lirio escribieron: "Sanguine decet, non virtude niti" (hace falta basarse en la sangre no en el mérito". Según cuentan los florentinos fue Cosme el Viejo el que tuvo la idea, dicen que mientras le estaban pintando el lirio en el escudo para un torneo, se dirigió al pintor y exclamó: "Blanco no, blanco no! la ciudad tiene que saber quienes somos: píntalo de rojo, que correrá la sangre!
Dante, el gran escritor lo explica en "Convivio". En la capilla de los Principes della Iglesia de San Lorenzo, aparece el emblema según querían los Médici.
La Iglesia de San Lorenzo era la parroquia de los Médicis, la familia florentina que dominó la escena política de Florencia durante más de tres siglos, desde el XV al XVIII. Esta iglesia nos sorprende exteriormente, pues la fachada esta inacabada, le falta el típico revestimiento exterior de mármol. El dinero, o más bien la falta del mismo, pues se terminó antes que la decoración de la fachada. Es una pena porque era un proyecto de Miguel Ángel, sólo podemos imaginarnos como podría haber sido. Las obras del edificio comenzaron a principios del siglo XV, antes había en este lugar una iglesia mucho más pequeña, además de ser una de las más antiguas de Florencia.
El bisabuelo de Lorenzo, Giovanni de Bicci, que amasó una fortuna como banquero, decidió transformar aquella pequeña capilla medieval en el templo de la familia. Para ello encargó la reforma a Brunelleschi. El interior es blanco y gris, muy sobrio, un espacio a la medida del hombre. Cosme el Viejo, que sucedió a su padre en la financiación de las obras era muy hábil en los negocios, y por supuesto también lo era en política, pero el sentimiento religioso había cambiado, y con él el gusto. Los espacios tenían que estar más definidos, ser más comprensibles, ordenados en el que triunfaba la perspectiva. Esta perspectiva la podemos ver mirando hacia el altar mayor las columnas que están más lejos parecen más pequeñas de las que están más cerca, y se irán haciendo cada vez más pequeñas a medida que aumenta la distancia; mientras que las líneas del suelo parece que se acercan. Pero es nuestro ojo el que hace que parezca así: claramente las columnas son todas iguales y las lineas del suelo son paralelas. La Sacristía Vieja es obra de Cosme, bueno como él quería hacer las cosas a lo grande, y no se conformaba con una simple capilla privada. Había encargado a Brunelleschi y a Donatello que le construyeran y decoraran una estancia a la izquierda del altar mayor, a la que llamaría Sacristía Vieja. Es un espacio absolutamente geométrico, un cubo con una cúpula semi esférica, todo ello en blanco y bordeado de piedra gris. La sensación que tienes es que el espacio no te aplasta ni te produce vértigo, sino que se desarrolla racionalmente alrededor, haciéndote sentir el centro del universo. Como era una novedad para la época, la gente solía venir desde lejos para verla. Las tumbas de los padres de Cosme se encuentran bajo una mesa de mármol, no es muy bonito pero si práctico para los sacerdotes que apoyan el cáliz en el altar y se arrodillaban recogidos en oración, a la vez que honraban la memoria de los muertos. En esta sacristía están también las tumbas de los hijos de Cosme, Juan y Pedro el Gotoso.
Cosme quiso ser sepultado bajo el pavimento en el centro de la iglesia, justo delante del altar. De esta manera nos da a entender de que toda la vida había estado en el centro de atención de la política florentina, pero al mismo tiempo alejado de los focos, digamos que pecaba de falsa modestia.
Otro punto interesante son las Capillas Mediceas, para verlas debemos dar la vuelta por detrás de la iglesia hasta llegar a la capilla de los Príncipes. Nos encontramos delante de un espacio de forma compleja, completamente revestido de mármoles de colores procedentes de distintos lugares, tan rico en tonalidades y dibujos que parece imposible saber donde empieza el suelo y terminan las paredes.
En el siglo XVII Fernando I decidió construir un gran mausoleo para la familia, y que había sido el gran sueño de su padre Cosme I. Con esta obra los Médicis lograron asombrar a los señores de otros estados, y a sus propios súbditos, en esa época fue considerado una de las maravillas del mundo. Hay dieciséis escudos de armas en piedras duras y que representan a las ciudades toscanas conquistadas y anexionadas al gran ducado. La decoración de anillos con diamantes es uno de los emblemas de la familia, dando a entender de que además de ser poderosos, eran resistentes y luminosos como el diamante. Se puede decir que los Médicis podrían ser de todo menos modestos, pues el proyecto original era todavía más grandioso, pues la cúpula de la capilla debía estar recubierta de lapislázuli e incrustaciones de bronce dorado. Pero no les dio tiempo, la dinastía se extinguió antes de poder acabar las obras previstas. A través de un corto y estrecho pasillo, y a través de una puerta más bien baja a la izquierda podemos acceder a la sacristía Nueva. Casi todo el mundo viene directo hacia ellas, para ver las obras de arte que alberga. Obras hechas por el más grande de todos, Miguel Ángel. La tumba de los dos hermanos, Lorenzo duque de Urbino, y la de Juliano duque de Nemours se encuentran a la derecha, pero están inacabadas. En el mausoleo del duque de Urbino tenemos las figuras de la Aurora y el Crepúsculo. A la derecha encontramos la tumba de Juliano (este si que era hijo de Lorenzo el Magnífico, se encuentra representado con una coraza y la vara de comandante, a sus pies tiene las esculturas del Día y la Noche. Si os fijáis bien las miradas de Lorenzo y de Juliano convergen hacia la escultura que representa a la Virgen y el Niño, que está sobre la tumba de Lorenzo el Magnífico y su hermano, éstas no son de Miguel Ángel sino de Montorsoli y de Rafaello de Montelupo.
Ahora hablaremos del Palazzo Medici-Riccardi.
Situado en la vía Cavour, lo identificaremos por los “tondi”, los medallones en relieve que hay repartidos por las cornisas, y que nos dan una idea del poder y la riqueza de esta familia. El palacio comenzó a edificarse con Cosme el Viejo, el año 1444. El lugar donde regresó Cosme el Viejo, después de volver del destierro. Tan sólo tuvo que esperar unos 10 años para poder volver a Florencia. El palacio era tanto residencia particular como centro de negocios de la familia. Lo primero que hizo fue encargar el diseño a Brunelleschi, pero después se lo pensó mejor, no fuera a ser que el artista se pasara con la monumentalidad de la obra y volviera a despertar envidias y rivalidades políticas. Ya había tenido suficiente con el destierro. Es entonces cuando escoge a Michelozzo, que comenzó la construcción del palacio en 1444. Con su mampostería escalonada y la cornisa sobresaliendo, está considerado como el primer palacio puramente renacentista de la ciudad. En los años posteriores su estilo marcaría las construcciones palaciegas de Florencia. Los elegantes ventanales con dos arcos estructuran toda la fachada. Los cuadros de la mampostería van perdiendo visiblemente peso según van ganando en altura. Las dos arcadas en la esquina de la Vía de Gori estaban abiertas en un principio, pero se cerraron en 1517, según un boceto de Miguel Ángel. Casi todo el mundo sube corriendo al primer piso, pero es mejor ver primero el “cortile” que nos parece un claustro. Tiene tres pisos, el de arriba del todo hay una loggia abierta, después viene un piso con ventanas dobles y en la planta baja un pórtico cuadrado, con tres arcadas de estilo brunellesco a cada lado. Por encima de estas arcadas hay un amplio friso, con medallones en relieve, son ocho en total al igual que el número de ventanas, a estos medallones se les conoce como “Tondo” y son el escudo heráldico de los Médicis. Después de ver el patio hay que subir al primer piso para contemplar la obra de Benozzo Gozzoli, la Comitiva de los Reyes Magos de Oriente.
Mientras aún vivía Lorenzo de Médicis en él, el Gran Duque Cosme renunció en 1540 a la antigua residencia familiar y se trasladó al Palazzo Vecchio, porque creía que éste representaba mejor el nuevo poder de los Médicis. Así que el palacio fue vendido a la familia Riccardi en 1665, de ahí su nombre. Actualmente aloja el Gobierno Civil de Florencia, así como la Biblioteca Riccardiana, fundada por Riccardi a finales del siglo XVI. Ésta biblioteca contiene 4.000 valiosos manuscritos, entre ellas obras autobiográficas y extraordinarias caligrafías en miniatura. Pero tal vez lo que llama mucho la atención es la capilla de los Médicis, está en la primera planta, se la conoce como la Capella dei Magi, pues es famosa por los frescos de Benozzo Gozzoli.
El fresco "Comitiva de los Reyes Magos de oriente" se realizó entre 1459 y 1460. La obra representa al ostentoso séquito de griegos que habían venido a la ciudad en 1459 para celebrar la llegada del Papa Pío II. De modo que el rey más joven tiene los rasgos del joven Lorenzo de Médicis (el Magnífico). En la comitiva podemos reconocer también a Cosme junto a su hijo Pedro el Gotoso. El autor de la obra, Gozzoli, también se auto retrató, lo reconoceremos porque es el que lleva una birrete que pone "Opus Benotii".
Los Médici fueron una estirpe o familia digamos que "especial" pues sería largo y complicado explicar todo lo referente a dicha familia, no se entiende que una estirpe como ésta, tan dictatorial, que no dudaba en utilizar la mano dura para defender sus intereses y provocar revueltas sangrantes, a la vez favoreciera la arquitectura, la pintura y la escultura como nadie lo había hecho ni lo haría en décadas posteriores.
Y todo tiene comienzo en el siglo XII, los mercaderes y aventureros suelen llevar en la cintura o en las sillas de su caballo unas bolsas de cuero llenas de piezas de oro para comprar o bien es la recaudación de sus negocios. Los peregrinos y cruzados que van hacia Tierra Santa también van cargados de oros y piedras preciosas. Los salteadores de caminos y piratas se aprovechan de ello, también lo hacen los señores y hombres de armas que obligan a pagar rescates o bien obligan a los viajantes a pagar por su protección. Para evitar estos incidentes, los pagos de las compras se comienzan a repartir escalonadamente de feria en feria, a una venta le corresponde una compra y viceversa, pero hay que tener en cuenta las acuñaciones monetarias, pues el valor del oro varía de una ciudad a otra. Es por ello que surge una herramienta versátil, un invento bastante práctico: la letra de cambio, que permitirá al viajero pagar en el lugar de donde salen las mercancías que obtendrá de muy lejos, tal vez en otra ciudad, o en otro país. El buen funcionamiento del sistema necesita que haya, a través de toda Europa, unos corresponsales que conozcan, valoren y gestionen estas letras de cambio. Durante el siglo XII también se generaliza la práctica de asegurar la mercancía. Los Médicis como banqueros son los pioneros y amos absolutos de todo este nuevo sistema financiero. Giovanni di Bicci (1360-1429), el primero de esta gran saga, consiguió el solito acumular una fortuna inmensa de 180.000 florines, junto con créditos y bienes inmuebles. Con todo ese dinero Bicci pagó el monumento funerario de Balthazar Coscia, enterrado en el baptisterio florentino. También construyó el Hospital de los Inocentes, y empezó la reconstrucción de la basílica de San Lorenzo, en la sacristía de esta basílica fue sepultado en 1429, en un sarcófago de estilo renacentista que colocaron bajo el altar de mármol, justo recién acabada la basílica.
El prestigio y el poder de Giovanni de Bicci se consolidó con su heredero, su hijo Cosme “el viejo”, al que también le gustaba edificar. Brunelleschi lo convenció de que los edificios durante miles de años contribuirían a dar renombre a los que los hacían construir. Los proyectos de Brunelleschi eran demasiado lentos para Cosme el viejo, por eso Michelozzo fue su arquitecto de confianza. En la Vía Larga, Cosme hizo construir el Convento de San Marco, colocó en él a una congregación de Dominicos a la que nunca le falto el dinero, pues se convirtió en su protector. Este convento era revolucionario, pues resultaba funcional y práctico. Tenía dos claustros grandes y dos pequeños, dos comedores, un hospicio, una hospedería, una gran Sala del Capítulo y un templo. En el piso superior estaban las celdas y una gran librería, la primera librería que se abrió libremente a sabios y estudiosos. El recinto también tenía unos cuantos huertos, al que solía acudir Cosme para cultivarlos personalmente.
Cosme tuvo dos hijos, Juan y Pedro, a éste último lo llamaron “el gotoso” por la enfermedad que sufrió durante buena parte de su vida. Juan era el mayor, y era un “bon vivant”, tanto que murió antes que su padre, se rumoreaba que los placeres de la carne y la buena mesa se lo llevaron por delante.
En 1469 Pedro el Gotoso estaba totalmente paralizado por la gota, hasta el punto que sólo podía hablar, de esta guisa asistió a la boda e su hijo Lorenzo con Clarissa Orsini. Para celebrar el enlace que duró tres días, se celebró un torneo en la plaza de Santa Croce, donde fue proclamado vencedor Lorenzo. Pedro en cambio entre enfermedad y enfermedad se dedicaba al arte, tenía un gusto muy refinado, pero pasó desapercibido en la historia gracias a su hijo Lorenzo (el Magnífico). En 1469 Pedro estaba tan mal, totalmente paralizado por la gota hasta el punto de que sólo podía hablar. En este estado asistió a la boda de su hijo Lorenzo con Clarissa Orsini, una muchacha romana. Era la primera vez que un Médici se casaba con una mujer que no era florentina, las celebraciones se realizaron en la plaza de la Santa Croce y en el torneo Lorenzo participó y curiosamente salió como indiscutible ganador.
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Lorenzo el magnífico era un hombre cultivado, poeta, filósofo, amante de la belleza... tal vez porque carecía de ella, de belleza digo, pues físicamente era poco agraciado. Esa falta de belleza la suplía con una educación exquisita y unas maneras verdaderamente magníficas y refinadas. Fue el mecenas de los más grandes artistas de la segunda mitad del siglo XV, todos esculpieron, pintaron y construyeron para él. Su hermano Giuliano, estaba destinado a ser cardenal desde su nacimiento, pero fue asesinado en la catedral de Santa María dei Fiore en 1478, tal y como ya explicamos en otro post. Pero a todo el mundo le llega su hora, y al Magnífico también le llegó. Murió a los 43 años y también de gota, como su hermano, está claro que los excesos se pagan... Los florentinos creyeron que su muerte iba acompañada de señales premonitorias de alguna gran catástrofe, pues dos días antes un relámpago había caído sobre la cúpula de la catedral, y había roto la enervadura de mármol del lado que daba al palacio de los Médici, además los leones que estaban en la jaula detrás del palacio de la Signoria, se pelearon entre ellos y murieron, además una estrella apareció encima de Villa Careggi, donde moría Lorenzo. Hay que decir que durante esa época un fraile llegado de Ferrara, un tal Girolamo Savonarola, como gran predicador que era, empezó a profetizar desgracias de todo tipo que caerían sobre la ciudad de Florencia, procedentes directamente del cielo para castigar la impiedad y el libertinaje de los florentinos, y que mejor manera que empezar por sus mandatarios...
Como siempre si queréis saber más hay una serie en DVD que se llama The Medici: Godfathers of the Renaissance.