Comenzaremos el recorrido en la Plaza de la Encarnación, que está vinculada a la Plaza de Oriente y donde se levanta el Monasterio de la Encarnación, del siglo XVII. El 4 de abril de 1609, el Consejo de Estado, a instancias del duque de Lerma y del propio rey, que por aquel entonces era Felipe III, decretó la expulsión de los moriscos de Valencia, medida que se complementaría al año siguiente con la expulsión de los que residían en la Corona de Castilla y Aragón. En agradecimiento a dicha expulsión, la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, decidió fundar en Madrid un Monasterio de agustinas descalzas que se dedicaría al Misterio de la Encarnación, pero la reina murió antes de ver acabada su obra. Este monasterio compartía con el de las Descalzas Reales el honor de contar con algunas monjas de sangre real, que fueron enriqueciendo con sus dotes el patrimonio artístico de un monasterio al que podría considerarse como una sucursal del vecino Alcázar. De hecho el acceso desde el palacio se efectuaba a través de un pasadizo subterráneo que evitaba la enojosa necesidad de disponer cada vez que una mujer de la familia real se trasladaba a la Encarnación, del aparatoso séquito requerido por la etiqueta de la Corte.
El edificio fue construido entre 1611 y 1616 según un proyecto de Juan Gómez de Mora, quien hizo coincidir la fachada de la iglesia con la del monasterio, situándola al fondo de un profundo atrio.
Se puede visitar la antigua clausura donde está instalado el museo, que cuenta con interesantes obras de los siglos XVI, XVII y XVIII.
Al lado del convento se encuentra la Plaza de la Marina Española con el Palacio del Senado, que resulta ser un discreto edificio de traza clasicista y que fue construido a principios del siglo XIX en el solar de lo que había sido un convento de frailes Agustinos (s. XVI) para establecer la sede de las Cortes Generales del Reino. El antiguo convento, era más conocido como Colegio Doña María de Aragón, fue fundado en 1590 por doña María de Córdoba y Aragón, dama de la reina doña Ana de Austria e hija de don Álvaro de Córdoba. Desde los primeros años del siglo XIX, y debido a su cercanía al palacio, este antiguo colegio agustino se ha convertido en uno de los edificios con mayor significado político de la ciudad. La primera función parlamentaria del colegio se remonta al 2 de mayo de 1814, cuando la iglesia del colegio se transformó en el Salón de Sesiones de las Cortes unicamerales que regulaba la Constitución de Cádiz, y que hasta entonces estuvieron situadas en el teatro de los Caños del Peral. Pero poco duró este primer uso parlamentario, puesto que sólo dos días después, el 4 de mayo, Fernando VII abolió el régimen constitucional, con lo que el edificio fue devuelto a los frailes agustinos. Cuando el Trienio Liberal se repitió el mismo proceso, así cuando en 1820 se restaura la constitución, el colegio se dedicó de nuevo a Salón de Cortes hasta que con la reacción absolutista de 1823, es de nuevo devuelto a los Agustinos. No será hasta la muerte de Fernando VII que se produce la instauración definitiva del nuevo sistema político constitucional y el edificio pasa definitivamente a la propiedad del Estado. Cuenta con una valiosa colección de pintura académica y con hermosas salas que representan muy bien la decoración decimonónica, actualmente sigue siendo el Senado.
También en esta plaza está el Palacio del Marqués de Grimaldi. En 1776 Carlos III encargó a Francisco Sabatini la construcción de este palacio para alojar a los primeros Secretarios del Despacho y sus correspondientes dependencias administrativas. Hasta la invasión francesa de 1808 el palacio realizó las funciones para lo que fue concebido, teniendo por moradores a principales ministros de la monarquía como el Marqués de Grimaldi, el Conde de Floridablanca y Manuel de Godoy, Príncipe de la Paz, razón por la que este palacio era y es conocido por el nombre de algunos de estos ministros. Durante la estancia de Godoy se decoró el interior del palacio con mármoles, pinturas al fresco, puertas de bella factura y esculturas. Godoy habitó el palacio hasta 1807, fecha en que trasladó su residencia al palacio de Buenavista, poco antes de su caída en desgracia a raíz del motín de Aranjuez el 19 de marzo de 1808. Manuel Godoy, fue valido del rey Carlos IV, alteza serenísima, duque de Sueca y almirante del Reino, además de confeso amante de la reina María Luisa de Nápoles (esto último tendríamos que añadirle un "presunto", pues la pobre reina no dejaba de estar encinta mucho tiempo, pues llegó a tener 24 embarazos, matemáticamente poco tiempo le quedaba para tener amantes a la pobre...) atesoró a lo largo de su muy fructífera vida política un patrimonio artístico tan copioso, cosa que tiene mérito pues apenas unos años antes se dedicaba a viajar por las notarías de media Europa. Godoy amplió el palacio y lo decoró lujosamente bajo la dirección del francés Jean Demosthene Dugourc, autor de la magnífica escalera imperial que todavía se conserva, cuya importancia contrasta con la poca que se concedía a esta pieza en los edificios nobles de Madrid en el siglo XVIII.
Hablemos ahora de uno de sus más ilustres moradores, el señor Manuel Godoy. Nacido en el seno de una familia noble empobrecida, a los diecisiete años acompañó a su hermano a Madrid, y ambos ingresaron en la guardia de corps.
Manuel Godoy |
Se ha escrito mucho sobre Godoy, si queréis saber más en este enlace "Manuel Godoy, retrato ilustrado del Favorito".
Otro inquilino famoso del palacio fue el General Murat, Gran Duque de Berg y cuñado de Napoleón, durante las jornadas previas al levantamiento popular del Dos de Mayo de 1808, en calidad de máxima autoridad militar de las tropas francesas acantonadas en Madrid. |
Desde este palacio, el general Murat, jefe de los franceses que ocupaban Madrid en mayo de 1808, dirigió la labor de sofocar la revuelta.Tras la Guerra de Independencia, el palacio se empleó como sede del Consejo del Almirantazgo primero, después acogió la Biblioteca Real y diversos ministerios, sirvió como Museo Naval y, ya en el siglo XX, fue Museo del Pueblo Español.
En 1962, se declaró Monumento Histórico-Artístico y hoy en día el precioso edificio es la sede del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, dependiente del Ministerio de Presidencia del Gobierno de España.
A la derecha en la Calle Torija, número 12, se levantó en 1735 un edificio del arquitecto Ventura Rodríguez destinado a ser la sede del Consejo de la Suprema Inquisición, en un periodo en que la Inquisición ya no era como antes, en una etapa de inactividad cada vez mayor de esta institución, pero que no fue sin embargo abolida hasta bien avanzado el siglo XIX, por si era de menester. Es un caserón de ladrillo rojo y piedra de cantería de tres pisos de altura en el que se podía leer encima de su portada el terrible lema inquisitorial Exurge Domine et judica causam tuam –Levántate Dios y juzga tu causa-.
El Consejo de la Suprema era el máximo órgano de la Inquisición y estaba presidido por el Inquisidor General. Sus funciones eran revisar las vistas y causas, ordenar inspecciones, dar instrucciones a los tribunales y actuar como uno de ellos para juzgar a los miembros del Santo Oficio. La Inquisición imprimió carácter a todo el barrio. Muy cerca, en la vieja calle de la Inquisición (hoy calle de Isabel la Católica), estaba el Tribunal de Corte y las cárceles de la Inquisición. En sus proximidades convivían palacios nobiliarios con casas sencillas donde vivían muchos vecinos vinculados de una manera u otra con estos dos centros inquisitoriales, Consejo de la Suprema y Tribunal de Corte. La Inquisición fue suprimida en 1808 por José Bonaparte, y en 1813 por las cortes de Cádiz. En 1814 fue restablecida por el nefasto Fernando VII, pero el arruinado y desacreditado tribunal sólo prolongó una existencia fantasmal hasta su definitiva desaparición, decretada por el régimen liberal en 1820. Tras la abolición de la institución, el edificio pasó a ser sede del Ministerio de Fomento, luego fue transformado en hotel y después, en imprenta, hasta que en 1897 se convirtió en el convento de las Reparadoras, que han permanecido en él hasta ahora. Hace unos años el Senado necesitaba ampliarse y compraron el edificio, para poder hacerlo, tras largas negociaciones con las hermanas Reparadoras.
Desde aquí iremos a la Plaza de Santo Domingo y por la calle Veneras, en la que vivió Rubén Darío, se desemboca en la Plaza de las Descalzas, donde se encuentra el Monasterio de las Descalzas Reales, (en realidad sería de Nuestra Señora de la Consolación) del siglo XVI. En el solar que ocupa actualmente el Real Monasterio de las Descalzas existió antaño una residencia de los reyes de Castilla. En el siglo XVI el edificio lo adquirió don Alonso Gutiérrez, tesorero de Carlos l, el emperador y su esposa, Isabel de Portugal, residían con frecuencia en él, hasta el punto que la reina dio allí luz a doña Juana de Austria que, con el tiempo, sería reina de Portugal. En agosto de 1559 Juana de Austria, hermana del que más tarde sería, Felipe II, fundó el convento, en cuya iglesia se conserva su capilla funeraria, y las monjas se hicieron cargo del palacio. En el monasterio se recluyó la emperatriz María, hija de Carlos I y viuda de Maximiliano II de Alemania, con su hija Margarita, para huir de las intrigas palaciegas. Las riquezas artísticas que alberga el monasterio, donadas como ajuar por las nobilísimas damas que entraban en él, pues era convento y residencia para las mujeres de la Casa Real, lo han convertido en uno de los principales museos de la ciudad. Sólo hay que ver las largas colas que se forman para poder visitarlo.
De la restauración y reforma del edificio se encargaron Juan Bautista de Toledo y Antonio Sillero, y las obras se acabaron en 1564. El edificio es una muestra de la transición del gótico tardío y un inicial renacimiento. La fachada es típica de la arquitectura madrileña del siglo XVI, ejecutada con mampostería de granito y pedernal con hileras de ladrillo rojo. La iglesia es plenamente renacentista, y fue obra de Juan Bautista de Toledo, que había estudiado en Roma y trabajado a las órdenes de Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro. En el siglo XVII, Claudio Coello realizó varias pinturas en los techos, y en la escalinata hay un insólito retrato de Felipe IV con su mujer y sus hijos. Otros retratos de los Austrias aparecen en el salón de los Reyes y en el Candilón. Completan la pinacoteca cuadros de Murillo, Zurbarán, Ribera, Van der Weyder, el lienzo de Tiziano "la Moneda del Tributo" y "la Adoración de los Reyes Magos" de Brueghel el Viejo. Una curiosidad es que la Abadesa del convento siempre ha sido considerada como una Grande de España, además en el convento solo pueden vivir 33 monjas, porque este era la edad de Cristo cuando murió.
También es importante la sala de Tapices, en la que se guarda una colección completa tejida en Bruselas para Isabel Clara Eugenia, la hija de Felipe II, a éste conjunto se le conoce como la "Apoteosis de la Eucaristía" y esta basado en 18 cuadros de Rubens. Algunas capillas están decoradas con cerámica de Talavera. En este lugar está enterrada Juana de Austria, y en la parte izquierda del Altar Mayor está la tumba de don Alfonso de Borbón y Dampierre, que murió trágicamente en un "accidente" de esquí, era nieto de Alfonso XIII y primo del Rey Don Juan Carlos I.
Un lugar curioso si sois amantes de los animales y en concreto os apasionan los gatos, cerca de la Plaza de la Marina Española, está "La Gatoteca" una cafetería en la que podréis tomar un café acompañados de lindos mininos.
A la derecha en la Calle Torija, número 12, se levantó en 1735 un edificio del arquitecto Ventura Rodríguez destinado a ser la sede del Consejo de la Suprema Inquisición, en un periodo en que la Inquisición ya no era como antes, en una etapa de inactividad cada vez mayor de esta institución, pero que no fue sin embargo abolida hasta bien avanzado el siglo XIX, por si era de menester. Es un caserón de ladrillo rojo y piedra de cantería de tres pisos de altura en el que se podía leer encima de su portada el terrible lema inquisitorial Exurge Domine et judica causam tuam –Levántate Dios y juzga tu causa-.
El Consejo de la Suprema era el máximo órgano de la Inquisición y estaba presidido por el Inquisidor General. Sus funciones eran revisar las vistas y causas, ordenar inspecciones, dar instrucciones a los tribunales y actuar como uno de ellos para juzgar a los miembros del Santo Oficio. La Inquisición imprimió carácter a todo el barrio. Muy cerca, en la vieja calle de la Inquisición (hoy calle de Isabel la Católica), estaba el Tribunal de Corte y las cárceles de la Inquisición. En sus proximidades convivían palacios nobiliarios con casas sencillas donde vivían muchos vecinos vinculados de una manera u otra con estos dos centros inquisitoriales, Consejo de la Suprema y Tribunal de Corte. La Inquisición fue suprimida en 1808 por José Bonaparte, y en 1813 por las cortes de Cádiz. En 1814 fue restablecida por el nefasto Fernando VII, pero el arruinado y desacreditado tribunal sólo prolongó una existencia fantasmal hasta su definitiva desaparición, decretada por el régimen liberal en 1820. Tras la abolición de la institución, el edificio pasó a ser sede del Ministerio de Fomento, luego fue transformado en hotel y después, en imprenta, hasta que en 1897 se convirtió en el convento de las Reparadoras, que han permanecido en él hasta ahora. Hace unos años el Senado necesitaba ampliarse y compraron el edificio, para poder hacerlo, tras largas negociaciones con las hermanas Reparadoras.
Desde aquí iremos a la Plaza de Santo Domingo y por la calle Veneras, en la que vivió Rubén Darío, se desemboca en la Plaza de las Descalzas, donde se encuentra el Monasterio de las Descalzas Reales, (en realidad sería de Nuestra Señora de la Consolación) del siglo XVI. En el solar que ocupa actualmente el Real Monasterio de las Descalzas existió antaño una residencia de los reyes de Castilla. En el siglo XVI el edificio lo adquirió don Alonso Gutiérrez, tesorero de Carlos l, el emperador y su esposa, Isabel de Portugal, residían con frecuencia en él, hasta el punto que la reina dio allí luz a doña Juana de Austria que, con el tiempo, sería reina de Portugal. En agosto de 1559 Juana de Austria, hermana del que más tarde sería, Felipe II, fundó el convento, en cuya iglesia se conserva su capilla funeraria, y las monjas se hicieron cargo del palacio. En el monasterio se recluyó la emperatriz María, hija de Carlos I y viuda de Maximiliano II de Alemania, con su hija Margarita, para huir de las intrigas palaciegas. Las riquezas artísticas que alberga el monasterio, donadas como ajuar por las nobilísimas damas que entraban en él, pues era convento y residencia para las mujeres de la Casa Real, lo han convertido en uno de los principales museos de la ciudad. Sólo hay que ver las largas colas que se forman para poder visitarlo.
De la restauración y reforma del edificio se encargaron Juan Bautista de Toledo y Antonio Sillero, y las obras se acabaron en 1564. El edificio es una muestra de la transición del gótico tardío y un inicial renacimiento. La fachada es típica de la arquitectura madrileña del siglo XVI, ejecutada con mampostería de granito y pedernal con hileras de ladrillo rojo. La iglesia es plenamente renacentista, y fue obra de Juan Bautista de Toledo, que había estudiado en Roma y trabajado a las órdenes de Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro. En el siglo XVII, Claudio Coello realizó varias pinturas en los techos, y en la escalinata hay un insólito retrato de Felipe IV con su mujer y sus hijos. Otros retratos de los Austrias aparecen en el salón de los Reyes y en el Candilón. Completan la pinacoteca cuadros de Murillo, Zurbarán, Ribera, Van der Weyder, el lienzo de Tiziano "la Moneda del Tributo" y "la Adoración de los Reyes Magos" de Brueghel el Viejo. Una curiosidad es que la Abadesa del convento siempre ha sido considerada como una Grande de España, además en el convento solo pueden vivir 33 monjas, porque este era la edad de Cristo cuando murió.
También es importante la sala de Tapices, en la que se guarda una colección completa tejida en Bruselas para Isabel Clara Eugenia, la hija de Felipe II, a éste conjunto se le conoce como la "Apoteosis de la Eucaristía" y esta basado en 18 cuadros de Rubens. Algunas capillas están decoradas con cerámica de Talavera. En este lugar está enterrada Juana de Austria, y en la parte izquierda del Altar Mayor está la tumba de don Alfonso de Borbón y Dampierre, que murió trágicamente en un "accidente" de esquí, era nieto de Alfonso XIII y primo del Rey Don Juan Carlos I.
Un lugar curioso si sois amantes de los animales y en concreto os apasionan los gatos, cerca de la Plaza de la Marina Española, está "La Gatoteca" una cafetería en la que podréis tomar un café acompañados de lindos mininos.
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