El paseo recomendado de hoy comienza en la explanada del metro Ôpera y no hay manera mejor de empezarlo tomando un café en el mítico Café de la Paix, el café de la paz.
Desde el Café de la Paix , en el que Oscar Wilde pasaba sus ratos de ocio en la terraza, nos encontramos ante un café histórico donde los haya y que sólo cerró sus puertas cuando en 1939 se declaró la II Guerra Mundial, y por poco tiempo pues durante la guerra permaneció abierto, tal es así que el 25 de Agosto de 1944 una granada alemana provocó un incendio, que no tardaron en sofocar los camareros, durante los combates de la liberación de la ciudad. En 1948 fue el plató para el primer programa de televisión en directo para los Estados Unidos, con Yves Montand y Maurice Chevalier.
Se cuenta también que Marlene Dietrich era una cliente habitual, tanto, que la cola de admiradores que tenía provocaba tal caos que hizo que los camareros se inventaran un recorrido y una manera especial de moverse para llevar las comandas sin sufrir percances graves. También no hay que olvidarse del Grand Hotel con su cúpula sublime. Enfrente es imposible dejar de mirar el suntuoso Palais Garnier, con sus oros, sus mármoles, sus estatuas y sus escaleras punto de reunión y de descanso de visitantes y parisinos. En 1858 Napoleón III estuvo a punto de morir en el atentado que Orsini perpetró cuando salían de la sala Le Pelletier junto a la emperatriz Eugenia de Montijo a ver la ópera Guillermo Tell. El emperador entonces decidió construir una nueva ópera en un lugar seguro y con pasadizos. Para ello le encargó el trabajo a Charles Garnier, que hubo de asentar los cimientos sobre una gran bolsa de agua subterránea, (lugar donde transcurre la acción del "Fantasma de la Ópera"), por lo que las obras se retrasaron por falta de liquidez. Garnier era un completo desconocido cuando ganó el concurso con su proyecto, una ópera con 11.000 metros cuadrados para sólo 2.200 butacas, sería la más grande de la época. Cuando la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa del emperador, le preguntó a Garnier si el edificio iba a ser de estilo griego o romano, el arquitecto le respondió indignado: "ni griego ni romano ¡será del estilo Napoleón III, Madame!. La fachada se divide horizontalmente en tres partes. Los siete arcos de la planta baja están flanqueados por estatuas alegóricas (de izquierda a derecha tenemos; la Poesía, la Música, el Recital, el Canto, el Drama, la Danza y el Drama Lírico) todas las figuras son obra de escultores diferentes. En el ático hay cuatro grupos dorados que glorifican la Poesía y la Fama.
La obra escultórica más importante es la de la Danza, obra de Jean Baptiste Carpeaux. Cuando el pueblo de París descubrió por primera vez el corro de mujeres desnudas de este conjunto de esculturas, un grito de indignación hizo temblar la ciudad, es por ello que una noche de agosto de 1869 unos desconocidos intentaron tapar la desnudez con una capa de pintura...
Si os apetece, gracias a la sociedad Purple Beam, un profesional del espectáculo os guiará por el palacio del siglo XIX con acceso por la entrada de los artistas... ¡Faltaría más! Ante vosotros el escenario, la sala de ensayos, las tramoyas, los camerinos, las tribunas. Tras las bambalinas aparecen los fastos de sus salas decoradas de pinturas y esculturas que hacen del lugar un teatro de arte vivo.
Después de esta visita podríamos bajar por la Rue Scribe hacia el Hotel Scribe, donde hacer una pequeña pausa para tomar algo en el salón de té del hotel. En la misma calle encontramos el Musée de la Parfumerie Fragonard, esta institución nos contará más de tres mil años de la historia del perfume a través de una excepcional colección de frascos, útiles de perfumería, estuches de viaje, y pinturas...regresando por la misma calle por la que hemos venido giramos a la izquierda hasta cruzar el Boulevard Haussmann. Una explosión de teatros se esconden por estas calles. En el cruce de ambas calles se encuentra el gran almacén Printemps de la Mode. Después de tanta cultura no va mal una paradita para el shopping, no? como el almacén ha crecido a lo largo del tiempo lo han separado por sectores, en la Rue du Havre está el dedicado al hombre, en la rue Caumartin la ropa de sport...si recorres los pasillos del Printemps Maison, dedicado a la decoración, sube al segundo piso, en la sección "luxe et gourmandise" (lujo y glotonería) encontrarás las mejores insignias gastronómicas de la capital. Pero si quieres disfrutar de un panorama de 360º sobre los tejados de París, tienes que subir al séptimo piso al restaurante Déli-Cieux. Otra opción para comer sería un snack en la mágica Brasserie Printemps, el el edificio principal, en la sexta planta, justo debajo de la cúpula Art déco, podrás saborear unas vistas que te dejarán pasmado.En el siglo XIX, París dictaba las normas en el desarrollo del concepto de "Grands Magasins": cubiertas de cristal, patios espaciosos y galerías de varios pisos que subían hasta la cúpula y se abrían hacia el centro. Eran la escenificación arquitectónica del consumo en miles de metros cuadrados. Además, los cafés y salas de lectura convertían a los centros comerciales en lugares de encuentro social, como los describió Émile Zola en su libro "Au bonheur des dames".
Las Galeries Lafayette se encuentran en el mismo boulevard, para verlos tienes que subir doscientos metros en sentido contrario a los coches. Las "Galeries", son célebres por su espacio creador en la moda y la calidad de sus secciones Lafayette Gourmand, si es Navidad, bueno desde noviembre montan unos escaparates espectaculares que son todo un acontecimiento en la ciudad. El ritual preferido de los parisinos es regalarse una sesión de compras a la hora de comer tomando un tentempié en uno de los restaurantes o salones de té de las tiendas. "Las Galerías Lafayette son más que un centro comercial. Reflejan la historia de París", apunta la historiadora Florence Brachet Champsaur. Ella fue la organizadora de la exposición con la que las Galerías Lafayette conmemoran la construcción, a finales de 1912, de la cúpula situada a 42 metros de altura.
Ahora podemos visitar unas calles peculiares, son los típicos "Passages" pasajes cubiertos por techos de cristal y acero, como el Passage Jouffroy, con sus vendedores de viejos libros o bastones, con el viejo Hôtel Chopin. O el Passage Verdeau lugar imprescindible para los coleccionistas de cámaras de fotos y postales retro. O el El Passage des Panoramas que es uno de los más antiguos y el primer lugar público donde se adaptó la lámpara de gas en 1817. El diseño interior de madera está todavía intacto y el antiguo taller de grabado propiedad de la familia Stern aún funciona. Para los incondicionales de este tipo de pasajes, que sepáis que podéis ir desde Grand Boulevards hasta el Palais Royal pasando de uno a otro por los pasajes de Caire et de Ponceau, el de Gran-Cerf, las Galeries Vivienne y Colbert (al lado del metro Bourse) o incluso el Salon des Mirroirs... Pero tened en cuenta que tienen un horario establecido, y que suelen cerrarlos al anochecer.
Si seguimos por los Grands Boulevards llegaremos a un lugar que nos va a transportar a otra época, un lugar que nos parecerá que hemos viajado en el tiempo para volver a la Belle Epoque. En
1896, el Bouillon Chartier nació de un concepto muy simple - ofrecer
una comida decente a un precio razonable y ofrecer a los clientes un
buen servicio para ganar su lealtad. 50 millones de comidas, y sólo cuatro propietarios más tarde, la receta sigue siendo exactamente igual para que sea un éxito.
Si quieres comer o cenar en un local con solera, con sus camareros vestidos con su delantal largo de color blanco impoluto y los chalecos negros, viéndolos moverse por entre las numerosas mesas y rodeados de una decoración del 1896 este es tu sitio. La carta va desde los entrantes a unos precios que varían del 1,80 Euros a los 6,80, o los platos principales que van de los 8,50 a los 13,50, acompañados por los quesos y los postres cuya horquilla de precios suele estar entre los 2 a 4,00 Euros. Está abierto toda la semana desde las 11,30 a las 22 horas, y no aceptan reservas, es por ello que siempre suele haber cola en las horas puntas.
7 rue du Fauboug Montmartre •
75009 Paris
75009 Paris
Phone: 01 47 70 86 29
Fax: 01 48 24 14 68
Métro : Grands Boulevards L8 L9
Otra opción interesante sería el Café Concert Au Limonaire, en la rue Bergère, un café concierto dedicado a jóvenes talentos, alejado de los típicos cabarets para los turistas, acoge diversos espectáculos en un pequeño escenario en esquina y propone sencillos platos por 10 euros. Los domingos, se puede elegir entre el "cabaret-soupe" (cabaret-sopa), el "p'tit bal" o cine mudo y "piano parlant". Aquí está todo el espíritu de los Grands Boulevards donde el símbolo sigue siendo el Grand Rex, que es sinónimo del mayor cine de Europa con su sala de más de 2650 plazas...
Para llegar hasta esta institución, la cita es en el metro Bonne Nouvelle, a dos pasos de la rue Montorgueil, veremos una fachada art déco, con una cúpula estrellada y unos decorados barrocos que hacen del templo del cine parisino un lugar único y excepcional. Además de cine, premières y conciertos es recomendable sumergirse en el recorrido de las Etoiles du Rex, una visita espectáculo interactivo que dura unos 50 minutos y que consiste en representar de una manera viva las bambalinas, la leyenda y las estrellas de cine más célebres de Europa. Efectos especiales, rodajes, efectos de sonido, decorados reconstituidos, todo esto utilizado para sumergir al visitante en la magia del séptimo arte.
Si ahora tomamos la Rue Poissonniére hacia el Sena, y cuando encontremos la Rue de Cléry, la seguimos hasta la Rue Réaumur y cogemos ésta hacia nuestra derecha al llegar a la Rue de Richelieu podemos hacer una visita muy interesante a la BNF, la Biblioteca Nacional Francesa. Un lugar único con una historia particular, todo empieza cuando Carlos V de Francia decide instalar su colección de 917 libros en una sala especialmente acondicionada del Louvre, donde los reyes de Francia desearon reunir sus libros en lo que sería una Librería Particular. Pero fue Francisco I, en 1537, el que dispuso mediante una orden real que todos los impresores y libreros estaban obligados a depositar en la librería del Castillo de Blois todos los libros impresos puestos a la venta en el reino, y cuyas tapas debían ser doradas y con un sello de caucho.
Esta obligación se la conoce como depósito legal, y fue una etapa fundamental para la creación de la gran biblioteca que ha llegado hasta nuestros días. Al final en la segunda mitad del siglo XVI, y a pesar de las guerras de religión que la mermaron un poco, tuvo que ser trasladada a París. Allí la biblioteca empezó a conocer su verdadero desarrollo a partir del 1666 bajo Colbert, que quería que la biblioteca fuera un instrumento para mayor gloria de Luís XIV de Francia. Colbert rompió con la tradición según la cual la biblioteca formaba parte del equipaje de los monarcas con el que solían viajar. Para ello habilitó dos palacetes más, que junto al Hôtel Tuboeuf, acogerían la Biblioteca Real, situados en el barrio que aun ocupa, y trasladó las colecciones que ya no tenían sitio en el Louvre y empezó a ampliarla comprando o recibiendo en donación un gran número de libros pertenecientes a bibliotecas privadas, consiguiendo que ocupara el primer lugar de Europa. Pero fue el abad Bignon, nombrado bibliotecario real en 1719, el que le dio el mayos resplandor, organizándola en departamentos y adquiriendo documentos y obras importantes, pero no sólo hizo eso, sino que se preocupó de que la biblioteca fuera accesible tanto a eruditos como a cualquiera que quisiera conocerla. Pero llegó la Revolución francesa, y durante tres años el deposito legal fue suprimido, aunque la biblioteca del Rey, convertida en Nacional, enriqueció considerablemente sus fondos gracias a las confiscaciones que se realizaron (al clero, a Luís XVI, a María Antonieta, a Madame Élisabeth... tanta entrada de libros no hizo más que hacer patente la falta de espacio, tal es así que en 1858 una comisión dirigida por don Próspero de Mérimée redacto un informe de las modificaciones que debían hacerse en la Biblioteca Imperial. Se hicieron cambios, pero ya en el siglo XX se vuelven a quedar sin espacio, entonces se construyen tres anexos en Versalles (1934, 1954 y 1971), luego otro más en Sablé (1980) y en Provins (1981), pero no bastan, y ahí es cuando aparece François Mitterrand, el Presidente de la República que anuncia a bombo y platillo la construcción de la mayor y más moderna biblioteca del mundo, y que abarcará todos los campos del conocimiento y estar a disposición de todos...y lo dice todo durante su tradicional entrevista televisada del 14 de julio de 1988. Y se llevó a cabo su "gran proyecto", se emplazó en el distrito XIII de París, al lado del Sena, el arquitecto encargado es Dominique Perrault.
Seguimos por el barrio, detrás de la BNF, está la Rue Vivienne, y que a pesar de su aspecto triste y poco atractivo, podemos ver que ofrece una serie verdaderamente notable de mansiones de los siglos XVII y XVIII. Los días laborables resulta fácil atravesar los portales abiertos y colarse dentro de los patios para poder disfrutar de la disposición de las fachadas interiores. Especialmente interesantes son los números 18, 16, 6,4 y 2, en cambio en el lado impar de la calle de los números 9 al 1 se suceden edificios construidos a fines del siglo pasado. Otro motivo para visitarla es que en ella está la entrada a la Galerie Vivienne, otro pasaje cubierto bastante interesante para visitar y disfrutar con los libros de viejo, o tomando un café leyendo un periódico.
Si volvemos a la Rue Vivienne, al final de la misma podremos ver el lugar de acceso al Palais Royal, la verdad es que aquí es donde aparecieron las primeras galerías comerciales, bajo los soportales del palacio y que rodean el jardín. Pero de él hablaremos en un próximo post, pues hay mucho que hablar...