Hoy en día es difícil de creer, pero en la Edad Media en Roma se contaron hasta trescientas torres, habían torres de iglesias, las torres de la muralla Aureliana, torres en edificios privados... lo que daba a la ciudad un aspecto verticalizado, y espinoso.
Según un parágrafo de una guía medieval para peregrinos en Roma, escrita por el Maestro Gregorio la "Magistri Gregori Narratio de Mirabilibus Urbis Romae" está formada por libros o pergaminos en los que se da noticia de los lugares de interés de la ciudad de Roma, era una manera de ayudar a los peregrinos para que los pudiesen encontrar y visitar, de esta manera no se olvidaban de ningún monumento importante o iglesia durante su visita.
En un principio eran simples enumeraciones, como una especie de catálogo de las sepulturas más veneradas, luego la cosa se fue complicando, se fueron agregando datos ya fueran reales o fabulosos sobre los lugares de culto y también sobre los monumentos paganos.
Los que visitaban Roma en aquella época, usaban estas guías de viaje, bueno más bien eran unos pergaminos donde estaban relacionadas las ruinas y lugares célebres de la antigüedad. Cuando apareció el Humanismo y la imprenta, esta especie de "guías turísticas" sirvieron como la base para los estudios renacentistas sobre la ciudad y sus monumentos. Y aún hoy en día siguen siendo una valiosa fuente de información sobre los monumentos que escaparon a los bárbaros pero que posteriormente fueron destruidos durante las distintas etapas de la historia de la ciudad.
En esta guía se encuentra la mejor descripción para estos torreones: "Tienes que admirar con extraordinario entusiasmo el panorama de la ciudad, en la que son tan numerosas la torres, que se parecen a las mazorcas de maíz".
La construcción de estas torres eran un privilegio que sólo podían llevar a cabo los que pertenecían a la aristocracia romana, era un símbolo de la ley feudal; las Casas Torre, se convirtieron en un modelo de vivienda muy popular entre la nobleza. Estas torres acabaron desapareciendo cuando se impuso el palacete Toscano, allá por el siglo XV.
De los cientos de torres que había por la ciudad en la Edad Media, ahora apenas quedan una cincuentena, algunas de ellas muy famosas y que se encontraban aisladas, otras acabaron incorporadas en los edificios posteriores o camufladas entre los edificios que las rodeaban. Formaban parte de complejos edificios más grandes, que se componían generalmente de una pared con torres almenadas construidas contra la cara interior y la vivienda, así como la capilla, el almacén, los establos, el pozo, la cisterna... todo ello garantizaba la autonomía del lugar en caso de que sufriera un asedio.
En el Trastevere, en la zona delimitada del mapa superior, encontraremos las torres que paso a enumerar unas líneas más abajo.
En el Trastevere, en la zona delimitada del mapa superior, encontraremos las torres que paso a enumerar unas líneas más abajo.
Un buen ejemplo de dicha fortificación sería el Palazzo degli Anguillara, con la Torre de Anguillara, del siglo XV, a pesar de que ha sufrido grandes alteraciones a finales del siglo pasado. Se encuentra en la Piazza Sidney Sonnino.
Su fundador fue un tal Ramone que, según la leyenda, mató a un temible dragón que aterrorizaba Malagrotta; agradeciendo tal hecho, el Papa, le dio toda la tierra que podía cubrir en un día. Esa tierra se encontraba en la zona del Trastevere. Los Anguillara estaban relacionados con los Orsini, una familia muy poderosa de los Güelfos, mientras que eran enemigos acérrimos de los Prefectos de Vico, gibelinos y vecinos poderosos.
De la fortaleza medieval original tan sólo queda la torre de mampostería de ladrillo del siglo XIII, y que fue restaurada en la mitad del siglo XV, transformando la fortificación primitiva en un palacio renacentista. En 1542 hubo un terremoto que dañó el complejo, y acabó convirtiéndose en un establo y luego en una bodega. En el siglo XIX la propiedad pasó a manos de una familia de clase media del Trastevere, los Forti, que la usaron para instalar una fábrica de esmaltes y vidrios de colores. Al final, en 1887, el ayuntamiento decidió expropiarla para restaurarla. Ahora en el edificio está la Casa di Dante, un edificio donde se reunen los estudiosos y seguidores del autor.
Cerca, en la Via dei Salumi, se encuentra la Torre de los Tolomei, perteneciente a una antigua familia de Siena, que había decidido establecerse en Roma. Se encuentra en la esquina de la Via dei Salumi y la Via dell'Arco de Tolomei, es una pequeña torre de ladrillo, que formaba parte de un complejo más grande.
La antigua torre era más alta, pero se perdieron los últimos pisos, es por eso que para ser una torre está más baja que los edificios que la circundan. En su época de esplendor era justo al contrario, la torre sobresalía sobre todos los edificios que tenía a su alrededor. A la izquierda de la torre se abre el Arco de Tolomei, que ya existía allá por el 1358, se restauró en 1928. Es un arco medieval, cuya curiosidad es que como había escasez de ladrillos, éstos aunque estuvieran rotos se aprovechaban para la construcción. Lo curioso del caso es que la medida de los arcos por aquel tiempo, y según una disposición de 1250, los arcos debían ser lo suficientemente altos como para permitir que una mujer lo cruzara con una vasija grande y una pequeña pudiera pasar por debajo.
Cerca, en la Via dei Salumi, se encuentra la Torre de los Tolomei, perteneciente a una antigua familia de Siena, que había decidido establecerse en Roma. Se encuentra en la esquina de la Via dei Salumi y la Via dell'Arco de Tolomei, es una pequeña torre de ladrillo, que formaba parte de un complejo más grande.
La antigua torre era más alta, pero se perdieron los últimos pisos, es por eso que para ser una torre está más baja que los edificios que la circundan. En su época de esplendor era justo al contrario, la torre sobresalía sobre todos los edificios que tenía a su alrededor. A la izquierda de la torre se abre el Arco de Tolomei, que ya existía allá por el 1358, se restauró en 1928. Es un arco medieval, cuya curiosidad es que como había escasez de ladrillos, éstos aunque estuvieran rotos se aprovechaban para la construcción. Lo curioso del caso es que la medida de los arcos por aquel tiempo, y según una disposición de 1250, los arcos debían ser lo suficientemente altos como para permitir que una mujer lo cruzara con una vasija grande y una pequeña pudiera pasar por debajo.
Otra de estas torres es la Torre Margana, que toma el nombre de la familia Margani, que vivieron en ella desde principios del siglo XIV. Es una de las pocas que queda en pie, y que simbolizan el prestigio y el estatus de la familia, dependiendo del tamaño que tenía la torre en cuestión.
La Torre Margana es el punto de referencia para el pequeño enclave que la rodea, todos los edificios son centenarios y se encuentran atravesados por callejuelas laberínticas. El aspecto general de la torre se mantuvo casi sin cambios. Por encima del portal de acceso más bajo, en el lugar que ahora hay una galería de arte, se encontraba un taller.
Dejamos atrás el Trastevere para ir hacia la orilla opuesta del Tíber, un buen lugar para cruzarlo sería a través del puente Palatino, si vais por el lado izquierdo podréis contemplar el Ponte Roto.
En la Piazza della Scala, en el número 56 del barrio del Trastevere hay un edificio construido en el siglo XVIII que está en el lugar de una antigua torre medieval, la Torre della Scala, y que tal vez la usaron como parte del edificio. En su fachada podemos observar unos anillos de piedra, que eran muy típicos pues se utilizaban par hacer deslizar las estructuras de madera que tenían la función de puertas o puentes de paso. Se cree que en esta plaza pública había un complejo fortificado de la familia Stefaneschi, una de las familias más poderosas de la Roma medieval.
Pero tal vez de esta plaza, lo más interesante sea la Spezieria di Santa María della Scala, o sea la farmacia. Una antigua farmacia que se encuentra en el primer piso del convento de los Carmelitas Descalzos, junto a la Iglesia de Santa Maria della Scala. Es una pequeña joya que conserva el laboratorio farmacéutico y el molino original, así como los jarrones, las escalas, los alambiques par destilar, los morteros en los que se hacían las mezclas y pócimas. Los muebles, estanterías y ventanas son más recientes, del siglo XVIII. En un principio sólo era para cubrir las necesidades de los monjes, pues eran ellos mismo los que se dedicaban al cultivo de las plantas medicinales en su jardín, hasta que a finales del siglo XVII la farmacia se abrió al público en general. Pronto alcanzó tal fama que incluso príncipes, cardenales y los poderosos médicos de los papas eran clientes asiduos. De ahí que se la conozca como "la farmacia de los Papas".
Actualmente sólo se puede visitar haciendo una reserva al teléfono de la foto, en grupos de 15 personas, la visita es guiada y cuesta sólo 5 euros. No permiten hacer fotos, por lo que os he puesto un enlace para que la veáis un poco.
Pero tal vez de esta plaza, lo más interesante sea la Spezieria di Santa María della Scala, o sea la farmacia. Una antigua farmacia que se encuentra en el primer piso del convento de los Carmelitas Descalzos, junto a la Iglesia de Santa Maria della Scala. Es una pequeña joya que conserva el laboratorio farmacéutico y el molino original, así como los jarrones, las escalas, los alambiques par destilar, los morteros en los que se hacían las mezclas y pócimas. Los muebles, estanterías y ventanas son más recientes, del siglo XVIII. En un principio sólo era para cubrir las necesidades de los monjes, pues eran ellos mismo los que se dedicaban al cultivo de las plantas medicinales en su jardín, hasta que a finales del siglo XVII la farmacia se abrió al público en general. Pronto alcanzó tal fama que incluso príncipes, cardenales y los poderosos médicos de los papas eran clientes asiduos. De ahí que se la conozca como "la farmacia de los Papas".
Actualmente sólo se puede visitar haciendo una reserva al teléfono de la foto, en grupos de 15 personas, la visita es guiada y cuesta sólo 5 euros. No permiten hacer fotos, por lo que os he puesto un enlace para que la veáis un poco.
En la Vía dei Portoghesi, 18, entre la Via dei Pianellari y la Calle del Oso, se encuentra el Palazzo Scapucci. Y que toma el nombre de la familia que lo poseía. Este edificio incorpora una torre medieval de ladrillo con "tufelli" en las esquinas de las cuatro plantas visibles. Sobre las ventanas de la planta superior, hay una cornisa de travertino, que nos recuerda las que podemos ver en muchos pueblos de la Toscana.
Lo curiosos de esta torre es su nombre, La Torre della Scimmia, es decir la torre del Mono. Aunque también se la conoce como la Torre Frangipane, la familia que la habría construido y habitado en sus inicios. Casi todo el mundo la llama la Torre del Mono, gracias a la leyenda que el novelista Nathaniel Hawthorne explicó en sus cuadernos de Francia e Italia. En lo alto de la torre siempre hay una candela ardiendo, en recuerdo del milagro que ocurrió. Según contó el novelista, hace más de cuatrocientos años este edificio estaba habitado por un noble y su esposa, que tenían un niño recién nacido.
La familia poseía como mascota una mona, un buen día la mona jugando se llevó al niño con ella y se colgaba y descolgaba por la torre cargando el niño. Los padres de la criatura, junto a los vecinos viendo lo que ocurría se dedicaron a rezar a la Virgen como posesos para que ésta los ayudara. Tras unos cuantos rezos y plegarias, la mona se decidió a bajar con el niño y devolverlo a sus padres. El padre con su hijo en los brazos prometió que construiría un santuario para la Virgen, justo en la parte superior de la torre, por donde se paseó la mona, lo consagraría y siempre mantendrían una luz encendida en recuerdo y agradecimiento por los sucedido. A lo largo de los siglos el edificio ha ido cambiando de propietarios, pero siempre se ha mantenido la tradición de la candela encendida, un agradecimiento eterno a la Virgen.
La familia poseía como mascota una mona, un buen día la mona jugando se llevó al niño con ella y se colgaba y descolgaba por la torre cargando el niño. Los padres de la criatura, junto a los vecinos viendo lo que ocurría se dedicaron a rezar a la Virgen como posesos para que ésta los ayudara. Tras unos cuantos rezos y plegarias, la mona se decidió a bajar con el niño y devolverlo a sus padres. El padre con su hijo en los brazos prometió que construiría un santuario para la Virgen, justo en la parte superior de la torre, por donde se paseó la mona, lo consagraría y siempre mantendrían una luz encendida en recuerdo y agradecimiento por los sucedido. A lo largo de los siglos el edificio ha ido cambiando de propietarios, pero siempre se ha mantenido la tradición de la candela encendida, un agradecimiento eterno a la Virgen.
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