Desde el siglo XVII hasta nuestros días, la moda del café literario ha estado viva en París, y mediante este post conoceremos algunos de ellos, no todos, pues en la época dorada de los cafés parisinos había más de un centenar.
Según Georges Courteline el mundo se podía clasificar en dos: “El mundo se divide en dos clases, los que van al café y los que no lo frecuentan nunca. Son dos mentalidades completamente distintas y contrapuestas, y los que van al café son infinitamente superiores” hay que tener en cuenta la época en que hizo esta afirmación además de que era un escritor que tenía una fuerte vena satírica, a menudo irreverente hacia la hipócrita sociedad burguesa del París de la época, burguesía a la que pertenecía y conocía tan bien. Otra de sus célebres frases fue “Se cambia más fácilmente de religión que de café”.
Ya hemos dicho que el primer café data del siglo XVII, concretamente fue en 1672 cuando el armenio Pascal instaló en la Feria de Saint Germain el primer despacho de café. Pronto su compatriota Maliban, en 1675 decidió abrir un establecimiento que servía café en el número 28 de la rue Buci, este es el primer establecimiento que se conoce de un local de café ya que el de la feria de Saint Germain era una pintoresca barraca.

Maliban abre su café pero será un fracaso, en cambio su primo Grégoire que se establece en la Rue Mazarine, al lado de la Comédie Française, triunfa. Otro que café que triunfará será el que regente la viuda Fournier, en la Rue Saint-Antoine. Pero es en el Procope donde se revolucionará el mundo del café. Francisco Procopio era de Palermo, donde nació en 1650, con veintidós años llega a París y es contratado por Pascal para que atienda el kiosco de café de la feria, pues el dueño tiene intención de abrir un nuevo establecimiento en el Quai de l’École.