En el último post sobre París nos quedamos cruzando el Pont Neuf, pero ir con cuidado pues cerca del puente murió atropellado Pierre Curie por un coche de caballos, concretamente en la Rue Dauphine, eran sobre las dos y media de la tarde del 19 de abril de 1906, Pierre se despidió de los profesores con los que había almorzado. Era un día lluvioso y se dispuso a atravesar la calle Dauphine pasando por detrás de un coche de caballos. Iba tan ensimismado en sus pensamientos, como era habitual, que no vio un pesado carro tirado por un caballo que avanzaba a gran velocidad y se interpuso en su camino, sorprendido trató de asirse al arnés del caballo que se encabritó; los pies del pobre Pierre se resbalaron sobre el pavimento mojado y el enorme carro, que pesaba más de 6 toneladas le pasó por encima. Ahora no hay coches ni carros tirados por caballos, ahora con el tráfico que suele haber en la ciudad aún puede ser peor, y no es por criticar a los conductores franceses, que no lo hacen tan mal respecto a países como Italia, Portugal o incluso España.
Estamos en uno de los barrios más agradables para pasear, estamos en Saint Germain-des-Prés en el distrito 6º de París, barrio que fue creciendo alrededor de la antigua iglesia y abadía de la que lleva el nombre.
Como lugar de sepultura de los reyes merovingios y sede de la gran orden benedictina, se convirtió en un estado en miniatura por derecho propio. Poseía 17,000 Ha. de tierras, con edificios fortificados por torres y un foso alimentado por las aguas del Sena. El monasterio recibió el nombre de St. Germain-le-Doré (a modo de chascarrillo) por el esplendor de su basílica, construida con mármoles preciosos, sus murallas de ocre, sus suelos de mosaicos y su tejado cubierto de bronce dorado que refulgía bajo el sol. El conjunto de edificios estaba situado en las afueras de la ciudad, y poco a poco se convirtió en una poderosa abadía benedictina. A pesar de que en el siglo IX los vikingos la quemaron, y los normandos también, se reconstruyó en el año 1000 por el Abad Morard, y el Papa Alejandro III la mandó ampliar en 1163.
Durante la Revolución Francesa se transformó en prisión, un suplicio para los doscientos parisinos que se mataron allí. La Abadía se disolvió y sólo quedó la iglesia y el palacio abacial. Poco después fue un almacén de pólvora y municiones a consecuencia de ello y debido a una explosión, el claustro quedó destruido, y no acabó aquí la cosa pues en 1794 se desató un incendio que destruyó sus armaduras y buena parte de sus tesoros, entre ellos su famosa biblioteca teológica. Ya en el siglo XIX, se decide restaurarla y darle su apariencia actual, lo arquitectos fueron Godde y Baltard. Actualmente sólo se conserva una de las tres torres originales, y el interior de la iglesia muestra una interesante mezcla de estilos arquitectónicos en los que hay columnas de mármol del siglo VI, una bóveda gótica y unos cuantos arcos románicos. Ah! se me olvidaba, en una de las esquinas se encuentra un pequeño dibujo de una cabeza de mujer, es un homenaje a Guillaume Apollinaire, y lo hizo Pablo Picasso.
Estos cafés son muy famosos, aunque hay que decir que el primer café de la ciudad no es ninguno de ellos, ya que el primer local donde se puso a la venta café data del siglo XVII, en 1672 el armenio Pascal instaló en la feria de Saint Germain el primer despacho de café. Pronto su compatriota Maliban, abrió otro tres años más tarde, en el número 28 de la rue de Buci, éste si que es el primer establecimiento que se conoce de un inmueble parisino, puesto que el de Pascal era una pintoresca barraca de feria. En 1686, un tal Francesco Procopio del Coltelli que se titulaba como "un gentil hombre de Palermo", instala su café, el Procope, y al que todavía podemos acudir para tomar un buen café.
En los años 20 Saint Germain-des-Prés atraía a las gentes de las artes y las letras de la orilla izquierda, que hasta ese momento eran asiduos de Montmartre. La Guerra frena este movimiento, pero sigue acogiendo a diferentes autores y artistas.
La zona de Saint Germain fue clave hacia finales de la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. Entre las callejuelas que van desde el Sena a los Bulevares de la zona, pequeños grupos de la resistencia tendían emboscadas a las patrullas alemanas. Toda la ciudad se preparó para la guerra, en las imprentas clandestinas se imprimían millares de folletos y pasquines, en los cuales se podían encontrar curiosas recetas para fabricar botellas incendiarias o levantar barricadas. Las farmacias con sus frascos de clorato de potasa se convirtieron en arsenales. Los estudiantes de medicina y algunos socorristas de la Cruz Roja instalaron clínicas clandestinas en apartamentos y almacenes. En los mercados se requisaron las viandas que se repartían entre los restaurantes populares. Todo ciudadano quedaba inscrito en uno de aquellos restaurantes comunitarios y tenían derecho a un sólo plato, un tazón de "sopa popular". Hay que decir que eso fue al final de la guerra, cuando la cosa ya estaba casi decidida, no hay que olvidar (a pesar de que a muchos franceses les pese) que hubo cierto colaboracionismo y "laisser faire" con las tropas invasoras, vamos que no todos eran Resistentes, tal y como quieren hacernos creer..
La fama literaria del barrio se forjó y se consolidó tras la guerra. Era el punto de encuentro de escritores, artistas e intelectuales, de entre los que destacan Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, y que se reunían en las bodegas (Le Tabou, Le Lorientais) de los clubs, o escuchaban jazz en las terrazas de los famosos cafés de la zona, como Les Deux Magots, el Café de Flore, el Bonaparte la Brasserie Lipp y otros tantos. En la misma época, galerías de arte y anticuarios, tiendas de decoración, junto con editores y libreros hicieron de este quartier el alma de la margen izquierda de la ciudad.
La arteria principal de esta orilla del río atraviesa tres distritos, va desde la île St-Louis hasta el Palais Bourbon. Gracias al Barón Haussman su arquitectura es homogénea, aunque abarca una amplia gama de diferentes estilo, pasando del bohemio al burgués. La zona más animada es donde están los famosos cafés. Si lo que queremos es pasear con tranquilidad, viendo antigüedades, nuestro lugar será el Quai de Voltaire sede de algunas galerías de anticuarios más importantes de París. En esta parte del río han vivido muchos famosos en las preciosas casas del siglo XVIII, entre ellos Voltaire, que vivió en el número 27. En el número 19 vivió Oscar Wilde, y también Jean Sibelius.
Si seguimos el río por el mismo Quai hasta llegar a la Rue Bonaparte, podremos ver la Escuela de Bellas Artes. El conjunto de la escuela se repartió entre los restos del convento de los Pequeños Agustinos (desde 1806), en el lugar del palacio construido por la Reina Margot a comienzos del siglo XVII. Situado en la misma Rue Bonaparte, en el número 14. La iglesia alberga un museo de molduras renacentistas, las réplicas de las obras de Miguel Ángel se concentran en la capilla de Lovanges, bajo la bóveda más antigua de París.
Cerca de aquí, en la Rue Beaux Arts, una calle llena de galerías de arte, nos encontramos con un hotel curioso, pues si ves su fachada no lo parece, es muy sencilla. Sólo hay dos placas que nos deben llamar la atención, una corresponde a Oscar Wilde y otra a Jorge Luís Borges. El hotel actual (L'Hôtel) es un cuatro estrellas, considerado hotel boutique, con unos precios elevados, pero que cumple con las espectativas de sus clientes, además su cocina cuenta con una estrella Michelin.
Pero el gran Oscar Wilde no pudo disfrutar de estos lujos, pues en el año en el que él estuvo alojado y también donde murió, no era ni mucho menos así. Cuando Oscar Wilde abandonó Inglaterra tras pasar un tiempo en la cárcel, se exilió en París. En 1899 se alojó en un hotel del barrio de la Ópera, el Hôtel Louvre Marsollier (tal y como promocionan en su página web) si que vivió en este hotel, pero por poco tiempo pues el propietario de aquel momento decidió echarlo a la calle y se quedó con las pocas pertenencias que tenía, para cubrir la deuda de 100 F.F. que tenía el autor. El director no tuvo visión de futuro, tal y como hizo Jean Dupoirier dueño del hotel D'Alsace, un hotelito (más bien hotelucho) situado en la Rue des Baux Arts, número 13. (no lo confundáis con el hotel Alsace, un hotel actual que lleva el mismo nombre, pero que está situado en otra zona de la ciudad cerca del Boulevard Magenta, y cuyas críticas en Trip Advisor nos puede dar a entender como se sentía Wilde...) El propietario acogió a Wilde, le ayudó a pagar sus deudas, le prestó algo de dinero e incluso le compró una corona para su entierro. El hotel era un cuchitril, pero le ofrecieron una habitación en la primera planta, la número 16, que daba a un patio. Tenía una mesa coja, un sofá ajado y una cama que era demasiado corta para la estatura de O. Wilde, el papel de la pared era tan horrible, que el moribundo le comentó a su amigo Reginald Turner que le estaba velando: "me está matando, uno de los dos tenía que marcharse...". Si queréis rendirle homenaje a este gran autor, debéis acudir al cementerio de Pére Lachaise, allí está enterrado. Lo trasladaron allí en 1909, diez años después de su muerte, ya que el primer cementerio en el que fue enterrado era el cementerio de pobres de Bagneux.
Siguiendo por la Rue Bonaparte llegaremos a la Place St. Sulpice, allí nos encontramos la Église de Saint Sulpice, tras nacer como una modesta iglesia medieval dedicada a San Sulpicio, arzobispo de Bourges erigida sobre un antiguo templo romanico del siglo XIII . Fue reconstruida entre 1655 y 1788 por seis arquitectos diferentes, ello no impidió que la iglesia poseyera una unidad artística, aunque se tardara 35 años en reconstruirse. Jean-Nicholas Servandoni, pintor y arquitecto decorador, apasionado de la piedra, construye en 1733 una fachada (inacabada) austera y monumental donde se superponen los órdenes dórico y jónico, para una iglesia de estilo jesuita. Las proporciones, la amplitud y la luminosidad de esta auténtica catedral resultan sorprendentes. Tiene planta de iglesia gótica, la torre norte ha sido recientemente restaurada, pero para ello en lugar de hacerlo in situ, se decidió trasladar las 4 estatuas de los evngelistas (cad una pesa 20 toneladas) junto con numerosas piedras de caliza blanca en 22 camiones hacia Normandía para que fueran restauradas en los talleres de los mejores restauradores normandos. La segunda torre, como se puede ver en la foto está sin terminar.
En noviembre de 1799 esta iglesia fue el escenario donde se celebró un suntuoso banquete en Honor de Napoleón.
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