San Gimignano es una pequeña pero encantadora población de casi ocho mil habitantes, que mantiene un inconfundible aire medieval, merced a la piedra de sus construcciones y a sus catorce torres de piedra gris blanquecina que quedan (llegó a tener unas 72 en su mejor época). Su nombre, San Gimignano, es en honor a un obispo que les salvó de las acometidas de Atila (el Rey de los Hunos).
San Gimignano podría ser el skyline de cualquier ciudad actual, pero en la época medieval. El motivo de aquellas torres de los siglos XII, XIII y XIV tiene que ver con el florecimiento comercial, cultural y artístico del municipio, que era paso obligado en la llamada Via Francígena, una ruta de peregrinación de 1,700 km, que como el Camino de Santiago, conducía al lugar donde se guardaban las reliquias, (pero en este caso son las de San Pedro), en la Basílica de San Pedro. Este camino nace nada menos que en Canterbury (Inglaterra), atraviesa toda Francia (esa es la razón de su nombre), tiene un desvío que pasa por Suiza y entra a Italia en uno de sus tramos, por el paso del Gran San Bernardo. Es una pena que no tenga tanta popularidad como el Camino de Santiago, aunque actualmente se está intentado darlo a conocer para promoverlo y restablecerlo. Esta importancia estratégica generó riqueza en muchas de las familias que para mostrar su poder económico se hacían levantar su propia torre. A más altura mayor capacidad y, por supuesto, mayor ostentación de cara a las demás familias acaudaladas. Esta tradición se hizo visible en algunas de las ciudades notables de la península italiana, como Bolonia o incluso Florencia.
La torre más antigua es la Torre del Podestà, conocida como la Rognosa; mientras que la más elevada es la Torre Grossa, de 54 metros (aunque ésta última según la norma de construcción de la época y por reglamentación comunal que había, no debería medir tanto, pues no se podía erigir una torre más alta que la de la Rognosa , que medía 51 metros).
Otra curiosidad de la ciudad son las distancias entre las casas. Ahora los edificios nos parecen todos pegados uno al otro; pero en realidad, en origen las casas estaban divididas por un espacio muy estrecho, de la medida de un ladrillo. Estos se llaman “vicoli de malvicini” y se deben al hecho de que los vecinos peleaban a menudo, y no permitían que uno construyera la casa pegada a la del otro, (tradición que hoy en día se sigue haciendo).
La espectacularidad de San Gimignano hace que esté tan concurrido en temporada alta, tanto que los vecinos llegaron a pedir que se racionaran las visitas porque no querían vivir en un Parque Temático del turismo. Flanqueando las murallas alcanzamos el Arco dei Becci (s. XIII) que separa la mencionada Vía San Giovanni con una de las plazas con mayor encanto de S. Gimignano como es Piazza della Cisterna. La Plaza de la Cisterna es el espacio con más sabor a medievo que uno puede encontrarse en un viaje a la Toscana como este. No sólo por estar compuesto de los largos torreones sino también por sus palacios, por su adoquín original y hasta por las Leyendas que la persiguen desde que nació. Su nombre tiene que ver con el pozo que recoge el agua almacenada en el subsuelo y que rompe el equilibrio de la plaza. Es un aljibe de la época y un ornamento más de los muchos que podemos observar. Destacan las llamadas torres gemelas güelfas, el Palacio Cortesi, el callejón de los orfebres y la inquietante Torre del Diablo, aunque es posible mencionar al menos diez puntos de interés histórico-artístico.
La Piazza del Duomo o de la Catedral, cuyo nombre puede llevar a equívoco porque allí no hay catedral alguna, sino una colegiata de estilo románico a la que se accede subiendo por unas escalerillas. Este se puede considerar el corazón de San Gimignano quizás por reunir un mayor número de torres alrededor suyo y contar con el edificio religioso más importante de la ciudad (La Colegiata del siglo XIII que fue catedral en el pasado), además del viejo Palacio de la municipalidad (Palazzo vecchio del Podestà, junto a Torre Rognosa de 54 m.), amén del Palacio del Pueblo (Palazzo novo del Podestà) que se yergue junto a la Torre Grossa (51 m.). Entre la Cisterna y ésta piazza hay unos arcos que corresponden a una logia (Loggia del Comune) donde se reunía el pueblo en la época medieval. Dado que el Palazzo Vechio (S. XII) se convirtió en un teatro hace casi trescientos años y que a la Colegiata no podíamos entrar, centramos nuestros esfuerzos en el Nuevo Palacio del Podestà, que conserva intactas algunas de sus dependencias, y que es la puerta para subir a lo más alto de la Torre Grossa. Una visita a San Gimignano se quedaría algo huérfana si no se pudiera disfrutar de una panorámica desde alguna de las torres que permanecen en pie. Así que el Palazzo es una oportunidad fantástica para ello. El precio de la entrada al Palacio (dependencias y museo cívico) junto al ascenso a la Torre Grossa es de unos 5 euros, del Palazzo hay que destacar sobre todo la Sala Dante, llamada así porque el propio Dante Alighieri pronunció en la misma un discurso como Embajador de la Liga Güelfa (rival de los Gibelinos) dentro de su visita a la floreciente San Gimignano. Nada que ver con la faceta de escritor por la que se convirtió en eterno. Aunque su historia es superada por los frescos que decoran las paredes del salón, entremezclando motivos religiosos como la Maestá (Virgen en Majestad) de Lippo Memmi con otros meramente militares que recuerdan batallas pasadas. El resto de dependencias son de un carácter más museístico, pero lo interesante es, sobre todo, subir para tocar el cielo en la Torre Grossa.
La subida es sencilla, para nada claustrofóbica, con escaleras muy anchas que aprovechan toro el grosor del edificio. La Rocca, es el nombre que recibe la fortaleza, es un área interesante para pasear, sentarse al sol y, sobre todo, para tomar fotografías interesantes desde un ángulo privilegiado dentro de la misma ciudad. Aquí los restos del baluarte defensivo de San Gimignano y de un viejo castillo que perteneció al Obispado de Volterra en la Edad Media del que no quedan apenas unas piedras, forman otra de las etapas básicas de cualquier ruta por la ciudad que se precie. Las vistas de las torres y, por supuesto, del paisaje campestre de alrededor, son muy recomendables. Si queréis aprender más podéis hacerlo visitando el increíble museo en San Gimignano en el centro de la ciudad y que es el hogar de una magnífica reconstrucción en miniatura de lo que la ciudad hubiera sido hace más de 700 años!
Antes de dejar atrás San Gimignano os recomiendo tomar un helado en la Plaza de la Cisterna, en la "Gelateria della Piazza" ya veréis las colas que se forman, y no es para menos pues esta heladería ha ganado varias veces el campeonato mundial del helado!. Un buen motivo para ir a San Gimignano el tercer fin de semana de junio es la celebración de la Ferie delle Messi, en la Piazza delle Herbe, hay una representación de los oficios medievales, herreros, alfareros, tejedores... en la Piazza de la Cisterna se venden productos específicos que sólo se pueden comprar esos días, hechos por los artesanos. En la Roca, habrá bailes, fiesta y luchas de justas, así como lanzamientos coreografiados de banderas, al ritmo de los tambores, concursos, bailes medievales... vamos todo un evento!.
A 40 minutos está Volterra se encuentra en una colina de unos 500 metros de alto desde la cual podemos contemplar los valles del Cecina y el Era, dos ríos cuyas aguas fluyen alrededor. Las casas de piedra, son de un estilo bastante uniforme y tan sólo se atreven a sobresalir los edificios principales como la Catedral, el Baptisterio (separados ambos) y el Palacio de los Priores (Ayuntamiento), con su inconfundible torreón de almenas. Las calles se expanden alrededor suyo, y hay mérito en ello, pues se dispone de muy poco espacio, casi como si se agazaparan para evitar salirse lo más mínimo de las murallas.
El origen de esta ciudad es muy anterior al nacimiento del Imperio Romano. De hecho fue una de las capitales más importantes en tiempos de los etruscos, quienes le regalaron su nombre, Velathri, además de convertirla en una fortaleza con altos y poderosos muros. Ya en tiempos de los romanos pasó a ser Volterrae y creció, aunque las formas actuales provienen de la Edad Media y de algunas toques procedentes del Renacimiento. Fue foco de grandes batallas por el poder entre Güelfos y Gibelinos (a quienes daba su apoyo) hasta que la República de Florencia lo reabsorbió para que formara parte de sus territorios. Durante varios siglos perteneció al Gran Ducado de Toscana y en 1860 toma parte de la Italia Unida que formaba un nuevo país. Es por ello que Volterra tiene parte de distintos trocitos de la Historia de la Región, aunque predominen mayoritariamente los rastros del medievo, que son los que la definen de cara a los visitantes que se asoman hasta ella.
Esta ciudad siempre permaneció a la sombra de otras tantas que recibieron toda la fama de la Toscana. Quizás su acceso, no tan directo desde Florencia (es mejor si se hace desde Pisa, pues está a poco más de 60 km), le ha permitido pasar inadvertida a las hordas del turismo que suelen asolar estas tierras año tras año. Hasta que a la escritora estadounidense Stephenie Meyer, creadora de la saga de libros de Crepúsculo (Twilight para los anglófonos), se le ocurrió situar la residencia de los Volturi, la más vieja familia de vampiros, en Volterra. Fue más bien por un parecido en los nombres la razón de ubicar exactamente aquí uno de los capítulos de sus narraciones, aunque la autora reconoció que a partir de esa casualidad quiso conocer todo acerca de la ciudad y la vio perfecta para lo que quería transmitir. El paso de los libros a las pantallas de cine, con el mediático Robert Pattinson, fue toda una revolución. Y Volterra notó su efecto. De hecho varias escenas de la segunda parte de la serie (Luna nueva) fueron recreadas aquí (y en Montepulciano, quienes les dieron más facilidades de rodaje). Desde entonces es inevitable que un montón de sus visitantes asocien la ciudad con los vampiros de Crepúsculo. Recientemente su Alcalde reconoció que la película hizo que no notaran en absoluto la crisis económica que sí se ha percibido en el resto de Italia. Rápidamente llegamos a la Piazza dei Priore, otro escenario de la película. Pues Meyer ubicó aquí el hogar de esta familia de vampiros sedienta de sangre, en el Palacio del Prior.
En realidad el Palazzo dei Priori es una maravilla del gótico y presume de ser edificio más antiguo de la Toscana que funciona como Ayuntamiento. Una inscripción reza que fue construido en 1239, por lo que es muy anterior a otros palacios que podemos ver hoy en día en la región. Los priores eran los ancianos que dirigían la ciudad, llamados después Defensores del Pueblo. Es un edificio de piedra, con una fachada decorada con los escudos de las familias florentinas, los dueños de la ciudad desde el siglo XV. El insigne Palazzo se estructura en tres niveles con ventanas bíforas y termina en un precioso torreón bajo el que hay un enorme reloj. Hay distintas teorías que hablan que fue el edificio en el que se basaron para hacer el Palazzo Vecchio de Florencia, con el que guarda un gran parecido. Pero no es el de los priores, ni mucho menos, el único palacio de Volterra (que superan la decena), ni siquiera de la Plaza. Porque justo enfrente queda el Palazzo Pretorio de infinitos ventanales, con otro torreón y la figura de un pequeño cerdo de piedra sobresaliendo en el mismo. Y aún queda espacio para el Palacio Episcopal en cuyo interior hay un Museo de Arte Sacro que se abre al público para exponer algunas joyas pictóricas, escultóricas, así como algunos objetos procedentes de la catedral y de algunas de las iglesias de la ciudad. Todo es magnífico en este lugar. En muy poco espacio hay mucho, quizás demasiado para asimilar de una sola tacada. Detrás del Palacio de los priores pasamos a la Catedral, casi unida al mismo (les separa muy poca distancia). de la Piazza San Giovanni están los templos religiosos más importantes de la ciudad, la Catedral y el Baptisterio. El poder religioso de la misma época erigió el Duomo (catedral), cuyas obras comenzaron en el siglo XIII y acabaron en el XV. De la época románica aún se conservan los relieves que decoran el púlpito y la talla de El descendimiento de la cruz en el altar mayor. La catedral rebosa de piezas interesantes de los siglos XIV y XV. Más obras de esta época encontramos en el adyacente Museo d’Arte Sacra y en el Museo Cívico e Pinacoteca. Este Museo está albergado en el Palazzo Minucci-Solaini del siglo XV y ofrece al visitante importantes obras del siglo XV y XVI, como la imprescindible obra El descendimiento de la Cruz de Rosso Fiorentino, obra maestra del manierismo. Cuando uno entra se percibe la mezcla de otros estilos como el renacentista. La nave central de la Catedral está dedicada a la Virgen de la Asunción y cuenta con arcos de franjas blancas y negras como en otros muchos templos de la Toscana. El Baptisterio se aprovechó de una construcción etrusca precedente y se inauguró en el Siglo XIII. Tiene forma octogonal, y la pila bautismal de mármol es del Siglo XV, su autor es el escultor Andrea Sansovino, que también trabajó en el Baptisterio de Florencia y en la Iglesia del Popolo en Roma.
Montereggioni fue construido por los sieneses en el siglo XIII con fines defensivos: su ubicación estratégica sobre una colina con vistas a la carretera Cassia permitió al castillo para controlar las ciudades de la Val d’Elsa y Staggia así como controlar cualquier ejército que se acercara a la ciudad.Si llegas en coche puedes estacionar en un parquing que se encuentra a los pies de la muralla para entrar en la pequeña ciudadela a través de la Puerta Franca, con su foso y su puente levadizo. Cruzarla es entrar en el Medievo italiano. Dentro, además de la fachada gótico-románica de la Iglesia de Santa María de la Asunción y del Castillo disfrutaremos de un ambiente tranquilo y evocador.
Porque Monteriggioni se creó para eso precisamente, para ser un bastión defensivo en caso de guerra entre dos Repúblicas enemigas, Florencia y Siena. Los sieneses levantaron murallas altas y gruesas en el Siglo XIII para detener las embestidas procedentes del norte. Aprovecharon las formas de la colina para crear una estructura amurallada perfecta (570 metros de longitud siguiendo un círculo), que sólo vio alguna añadidura en el Siglo XVI. Probablemente no exista en Italia murallas mejor conservadas que las de Monteriggioni, con catorce torretas y dos puertas de acceso, al norte y al sur (esta última llamada Porta Romana).Piazza Roma, que es el mayor espacio abierto de este pueblo minúsculo que tan sólo cuenta con una calle principal en sentido norte y sur. Una iglesia parroquial, de estilo románico, tremendamente sencilla, estaba conectada armoniosamente con las casonas de alrededor. Se encontraba cerrada, aunque no debía tardar mucho en abrir sus puertas tratándose del domingo.Monteriggioni ha aparecido en películas muy conocidas como “La vida es Bella” (de Roberto Begnini) o “Gladiator”, ha sido una de las pantallas del videojuego Assasin´s Creed II, y el fondo de un sinfín de anuncios publicitarios. Su aspecto anacrónico, sin duda, lo hace ideal para ello. Aunque sus murallas fueron célebres mucho antes, cuando Dante nos habló del infierno en la Divina Comedia (Canto XXXI del Infierno), comparando las catorce torres de Monteriggioni con un círculo de gigantes rodeando el abismo infernal.
“però che, come su la cerchia tonda
Montereggion di torri si corona,
così la proda che ‘l pozzo circonda torreggiavan di mezza la persona
li orribili giganti, cui minaccia
Giove del cielo ancora quando tuona”.Si visitas la zona durante el mes de julio disfrutarás del Festival Medieval de Monteriggioni una de las fiestas medievales más hermosas de la región en la que sus calles se llenan de artesanos, caballeros y personas vestidas con trajes de época creando una atmósfera encantadora. En estos parajes se han rodado numerosos anuncios, así como películas, entre las que tenemos:
Belleza robada, dirigida por Bernardo Bertolucci (1996), El paciente inglés, dirigida por Anthony Minghella (1996), La vida es bella, dirigida por Roberto Benigni (1997), Té con Mussolini, dirigida por Franco Zeffirelli (1999), Gladiator, dirigida por Ridley Scott (2000) y para los jugones recordarles que el juego Assassins Creed II está basado en los paisajes de toda esta región tan maravillosa.
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