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jueves, 23 de julio de 2015

El Anfiteatro Flavio o el Colosseo... llamadlo como queráis, pero si estáis en Roma no dejéis de visitarlo!


     En Roma hay muchísimas cosas por ver, tantas, que parece que no tendrás tiempo suficiente para poder verlo todo. Es por ello que siempre aconsejo visitarla en diferentes viajes, y a poder ser en distintas épocas del año. Es una ciudad con tanto por ofrecer que puedes llegar a quedar saturado. En una primera visita, lo mejor que se puede hacer es visitar lo más típico, y de entre todo lo que podemos escoger, tal vez el Coliseo y la zona de los Foros sea un buen comienzo. No hay nada mejor para conocer una ciudad que empezar de cero, desde sus inicios, y aquí los tenemos en una misma área. Durante este artículo nos moveremos como si fuésemos romanos auténticos, los de la toga y sandalias, los que hemos visto en las películas de gladiadores, los de la serie Yo Claudio... pero con la comodidad del mundo actual, pertrechados con buen calzado, provistos de agua fresca y como no, de una cámara fotográfica o móvil de última generación... y sí, si queréis podéis acompañarlo del dichoso "palo selfie" para que quede mejor (por cierto lo podréis comprar a cualquiera que lo venda por la calle, pues hay una invasión de palos selfie abrumadora, eso sí negociad el precio.)
Pero para ir tomando consciencia de lo que significa y significó en su tiempo el Colosseo y apreciar su impresionante tamaño os aconsejaría subir al Parque Colle Oppio, o si no queréis subir la colina, saliendo de la estación de metro Colosseo, hay un pequeño mirador (Largo Agnes) que se encuentra inmediatamente por encima de la salida de dicha estación, llegaremos a él subiendo la escalera derecha de la estación, desde aquí también podéis apreciar su conjunto. Con esta primera impresión, ya podemos acercarnos a una de las siete maravillas del mundo. Maravilla que sufre el "mal de la piedra", lo que podríamos llamar cono el cáncer de los monumentos.
De todas las veces que he visitado el Coliseo, no ha habido foto en la que no salga algún tramo en restauración, los desprendimientos de bloques de casi un metro cuadrado suelen abrir continuos debates. Parece que el monumento tiene los pies de barro, ya que se encuentra localizado en uno de los ejes más transitados de la ciudad, la contaminación química y acústica por culpa del tráfico, las vibraciones de obras y conciertos en su recinto, hacen que se agudice el problema. Todos estos factores han hecho que una intervención directa y agresiva sea necesaria y urgente, para evitar que sufra la estructura del monumento. En los últimos tiempos el alcalde ha decidido que durante el fin de semana, toda la zona que lo rodea sea peatonal, supongo que así se le da un pequeño respiro. Muchos debéis pensar que con lo que vale la entrada ya deberían tener suficiente presupuesto para los apaños, pues pese al precio de la entrada y a la cantidad de visitantes que recibe, el Coliseo es un agujero negro para las finanzas de la ciudad, e incluso para el gobierno del país. Pero, os imagináis Roma sin su símbolo, sería como Barcelona sin la Sagrada Familia,  Nueva York sin la Estatua de la Libertad o París sin la Tour Eiffel. Es por ello que están haciendo todo lo posible e imposible para conservarlo.

El anfiteatro Flavio, que es como se llama en realidad el Coliseo, fue construido por los tres emperadores Flavios. Su construcción formaba parte de una campaña de la nueva familia imperial que quería promocionar su imagen pública. Vespasiano el fundador de la dinastía, no era noble de nacimiento, pues se convirtió en emperador un año después del suicidio de Nerón, y entró en escena después de que llegasen al poder tres emperadores de poco éxito. A Vespasiano no se le ocurrió mejor idea que drenar el lago artificial de la Domus Áurea, (la casita que se había construido Nerón tras el incendio que asoló Roma, incendio que las malas lenguas le atribuyeron como autor, para así construirse una fastuosa mansión que se extendía sobre tres colinas, de las siete que tiene la ciudad. La majestuosidad del proyecto, que incluía más de 150 salas, y muchas de ellas con techos de 10 metros de altura; algunas tenían un techo móvil, por el que se esparcían flores o perfumes sobre los invitados, estaba llena de esculturas, jardines, animales salvajes y como no, el lago anteriormente mencionado, y sobre el que ahora podemos ver el Coliseo.

Drenando el lago Vespasiano pretendía denunciar la usurpación de la tierra por parte de Nerón, además así exhibía su generosidad con el pueblo romano, tan aficionado al espectáculo. Ya se sabe al pueblo dales "pan y circo" y lo tendrás entretenido evitando que se fijen en que tal lo hacen los que los gobiernan...

Pero Vespasiano no pudo verlo acabado, ya que se inauguró en el año 80 d.C., lo hizo Tito,  su hijo, una vez ascendido al trono de emperador. Se construyó con travertino, extraído de las canteras de Tivoli y se transportaron por una carretera que se construyó expresamente. Para unir las piedras entre sí, utilizaron 300 toneladas de hierro para hacer las grapas de unión. Y ahora, os preguntaréis, ¿Por qué lo conocemos por Colosseo en lugar de Anfiteatro Flavio? la respuesta par muchos es sencilla, por su increíble tamaño. Aunque muchos historiadores afirman que el término proviene de una estatua gigante o colosal que estaba situada a su lado. Su base, en el lugar que hay cinco árboles plantados entre el anfiteatro y el templo de Venus y Roma, había una estatua que correspondía a Nerón, pero los Flavios decidieron que era mejor retocar la estatua y olvidarse del anterior emperador. Para ello decidieron añadirle rayos de sol al rededor de su cabeza, cambiaron la inscripción y dedicaron al estatua al dios del Sol. La estatua siguió en pie hasta principios de la Edad Media, cuando se retiró.

Compuesto por tres arcadas, coronadas por un cuarto piso, el óvalo de piedra tiene unos 189 m de longitud, 156 m de ancho y 48 de alto. Las columnas se disponen en tres niveles siguiendo el canon clásico (de arriba a abajo, dórico, jónico y corintio). Si os fijáis un poco, bajo la cornisa del cuarto piso hay unos 240 pequeños rebordes con agujeros, servían para sujetar las altas varas de madera que sostenían el velarium, un toldo de tela que los marineros de la flota imperial alzaban para proteger a los espectadores del calor, la lluvia o el frío. Estas telas protegían a un rango de espectadores que podía oscilar de los 50.000 a los 90.000, según lo interesante que fuera el espectáculo que se ofrecía.
La entrada a los espectáculos era gratuita, pero los asientos estaban atribuidos de forma muy estricta en las tres graderías, la inferior o ima, la media y la summa,
las primeras filas estaban reservadas a los miembros de la clase dirigente; las siguientes a los caballeros, luego a los ciudadanos y por último a la plebe o pueblo llano. Las mujeres quedaron relegadas a lo más alto, al balcón de la parte superior, y todo por que Augusto decretó unas estrictas normas de moralidad para atajar la promiscuidad que se estaba produciendo. Las mujeres compartían el lugar con los esclavos y con los más pobres.
El espectáculo se desarrollaba según un programa fijo: por la mañana, caza y combate de animales, como intermedio a la hora del almuerzo, ejecuciones de condenados, que acababan en las fauces de las fieras. Y por la tarde los combates de gladiadores, los que tenían más público e interés.

Los espectadores accedían al anfiteatro de forma gratuita a través de 80 arcos situados en la planta baja, entraban y salían por 160 accesos, que se distribuían entre las gradas de los distintos niveles y que permitían a la multitud salir rápidamente del recinto, se dice que en 10 minutos podían desalojarlo.
El anfiteatro tenia el suelo de madera que se solía cubrir con arena para así absorber la sangre y el hedor de los espectáculos. Ahora, como no está dicho suelo, podemos ver los corredores y túneles por los que las grandes personalidades evitaban las aglomeraciones, y los animales y lo gladiadores accedían a la pista.
También había un túnel que conectaba con las Ludus Magnus, que eran las barracas de los gladiadores y su área de entrenamiento, situada entre el Coliseo y San Clemente.                      
Los últimos juegos de gladiadores de los que tenemos constancia se celebraron a principios del siglo V, los espectáculos con animales fue un siglo más tarde. Pero todo llega a su fin, incluido un gran imperio como el romano. Después de la decadencia de Roma, el Coliseo tuvo distintas utilidades.Durante la Edad Media, se convirtió en un espacio multidisciplinar, como si se tratase de un gran bazar con tiendas, talleres, establos, almacenes e incluso apartamentos (estos datos se descubrieron tras una de las restauraciones a las que se ha sometido el monumento, concretamente lo descubrieron la Universidad Americana de Roma y la Universidad de Roma Tre). Resulta que los frailes del cercano convento de Santa María Nova, eran los que se encargaban de comercializar las residencias y los locales comerciales. Tanto las viviendas como los talleres, así como las tiendas y los almacenes estaban abiertos a la arena central, el lugar donde antiguamente luchaban los gladiadores se había convertido en un patio de vecinos. Pero este nuevo uso que le dieron acabó cuando un terremoto asoló la ciudad en 1349,  su extremo sur se derrumbó debido a la fuerza del mismo, hay que recordar que la parte sur es la que se situaba sobre el antiguo lago de Nerón, el que drenaron y por tanto tenía un suelo menos firme. Luego fueron los mismo romanos los responsables de su deterioro, pues durante 400 años, desde mitad del siglo XIV hasta el XVIII fue utilizado como cantera de bloques de mármol y travertino que se utilizaron para construir otros edificios de la ciudad, como el Palazzio Venezia e incluso San Pedro. Esta práctica de reciclaje duró hasta que en 1750 fue declarado lugar sagrado por Benedicto XIV al ser un lugar en el que fueron martirizados algunos de los primeros cristianos. Después, Gregorio XVI y  Pío IX, fueron realizados notables trabajos de restauración y refuerzo del monumento que pudo llegar hasta nuestros días.

Por hoy nos quedamos disfrutando del Coliseo, pronto seguiremos la visita por los Foros Imperiales... pero para acabar la visita os recomiendo hacerlo contemplando el Coliseo desde la terraza del Oppio Caffe, en la Vía delle Terme di Tito, 72 si vais de las 17:30 hasta las 22h podréis disfrutar de los típicos aperitivos romanos por unos 10 o 12 euros en un lugar especial.


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